jueves, 16 de julio de 2020

EL HOMENAJE DE ESTADO A LAS VÍCTIMAS DEL CORONAVIRUS


Todos los homenajes de Estado, por su propia naturaleza están cargados de solemnidad. El de hoy no podía ser de otra manera. Y así debe ser, supongo. 

Pero bajo esa capa de personajes aparentemente compungidos, en ese mismo acto había actores políticos que eran los responsables directos de haber llevado a la sociedad a una situación límite en la que se encontró. Sus nombres son conocidos de todos.

Algunos de esos actores o sus compañeros políticos se afanaron de forma mercantil y irresponsable a recortar lo que de verdad hace que una sociedad sea democrática: se dedicaron a los negocios privados, de ellos o sus amigos en lugar de mimar lo público en aquello que es fundamental.

Recortaron en Ciencia  –Rajoy  en su Septenio Negro de contrarreformas laborales y leyes Mordaza, recortó el fundamental sostén de una sociedad un 30% de Ciencia e Investigación ya de por sí flacas. Paralelamente subía considerablemente las ayudad a la enseñanza concertada, mayoritariamente religiosa, rebajando los presupuestos a la Pública. Considerada ésta por algunos responsables políticos, más como una carga, que la base de nuestro desarrollo. 
Una sociedad moderna, si en algo no puede hacer recortes ante una crisis o una Gran Estafa como la pasada, es en Ciencia, Sanidad y Cultura. Pero muchos actores prefirieron primar el negocio privado o de amigos, privatizando los sectores fundamentales de una sociedad democrática y moderna. A eso lo llaman "liberalismo", la gente lo llama gangsterismo.


Pensemos en el gobierno del Septenio Negro de Rajoy. Pero también en el de Esperanza Aguirre o sus sucesores, cuyo meta era liquidar la Sanidad Pública en La Comunidad de Madrid y en el Ayuntamiento,  privatizando servicios cuando no hospitales enteros; degradando la Sanidad Pública y la vida de los propios sanitarios, rebajando sueldos, a la vez que  los gerifaltes políticos y sus amigos de la Comunidad madrileña, con empresarios corruptos presentes, hacían su agosto, como ha demostrado la Justicia.  Además de que los responsables políticos de esa comunidad la convirtieron en un nido de corrupción absoluta, creyéndose  impunes. Y de hecho, en muchos casos se fueron de rositas.

Pensemos en el Gobierno catalán del aventurero Artur Mas, que fue el primero que asestó un hachazo a los servicios públicos, colocando al frente del expolio sanitario público al siniestro Boi Ruiz, componente de la sanidad privada, que llegó a decir, sin el menor rubor,  que "la sanidad era cosa de cada uno", no un problema público. Para este personaje de triste memoria, era un negocio suculento. ¡Nunca sabremos cuántos catalanes murieron por sus decisiones!

La misión de este sujeto, letal para la vida de millones de ciudadanos que, como sus jefes, no han respondido ante la Justicia por semejantes atrocidades, era ir liquidando, de forma descarada a veces, sutil otras, un sistema Público, que aunque necesitado de más apoyo, era de alta calidad, sobre todo por la entrega de sus trabajadores: médicos, enfermeras, personal auxiliar, y todo el complejo sistema que requiere una red sanitaria moderna. Fueron expulsados de la Sanidad Pública, primando la privada, con el dinero de todos. –Todo esto pasaba, mientras otros notables "de los 400 que siempre somos los mismos– (Millet) saqueaba el Palau de la Música–.

También hay que recordar, que una vez "apartado" Mas de la Presidencia de la Generalitat, su lugar, lo ocupó un mediocre y aventurero llamado Puigdemont, con Junqueras como vicepresidente. 

Los recortes continuaron. La oposición trató de que el destructor de la Sanidad Pública fuera repudiado por el Parlamet. Pues bien, el partido del beato Junqueras– a estas alturas no sabemos si ya ha sido canonizado– que era, repitámoslo, vicepresidente del gobierno catalán, que tiene el cinismo de llamarse "Esquerra", lo impidió. Y el destructor de la Sanidad Pública continuó, con más prisa, si cabía, en su tarea de demolición.

No basta con ir a un homenaje de Estado, aunque eso sea necesario. Hay que revertir todo el daño que le han hecho a los españoles las decisiones letales de mercaderes, muchos presentes en el homenaje, en lugar de ser lo que se  esperaba de ellos: que protegieran a los ciudadanos.  

Es necesario que los sanitarios sean recompensados en su justo término, y no asistamos a la vergüenza de ver cómo, aún después de su entrega absoluta a salvar vidas, a su profesión, con miles de infectados y muchos muertos entre ellos, tengan que salir a la calle a reivindicar unas mejoras perdidas, olvidadas durante años. Muchos, repito, de esos responsables, también estaban, sin que se les cayera la cara de Vergüenza, en el homenaje de Estado.

Las reivindicaciones de los sanitarios, como las de otras ramas ignoradas, no son de esos colectivos. Son las de todos. O somos los ciudadanos con nuestro apoyo los que obliguemos a los poderes públicos a mejorar de forma definitiva los servicios públicos fundamentales, o dentro de un tiempo,   no mucho, los mercaderes del negocio privado, con dinero público, volverán a las andadas. 

Es más necesario que nunca que los ciudadanos, piensen lo que piensen políticamente, se comprometan en la defensa de lo público. Porque no se olvide, todas las palabras de aparente buena voluntad en el homenaje y otros foros, quedarán sepultadas en el olvido del interés privado. También el ciudadano debe saber que su voto es decisivo. No es lo mismo que su voto vaya a los que ya llevan en su ADN las privatizaciones, que los que desean que los servicios públicos sigan siendo de todos.

Ubaldo