viernes, 6 de julio de 2012

EL LABERINTO DEL PSC, Y EL JUEGO POLÍTICO DE LA SUPUESTA IZQUIERDA CATALANA

El laberinto en el que se encuentra el PSC no es ni mucho menos nuevo; es el fruto de toda una trayectoria de una formación que se proclama de izquierdas y socialista, al tiempo que los delirios nacionalistas lo mantienen anquilosado en las mismas ruinas y putrefactas aguar por las que navega la ultraderecha de CiU y el resto de los partidos catalanes–ERC e ICV–que en la práctica están en su órbita a la hora de defender la patria inventada, uniéndose incondicionalmente a ella para defender en definitiva los suntuosos negocios de la derecha. 

Lo que parece mentira es que en tantos años no hayan aprendido, no los jefes del partido que son los responsables de ese doble juego del disimulo en el que sólo se muestra socialistas en las grandes asambleas anuales, o cuando se acercan la elecciones, con una audiencia de trabajadores, para de inmediato quitarse el traje de izquierdas y pasar  a emborracharse de delirios soberanistas y patrioteros. 

Lo  lamentable es que tras tantos fracasos y tantas muestras de que el PSC va en dirección contraria de lo que proclama, no haya habido quien se rebele y decida de una vez por todas clarificar la identidad del partido. Ya que como es sabido, una formación política no marca la diferencia en función del pomposo nombre que exhiba, sino en la política que hace, sus objetivos reales y si la práctica de cada día lo confirma.  

El componente reaccionario–nacionalista–que anida en el PSC, y en cargos de importancia, son la mejor opción que tiene la derecha catalana para impedir que ese partido que cuenta con un potencial social popular importante, no pueda arrancar y se desprenda del cáncer que lo corroe, el nacionalismo–como al resto de los partidos que así mismos se llaman de izquierda, contra todo razonamiento–. Tras el fracaso de la últimas elecciones en la que el PSC se hundió en las catalanas, pero incluso en las generales que nunca había sucedido,  era razonable una reacción de indignación contra los sepultureros que lo provocaron. Sin embargo nada de eso ha ocurrido. Todo ha quedado como estaba, e incluso peor, ya que en lugar de rectificar en sentido positivo y de izquierdas, o socialdemócrata, que es lo que dicen ser, surgen voces de lo más añejo de la formación, que piden ser más macionalistas. Con lo que se hace las delicias de la ultraderecha de CiU, que ve semejante parálisis  del principal partido de la oposición, como un regalo. En realidad, ambas formaciones cabrían en en el mismo partido, ya que la política que hace el PSC a nivel general, es hermana gemela de la  de CiU en el aspecto patriotero.

Y ahora, cuando están en la oposición, en lugar de aprovechar la travesía del desierto  que están obligados a soportar, por su entrega total a las políticas del nacionalismo del gobierno de Montilla, en lugar de ponerse a pensar en recomponer el maltrecho tinglado, en lugar de rectificar y modificar sus prácticas con una política clara de enfrentamiento al saqueo que  está llevando a cabo CiU contra la inmensa mayoría de los ciudadanos, en lugar de esto, de la mano del nacionalista Navarro, jefe de un PSC con respiración asistida, quieren echarle una mano a los saqueadores, en nombre de una incompresible solidaridad patria, que sólo beneficia a los de siempre, y desmiente por enésima vez, que el PSC sea otra cosa en esencia, que un sosia de CiU. 

Lo lamentable es que no sólo es el PSC, sino que en toda la fauna política catalana, priman más  los delirios soberanistas que los intereses de clase a los que dicen representar. No se entiende que no sean capaces de denunciar en el parlamento catalán, pero también en la calle junto a las víctimas, en la luchas que lleva a cabo la ciudadanía, muchas veces sin que se enteren, con firmeza y no con guante blanco como suelen hacer, todo el saqueo al que está siendo sometido el ciudadano por CiU y el PP. Y se ha de hacer, no para que en un juego dialéctico florentino decirle a los saqueadores gruesas palabras que después se diluyen en un amigable conversación entre amigos, limando asperezas para que no se enfaden los de CiU, y así mantener el mal entendido respeto parlamentario, como si la derecha supiera de respetos, cuando de los negocios de su clase se trata. Sino como forma de informar de ello a los ciudadanos, utilizando el acta de diputados como altavoz contra la tropelías de CiU y sus hermanos de clase del PP. Llamando a la movilización, a organizase junto a otros colectivos que lo están haciendo. Si no, la verdad es que carece se sentido que hayan diputados que sólo se dediquen al juego parlamentario, que es la trampa de la derecha, que encorseta toda discrepancia sin que tenga efectividad para los que le han votado. A lo sumo para mantener caliente el escaño. Y que las decisiones dictatoriales de  la  clase dominante, se presenten como democráticas. 

U. Plaza