viernes, 22 de junio de 2012

DÍVAR, OCURRENCIA ILUMINADA DE ZAPATERO

El señor Carlos Dívar, ya ¡por fin dimitido!, es una criatura del iluminado Zapatero, fruto de sus ocurrencias tan disparatadas como desconcertantes. Nadie lo podía comprender cuando tomó tan escandalosa decisión,  de nombrar para el cargo de presidente del Tribual Supremo  tan vacuo personaje y sobre todo, de ideología tan ultra conservadora, que anonadó a muchos de los militantes de partido socialista,  aunque ya debieron estar acostumbrados a parecidas decisiones sin pies ni cabeza, sobre todo en la segunda legislatura del presidente Zapatero. 

Desconcertó a sus partidarios, pero también al PP, que no comprendía semejante decisión, sobre todo viniendo de un presidente que decía ser socialista, incluso por muy descafeinada que estuviera su ideología–después demostraría que podía ir mucho más lejos en su enamoramiento  del  liberalismo económico y de la Merkel–hasta el punto de que no se lo podían creer. Se dice  en los mentideros  esotéricos, que hubo  tan desconcierto que en Génova, sede del PP, que se reunieron de urgencia todos los brujos en aquelarre con Mariano a la cabeza, para intentar desentrañar los misterios que engendraba semejante decisión de su, en principio, contrincante político, al meterse un gol en propia puerta, con el nombramiento de una persona tan de derechas–quizá sólo igualado por monseñor Bono–. ¿En qué pliegue de los arcanos  misteriosos de la mente de Zapatero estaba la trampa, debieron pensar los peperos, porque tiene que haberla? 

Pero no pudieron desentrañarla, por más que recurrieron a todos los brujos del PP y allegados medios de manipulación del pesebre mediático. Ni siquiera la virgen a la que, según una ministra, el gobierno ha encomendado la solución de la crisis, dio respuesta favorable. Son cosas aparentemente inexplicables que les suelen suceder a quien se cree dotado del favor de los dioses. O, en la mitología cristiana, como la santísima trinidad. 

Después, en el PP, viendo las coincidencias con Dívar, trataron por todos los medios de salvarlo–semejante mirlo blanco era muy provechoso–. Tanto es así que el señor Gallardón, que también se ha desprendido de su careta moderada, pasando al lado de los ultras, dio por zanjada la polémica de las noches marbellíes de Dívar, a cargo del contribuyente, y lo defendió a capa y espada, sin que tras semejante lance, y resultado, se le haya pasado por la cabeza dimitir como ministro de Justicia, una vez acorralado el personaje, que ni siquiera pide disculpas, aunque seguramente lo solventará con un recogimiento en el confesionario, esperemos que sin coche oficial. ¿Pero y el dinero? De eso no hay que hablar, es la costumbre, nadie devuelve nada, como tampoco nadie políticamente se siente responsable, aunque a río revuelto los dirigentes del PSOE hayan exigido su dimisión sin la menor autocrítica, y, naturalmente porque están en la oposición. De haber seguido en el gobierno, habrían sido ellos los que habrían salido en  defensa de la ocurrencia de Zapatero.

U. Plaza