sábado, 22 de noviembre de 2014

ENTRE LA REALIDAD Y LA FICCIÓN

    
Todos hemos podido ver la teatralidad del estafador Jordi Pujol, el que fue presidente del cacicato catalán en el parlamento de Cataluña; el que se mantuvo impune durante décadas gracias a la colaboración de los gobiernos de España, que con políticas de vuelo gallináceo se le permitió todo lo que quiso desde su invulnerable cacicato.

  La actitud de los representantes de los partidos para con el confeso defraudador en su comparecencia, fue de guante blanco y de bochorno público. Tan seguro estaba el estafador de que jugaba en terreno propio –nunca mejor dicho, porque siempre ha considerado, no sólo que Cataluña era suya, sino que ésta era él mismo–, que lo que hubiera hecho avergonzarse a cualquier mortal, o al menos  disimularlo con cierta humildad, en él no hizo la menor mella. Sabía mejor que nadie que aquello era una farsa, una puesta en escena por la mayoría de los partidos que han estado siempre en su órbita de intereses. 

    Por eso carecía de importancia a qué lugar iba lo que se llevaba y adónde lo  depositaba. Un patriota como Pujol y su familia, no tenía bastante con una sola patria; necesitaba más. Así que se buscó Andorra, Suiza y cuantas necesarias fueran para dar satisfacción a su ancho corazón de patriota, en las que repartir aquello que "solidariamente" a su patria catalana le sobraba. Pero de eso ya han hablado mucha gente y se ha publicado lo suficiente, aunque no en la prensa del pesebre catalán, que ese es otro cantar. 

   A lo que me quiero referir, porque no se ha publicado que yo sepa, más que a la comparecencia-teatro de la bronca a los diputados de la taifa catalana, y a las-ramas-del-árbo-que-si-cae-se-puede-venir-todo-abajo, que los acojonó –quizá con la excepción de Ciudadanos, que son catalanes de segunda, o simplemente no son catalanes, porque tal categoría es un título que como sabemos otorgaba el patriarca– es a lo que pasó inmediatamente después de la bronca, en la que la presidencia de la comisión, en vez de hacerle callar y recordarle cuál era su papel allí, lo dejo explayarse. Convertirse en  chantajista, papel tan bien entrenado por los nacionalistas. 

   Pues bien. Mientras se iba vaciado el local de satisfechos diputados por haber cumplido en engorroso trámite, el locutor, micrófono en mano iba explicando innecesariamente lo que todos ya habíamos visto. Y lo hacía con las imágenes en directo a sus espaldas. 

  Para mí aquellas imágenes fueron mucho más esclarecedoras de la verdadera situación en la que está enfangada la putrefacta política en Cataluña.

   Todos pudimos ver cómo los jefes o notables de los distintos partidos –no sé si con la excepción de alguno, pero sí los de  PUC (Partido Único Catalan), de los que "deciden"–, fueron acercándose hasta el interpelado por haber estafado durante 34 años, para estrecharle la mano. Lo hacían como si lo estuvieran felicitando tras una buena exhibición, o quizá pidiéndole disculpas por haber tenido que hacer aquella puesta en escena para seguir vendiendo humo. Se desconoce si  alguno de ellos se sonrojó. 

   No sé por qué, pero a mí me viniéron enseguida a la memoria las imágenes de los primeros momentos de la película El Padrino I. Mientras en el jardín todos los invitados se divertían en la boda, dentro, el padre de la novia, don Vito Corleone recibía a los jefes de las otras familias, a los que había hecho favores, o los que se los pedían. Todos saludaban respetuosamente al benefactor. 

   Desconozco qué motivaría aquella asociación de ideas en mi cabeza entre dos hechos, ¿distantes? El uno de ficción, el otro muy real. ¿Debe ser cosa de la psicología,  de recuerdos perdidos en el tiempo? Me pareció mucho más real la escena del parlamento catalán que la película. ¿Será por aquello de que la realidad supera siempre a la ficción?  

Ubaldo Plaza