sábado, 18 de febrero de 2012

LOS RICOS (Y LAS PRINCESAS) TAMBIÉN LLORAN


La señora Cristina de Borbón, esposa de Iñaki Urdagarín,  por más señas, se ha lamentado, justamente,  del trato y del acoso que le están dando algunos medios de comunicación, que lo hacen, en lugar de hablar de princesas, yates viajes, vacaciones, y cosas así, que resulta mucho más agradable. 

De lo que se lamenta nuestra princesa, es de que, por unos hechos referentes a todo un rosario de irregularidades sobre algunas prácticas de desvíos de cuantiosas cantidades de dineros que pueden ser–presuntamente–delictivas, constantemente estén siendo objeto de una especie de persecución a todas luces intolerable.

La señora Cristina ha declarado justamente enfadada, algo así como: Ni se imagina nadie lo que estamos pasando. Y no es  para menos. Y por lo tanto como buenos ciudadanos–¿o se dice súbditos?– debemos sentirnos solidarios ante semejantes hechos lamentables por las supuestas, o ciertas, persecuciones que algunos medios poco agradecidos están llevando a cabo con la insana intención de que sepamos qué ha sido de tanto dinero desviado a paraísos fiscales, o prácticas de corrupción–presunta–que quede claro, en algunas comunidades autónomas, que han dado un trato de favor al muy espabilado señor Urdagarín.

Es indignante que tal cosa ocurra. Y que le ocurra a la princesa y al duque de Palma. Porque no estamos hablando de cualquiera. Porque vamos a ver: ¿Acaso los cientos de miles de familias expulsadas de sus casas– para favorecer a los banqueros, y por sus malas y ambiciosas prácticas hipotecarias–, porque se han quedado sin trabajo, porque el sistema es injusto, depredador y antidemocrático, y no pueden hacer frente a las hipotecas infladas por la especulación, acaso, repito, son acosadas por la prensa? Nada de nada. El anonimato está asegurado y sus calamidades las sufren sin interferencias mediáticas.

Cuando los trabajadores en paro– ya más de cinco millones–, son despedidos de sus empresas, debido a que a los que mandan–los financieros–nada les importa el hambre de los ciudadanos, y sólo les interesa sus pingües beneficios, ¿acaso la prensa los persigue y están apostados todos los días frente a sus casas para sacar en sus medios los más pequeños detalles de sus vidas privadas? Ni mucho menos. Sus hambres se las administran sin que ningún malvado periodista interrumpa el festín y la alegría de no tener nada que darle de comer a sus hijos. Sus intimidades están siempre a salvo

Y cuando los ciudadanos van a los hospitales, saqueados por los gobernantes para favorecer el negocio privado; y hay listas de espera de meses y meses, de años incluso, hasta que algunos no llegan a tiempo por la codicia de los que quieren desmantelarla para ganar más dinero con la salud pública, ¿hay fotógrafos y periodistas, cámaras y micrófonos en ristre, acosando a los que hacen cola para ver si llegan a tiempo de no morirse esta vez, y ser atendidos de su dolencia? ¿Verdad que no? Ni los  cientos de miles expulsados de sus viviendas, con el apoyo logístico de las fuerzas represivas, si lo estiman necesario para que los ciudadanos solidarios del 15-M no impidan que el banquero se salga con la suya. ¿Verdad que no son molestados con sus micrófonos y sus molestas cámaras? ¡Se respeta su intimidad para poder morirse sin ser molestados!

Entonces lo que hay aquí es un trato discriminatorio. ¿Por qué? Pues porque unos tiene un palacete, unos pisos por aquí y por allá; dinero presuntamente desviado. Total cosas sin importancia, pero que sí abundan en un trato discriminatorio para nuestra pareja de princesa y allegado. Y, claro, de favor para los millones de ciudadanos desahuciados de sus casas, o que hacen cola en los hospitales y ambulatorios, sin que sean molestados en sus largas   esperas. 

Es indiscutible que la princesa tiene razón: Porque ni nos imaginamos lo que están pasando. Todo lo contrario de lo que les pasa a los echados de sus casas, que tendrán que dormir al raso entre cartones, ir a rebuscar entre los contenedores para ver si encuentran algo que echarse a la boca. Tengan niños pequeños, ancianos, o enfermos, sin que en ningún momento ningún desaprensivo paparazzi los moleste. Sí, debe ser muy duro meterse en el hotel o en el palacete a templar los nervios y ver la manera de que no les roben la intimidad. 

Suerte tiene los desahuciados y parados que ya ni intimidad tienen que preservar. Lo mismo que los que se pasan muchas horas en los servicios de urgencias, en los pasillos, sin intimidad alguna. 

Tiene razón Pilar de Borbón, la tía de Cristina, muy en su papel borbónico al decirnos que nos callemos. 

U. Plaza