jueves, 26 de mayo de 2011

INMORALIDAD INFINITA, DE LA CASTA DIRIGENTE

Es lo que cabe pensar  ya de una clase dirigente que si bien nunca tuvo reparos para enriquecerse de cualquier forma, algunas veces aparentó cierta ética, y aunque seguía robando, trataba de disimularlo por parecerle que era mejor que no se supiera, por considerarlo inmoral. Ahora ya se le ha caído  la careta y todos los complejos, y lo hacen de forma descarada, e incluso con el recochineo que caracteriza su inmoralidad de buitres depredadores del patrimonio público. 

Telefónica, una empresa que siempre funcionó muy bien, que tenía beneficios cuando otras tenían pérdidas, en lugar de mantenerla en manos públicas como hubiera aconsejado el sentido común ciudadano, pero no el de los políticos, cuyo  sentido es particular, y por lo tanto no tiene nada de común, fue privatizada–léase regalada–una parte primero por el socialista Felipe González, y lo remató Aznar. Que dígase lo que se diga, ambos tienen el mismo sentido público de las cosas, y por lo tanto, ninguno ni remotamente socialdemócrata, aunque este último respire más por la extrema derecha, y el otro diga ser de izquierdas. Lo cierto es que sus objetivos son los mismos: liquidar las empresas públicas y que sea el depredador mercado quien se quede con todo, aunque sea a costa del hambre de millones de personas, arrojadas a la miseria, a la liquidación del ser humano como tal, liquidando su dignidad.

Pero es que en el caso de Telefónica, a parte de lo dicho de que es rentable, el escándalo y la golfería es de juzgado de guardia, si   la justicia funcionara en el sentido etimológico de la palabra, y tratara de ser Iusta.  Porque no se trata de pidamos  que los accionistas  pierdan dinero; todo lo contrario. Es que al unísono que declaran que se repartirá cerca de 500 millones de euros  ENTRE LOS ALTOS DIRECTIVOS, quieren despedir a más de 800 trabajadores.  Y lo hacen con la impunidad y la cobertura que le dan sus amigos los políticos, sin que en ningún momento ninguno de estos grandes accionistas, ni sus cómplices servidores le preocupe lo más mínimo la suerte de los trabajadores. Y además, lo harán con una parte del dinero público. 


Vista semejante golfería de algunos de los salvajes dirigentes empresariales, que cuentan con patente de corso que les proporcionan los políticos–no hay peor crimen que el que se puede hacer a golpe de decreto–  para hacer los que les da la gana, si de lo que se trata es  hacer cada día más pobres a los pobres;  qué duda cabe que la lucha democrática y ética que han emprendido los ciudadanos de DEMOCRACIA, REAL, YA,  Está más  justificada que nunca. Porque si esos mayoritariamente jóvenes no lo hicieran, se lamentarían. Porque ya no se trata de que vayan a vivir en el futuro con mayores o menores estrecheces, es que simplemente están abocados a la esclavitud. Y no es una frase demagógica. Basta echar la vista atrás en uno o dos años, y veremos clan claridad lo mucho que se ha deteriorado el nivel de vida y las libertades democráticas de los ciudadanos, al tiempo que las grandes fortunas siguen amasando dinero y poder. Y cada día dan una vuelta de tuerca más. Nos quitarán la Sanidad, como quiere hacer Convergencia, pero que todos están en ello,  que tan bien funciona gracias a los profesionales, a pesar de que todo sea mejorable, para privatizarla. Si los jóvenes y los que ya no lo  somos no nos  organizamos, como por fin se ha decidido hacer; si en lugar de tomar la calle de forma colectiva,  democrática y pacíficamente,  cada uno se dedica a lo suyo, con ese individualismo que nos han impregnado como el mejor de los valores, poco a poco, cuando queramos reaccionar, ya será demasiado tarde. Y nos lamentaremos de no haber hecho nada, sobre todo aquellos que todavía van tirando por estar trabajando, aunque sea  en régimen de semiesclavitud, que no otra cosa son esos contratos basura que tanto gusta a los esclavistas modernos, de no habernos solidarizado con los que son echados a la calle por los banqueros; de no echarle una mano a los sanitarios o los enseñantes que se quedan en paro, para que la Sanidad sea privatizada, y no nos demos cuenta de que los que nos quedamos sin Sanidad, somos todos.  Hoy más que nunca es necesario recordar el poema, que tendremos que seguir recordando  durante mucho tiempo, porque las injusticias son mucha y diversas, de:  

Martin Niemöller


Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista,

Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata,

Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista,

Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío,

Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.


U. Plaza