martes, 19 de febrero de 2013

EL REFERÉNDUM SOBRE "EL HEREDERO"


    Ya se habla, ante la situación de deterioro de la monarquía, con todo un rosario de escándalos a los que venimos asistiendo, con cuestiones judiciales  muy serias por  corrupción de por medio, que afectan a la familia real, incluso con acusaciones al propio monarca, de la necesidad de la abdicación del rey; pero hablan de que se abra la posibilidad de un referéndum sobre el heredero, Felipe–en realidad sobre la monarquía–. Lo que no puede ser una cosa más o menos de propaganda para que se pueda saber lo simpático o no que caiga el borbón junior; para eso basta una encuesta más o menos cocinada, como todas las encuestas de ese tipo, por las llamadas revistas del corazón

    Ha de ser una consulta de una limpieza impecable, con medios de comunicación libres y democráticos al servicio de todos los ciudadanos, que hoy no es el caso, ya que todos los medios importantes están en manos de una derecha antidemocrática y pesebrista. De hacerse con las televisiones de hoy, en manos de quienes están, incluidas las públicas, que son aparatos de propaganda del partido gobernante, que naturalmente manipulables. E incluso donde gobiernan otros partidos, republicanos, algunos en teoría, pero que no hacen nada por reivindicar la República.  Lo único que resultaría de semejante "consulta" sin la plena libertad y el correspondiente debate ciudadano, sería falsear los resultados, no llegar a un consenso nacional, con lo que el problema se aplazaría,  para resurgir con más brío al cabo de tiempo. 

    Sólo con transparencia y con actores muy diferentes de los que mantienen el sistema partitocrático corrupto actual, podrá ser creíble el resultado de un referéndum; de lo contrario mejor que el borbón abdique directamente en el único sistema lógico y democrático en el siglo XXI, y que no pude ser otro que la República, ya que la monarquía actual esta viciada de origen por venir de donde viene, por deseo expreso del dictador que logró el poder con un golpe de Estado, una guerra, una dictadura y una transición lampedusiana, que nos ha llevado hasta aquí, que hizo que todo el poder real siguiera en las mismas manos que estaban en la dictadura–los banqueros, como se ha puesto de manifiesto de forma sangrante en los últimos tiempos–, la Iglesia y los estamentos más reaccionarios de la derecha, como vemos en toda España, Cataluña incluida, con la burguesía que apoyó a la dictadura, y ahora se erige como patriotera nacionalista catalana, para disimular el desastre al que nos han llevado sus prácticas ultraliberales, liquidando los servicios públicos, mezclado con una insoportable corrupción  cotidiana, que sólo favorece los intereses se una minoría de mercaderes–sanidad y enseñanza, en primer lugar–, sin importarle la situación real de los ciudadanos peor situados, sino el negocio.

    Y lo que es más horrendo, con el apoyo de partidos que se dicen hasta de izquierdas, que se han embarcado en el mismo proyecto reaccionario de la gran burguesía catalana oportunista, que a río revuelto, seguro intentará, con cantos de sirena, aprovechar la situación para orillas la corrupción, ante la inexistencia de partidos de izquierdas en Cataluña, y tratará de asimilar republicanismo, con el independentismo de la extrema derecha gobernante, con el coro de palmeros que abandonaron hace tiempo su señas de identidad, y hoy constituyen el PUC, partido único catalán.

    De no hacer un refrendo con todas las garantías democráticas, con una amplia discusión de meses, o el tiempo que sea necesario, de toda la población española, propiciándolo en todos los foros, sin cortapisas y sin trampas, no serviría de nada. O, como decimos, sería dejar los problemas sin resolver, y aplazado. 

   Sin duda la desafección que los ciudadanos sienten ante el  régimen ya caduco y corrupto, sólo se resuelve tratando de cerrar el paréntesis que se abrió con el golpe de Estado franquista, la guerra, la dictadura y el posfranquismo, al que algunos llamaron transición, sin que se diera satisfacción, al menos moral, de los crímenes del fascismo aún no reconocidos ni condenada la dictadura, de las humillaciones que tuvieron que pasar por defender la legalidad Republicana. Es hora de cerrar ese paréntesis para que todos los ciudadanos nos sintamos, no sólo en un Estado legal, sino legítimo, tanto en sus símbolos como en las instituciones.

U. Plaza