martes, 8 de noviembre de 2011

¿DEMOCRACIA? ¿QUÉ DEMOCRACIA? (IV)


Y así llegamos a preparar la escena para la comedia electoral, culminación de la obra maestra de los poderes económicos, para lo que, sin duda, contaron con la benevolencia y colaboración de todo un entramado social, político y sindical, a los que previamente habían convencido de que eran imprescindibles para la consolidación democrática, dorándoles la píldora de su ego; de que eran parte del sistema, no sus adversarios como la lógica social aconseja, para defenderse de la explotación salvaje, y se lo creyeron o simularon creérselo porque les iba bien la aparente paz social. Para lo cual el  Estado–nosotros, nuestro dinero– se encargaría de hacer posible que esos agentes se sintieran cómodos. 



Y hasta hubo quienes se sintieron encantados con los codeos con personajes poco recomendables de la derecha de siempre, la represora –la que hacía tres cuartos de hora que se manifestaba franquista–, pisando sus alfombras y sus muy caras residencias y palacios, que durante un rato permitían la entrada a algunos, dirigentes que, aunque muchos de ellos iban previamente perfumados para la ocasión, sin duda en cuanto salían, tras la risotada descomunal encargaban que desinfectaran la estancia de olor a obrero. 


Los oligarcas trabajaban a largo plazo. Y supieron comprarle el alma a los dirigentes–políticos y sindicales–, cada vez más ajenos a sus orígenes, a las organizaciones que otrora fueron combativas contra la dictadura, hasta convertirlas en meros instrumentos de sus manejos. 


Nos vendieron que elecciones era sinónimo de democracia. Que votar cada cuatro años era la panacea; que tras la dictadura, con echar una papeleta en una urna ya habíamos cumplido con nuestros deberes democráticos de ciudadanos libres, y hasta la próxima; y que a partir de entonces ellos, los que manejaban el cotarro se encargarían de nuestra felicidad. Ese fue el mayor triunfo de la casta política financiera: el triunfo del individualismo, la insolidaridad y de que cada uno vaya a los suyo, y ellos a lo de todos, a intentar liquidar derechos conquistados durante años de lucha.