sábado, 7 de septiembre de 2013

LA RUTA DEL PSC, DE SU NACIMIENTO HASTA EL ABISMO

   Muchos se preguntan en estos tiempos de sufrimiento del PSC del porqué de tanta pasividad durante tantos años. De cómo era posible que, contra todo pronóstico, desde que perdieran las primeras elecciones al parlamento de Cataluña no se preguntaran las razones de semejante contradicción, de que al ganar todas las elecciones  generales, arrasando y arrollando a sus contrincantes, perdieran todas las catalanas. 

   Muchos observadores lo analizaron minuciosamente; unos tratando de llevarlo al abismo por el camino de imitar a la derecha convergente (que en aquellos años seguía con la careta de "moderada"), al que al final llegó un PSC agónico; y otros que advertían del dislate de querer competir en el mismo terreno de la derecha nacionalista;   pero que estos gritaban en el desierto y que eran descalificados por los mismos dirigentes nacionalistas del partido.

   Así que se apresuraron a ir por el camino contrario del que aconsejaba  el sentido común de una formación que exhibía la “S” de socialista en sus siglas: ser más nacionalista, y hasta haciéndolo ostentosamente eliminando precisamente de su logotipo  lo que les daba las mayorías, que no era otro que su identificación con el socialismo español, con el PSOE, cuya base electoral indiscutiblemente engrosaba la representación catalana del partido en el Congreso de los diputados. La "independencia" del PSC con respecto al PSOE más propagandística que real para contentar a la derecha nacionalista, fue un paso más hacia la hecatombe.

  Cuando el señor Montilla llegó al gobierno catalán, creó esperanzas en ese electorado popular y obrero de los barrios, que pronto fue defraudado, porque resultó que el que  la gente suponía que podía introducir algo de racionalidad en los desastres anteriores, resultó un fraude: “nuestro presidente nos ha salido rana, se ha vuelto más papista que el papa y le está haciendo el trabajo a Convergencia en el desvarío identitario”, se comentaba.  Hasta llegar a dislate de apoyar una manifestación ultra desde la presidencia contra el Tribunal Constitucional, algo insólito desde las instituciones, sólo concebible en un estado paranoico en el que está asentada la política nacionalista catalana.

   A partir de ahí el abismo al que se acercaba el PSC estaba despejado. Muchos de sus votantes, mayoritariamente de las clases populares y que le votaban por “socialista” se sintieron desconcertados y decidieron quedarse en casa la mayoría o una parte desviar su voto a Ciudadanos. 

   Y Cabía preguntarse: ¿Es que en el PSC no había nadie con capacidad de análisis que comprendiera los motivos por los que una tras otra se perdían las elecciones catalanas, mientras se ganaban de calle las generales?

   No creo que esa fuera la razón. En el PSC, sin duda hay personas capacitadas que se percataban del problema. Pero el principal escollo  no era otro  que el partido estaba dirigido por la misma clase social, la burguesía, que el “otro” partido de la derecha, con sus mismos eslóganes patrioteros, aunque algo atemperados con algún tiente verbal "socialista". 

   Y la intención de esa fracción que copaba los cargos y decidía en el PSC no estaba por la labor de ganar unas elecciones en clave de izquierdas, sino en competir con CiU en su terreno nacionalista y "nacionalizar" al partido. Porque, en última instancia, CiU representaba los intereses que en el fondo deseaban los dirigentes del PSC: los de  la burguesía. 

  Con esos mimbres nacionalistas pocos cestos socialistas se podían tejer. Y cuando llegó Montilla y sus colaboradores, muchos de ellos sin embargo nada proclives al nacionalismo, en lugar de dar un giro copernicano al partido, que era lo que necesitaba,  persistió en el error por una especie de complejo, que no sólo lo llevó a ser como decimos más papista que el papa, encabezando algunas de la políticas que no se atrevieron a poner en práctica los convergentes en su día, como las multas por la rotulación. Mientras, la derecha aguardaba frotándose las manos, con la valiosa ayuda de ERC, el otro partido de la derecha, y en parte  de ICV, a que se quemara y se estrellara. 

   Pero, cuando llegó el desastre, la nueva ejecutiva encabezada por Pere Navarro, en lugar de hacer los propio, que no era otra cosa que dar el giro que no había dado Montilla, y limpiar el partido de aquellas personas que trabajaban con los mismos patrones destructores. Pero los dejó que siguieran minado desde posiciones nacionalistas, es decir de derechas, a la nueva ejecutiva. Lo que impedía que todas las energías las dedicaran a rehacer la formación sin enemigos dentro.

   Es evidente lo que el PSC debiera de hacer: O es un partido socialista con apoyo popular, junto a sus compañeros del resto de España, sin rémoras que lo identifiquen con la derecha nacionalista;  o bien se integra en la casa gran –que cada vez es Mas barraca– de CDC. O sigue por el mismo camino que es la extinción como partido de las clases populares. 

Ubaldo Plaza