lunes, 7 de noviembre de 2011

¿DEMOCRACIA? QUÉ DEMOCRACIA (III)


Se trataba de hacer una transición de la dictadura a la democracia, lampesusiana, donde todo cambiara para que todo quedara igual. Para que las estructuras económicas de la oligarquías pasaran ese trance sin modificar nada sustancial, todo lo contrario. Y para cual era necesario inventarse unos actores, unos agentes políticos que no sólo procedieran del régimen, sino que aparecieran envueltos y rodeados de una orla opositora a la dictadura, cuando durante todo el largo periodo dictatorial habían brillado por su ausencia. En realidad era una creación ex novo con semejante nombre de antaño, pero  que lograría sus objetivos: pasar por  el original, pasar como opositores al régimen desde siempre. De eso se encargarían los muy poderosos medios.   Muchos de aquellos opositores fabricados ad hoc se entremezclaban con los procedentes del régimen. Ahí están la hemerotecas para comprobar los orígenes de muchos de ellos.



Pero también de entre lo que habían hecho oposición a la dictadura, hubo que se dejaron seducir por los cantos de sirena de esa anunciada democracia o franquismo sin Franco que se vislumbraba, aceptando más allá de lo humanamente soportable que los vencedores de antaño lo fueran de nuevo con una calculada y voluntaria amnesia, con la que hemos vivido durante todos estos años de democracia para los privilegiados de siempre;  para que las nuevas generaciones crecieran en la ignorancia  sobre su historia, ajenas a lo que representó la dictadura, que en muchos aspectos hizo regresar a nuestro país a la Edad Media con una imposición  religiosa idiotizante,  al más absoluto oscurantismo  para las clases populares.  Donde los privilegios de los vencedores seguirían aumentando; y sin que nuestra más reciente historia fuera conocida en las escuelas por la inmensa mayoría de ellas. Fue un pacto tácito que imprimió su sello a la nueva derrota, pasando nuestro pasado reciente de puntillas, para que no se sintieran molestos  los beneficiarios del régimen franquista,  convirtiendo en tabú todo  lo sucedido  desde 1931, lo que representó la República para la modernización de España, las causas reales de la guerra y todo lo que tuvo que sufrir nuestro pueblo durante la dictadura. 


Así llegó a aquel pacto, que en realidad fue una trágala, donde el objetivo principal de los agentes económicos y políticos–los franquistas y los recién inventados con pomposos nombres hasta de izquierdas– era que la transición que estaban cocinando fuera tan aparentemente democrática como vacía de la misma. Era importante para ellos que se configurara un aparente régimen de libertades políticas, sin que se pusieran en peligro, ni en lo más mínimo el poder oligárquico,  que como sabemos saldría reforzado.

Así que se creó una ficción de Estado democrático. La decisión del  dictador, con todas las variantes que se quiera se había consolidado: que no sufriera en lo más mínimo el poder de los de siempre.  Los medios de comunicación de esa oligarquía se dedicaron a ello por entero para vendernos las virtudes del nuevo régimen; y hasta para convencernos de que lo que hacía poco era parte indiscutible del aparato represivo, había cambiado; que las decisiones del dictador de imponernos un tipo de Estado monárquico, fruto de un golpe de Estado, una guerra y cuatro décadas de barbarie, se habían metamorfoseado en demócratas de toda la vida. Nos permitirían el derecho al pataleo, mientras se empeñaban en la tarea de despojarnos de los derechos conquistados durante muchos años de lucha. 

¿DEMOCRACIA? ¿QUÉ DEMOCRACIA? (I)

 ¿DEMOCRACIA? ¿QUÉ DEMOCRACIA? (II)



(Sigue en IV)


U. Plaza