miércoles, 15 de diciembre de 2010

LAS ELECCIONES PRIMARIAS EN LOS PARTIDOS


Las elecciones Primarias en los partidos políticos, debieran ser de obligado cumplimiento. Esa práctica haría que la tan devaluada democracia española se saneara, o al menos mejorara y limitara los abusos de las ejecutivas. Pero los cacique de los paridos temen a las Primarias más que a un pedrisco. Saben muy bien que sus convicciones democráticas no llegan a tanto. Están enfrentadas a sus intereses personales o de grupito. Darle la oportunidad a las bases de los partidos,  a los que todo lo dan sin recibir nada a cambio, constituye sin ninguna duda un ejemplo de democracia, pero también un peligro incontrolable para los intereses del caciquismo paritocrático que domina el panorama político español, fraguado con tanto esmero para que no se les escape nada: que lo que digan los jefes sea ley sin la menor discusión. 

Cuando alguna vez se han hecho las elecciones Primarias en algún partido de los grandes, ha sido por una circunstancia excepcional, o de desencuentro entre facciones o personales; a pesar de figurar en las normas internas y estatutarias, de la que los jefes guardan un amargo recuerdo, la norma se elude a veces con elegancia, a veces burda y caciquilmente. Lo vimos con José Borrell, y cómo  el  antiguo falangista González, pensó que las ganarían los suyos, los del aparato; pero resultó que no, que Borrell arrasó, demostrando que las bases estaban hartas del aparato felipista y querían democratizar el partido. Felipe y su poderoso clan, con la actitud de soberbia que lo caracteriza, con su poder omnímodo de entonces, no aceptó la derrota y puso  en marcha el juego sucio.  Sacó a la luz que un colaborador de Borrell, había sido cogido en falso. Y aunque  Borrell no tenía nada que ver con aquello, salvo que él era el responsable político, por coherencia, dimitió. Era lo que el aparato felipista deseaba, por ser el de la Seo de Urgel molesto y no entrar en el juego tan nefasto, a pesar de que muchos lo lamentaron por considerar a Borrell un hombre honesto, y nada inclinado a los pasteleos con los nacionalista, que tanto daño llevan haciendo a la democracia y al propio partido socialista, aunque no a sus privilegiados barones. 

Desde entonces no se han vuelto a hacer primarias en el PSOE a nivel nacional. Y cuando alguien las propone, enseguida es desactivada la idea. Es muy peligrosa. Y  lo es tanto que como hemos podido ver en Madrid, por más que el máximo jefe quiso imponer su candidata, Trinidad Jiménez, las bases, con el criterio democrático del que carecen los que se benefician del tinglado llamado partido, decidieron votar al que consideraban más cercano, en lugar de al burocrático Aparato, es decir, a Tomás Gómez, que se enfrentó a la soberbia del jefe.

En el Otro partido mayoritario ni siquiera se llega a intentarlo porque ahí todo es piramidal y hasta digital por el dedo del dios del momento, como sabemos. 

Consentir como lógica democrática las Primarias, es tanto como desnudar a los supuestos líderes, que lo son por los mecanismos encorsetados que controlan  las direcciones. Pero los dirigentes se sabes ídolos con los pies de barro. Y si se deja votar a las bases, los ídolos muy probablemente se vendrían abajo, demostrándose que su liderazgo obedece más a circunstancias  puntuales, que a un liderazgo ganado democráticamente, a pulso y con el consenso de los militantes. Por eso se niegan a dar libertad de voto a las bases de los partidos con toda naturalidad estatuaria, y se buscan subterfugios para no hacerlas, como lo del candidato único, consensuado entre ellos,  para hacerlas a su manera que les garantice el resultado deseado. El absoluto control lo permite. Hasta los Congresos, más si cabe por la importancia de los mismos, están milimétricamente calculado su desarrollo y resultado. Cualquiera que conozca el vientre de los partidos lo sabe.  Y cuando algo no sale como se ha previsto, se convierte en un verdadero terremoto– como sucedió en el Vº Congreso del PSUC, hará pronto 30 años–, cuando debiera ser norma democrática su resultado.

Es lo mismo que sucede con las ansiadas elecciones con listas abiertas. De celebrarse de este modo las mismas, se comprobaría de verdad el apoyo popular qué  candidato tiene más consenso entre la ciudadanía para ser diputado, alcalde o jefe de gobierno; pudiéndose dar la paradoja de que aquel que con tanto relumbrón de líder salen a la palestra como intocable y con popularidad, quedara muy por sebajo de otros mucho menos valorados por los Aparatos, pero más por los ciudadanos. Sería admirable que la democracia funcionara de esa forma. Pero como en el caso de las Primarias, las burocracias de los partidos lo saben muy bien, y por nada del mundo consentirán que eso pase. Y para evitarlo, que nadie dude que se pondrán de acuerdo los grandes partidos, tanto a nivel de España, como de las taifas, con los partidos nacionalistas como fuerzas imporantes o mayoritarias en las mismas, en las que toda discrepancia desaparece para asegurarse sus privilegios, acuerdo digno de mejores causas, que la de impedir que se extienda la democracia. 

La democracia en los partidos figura en la Constitución. Pero como tantas otras cosas, que tambien se escribieron en la misma Norma de Normas, no se cumplen. Es más, están para que no se cumplan ¿o no es cierto que figura el derecho al trabajo, a la vivienda, y a la igualdad de oportunidades, por sólo citar algunas de las que no se cumplen de forma escandalosa?

Sin embargo hay millones de parados y al mismo tiempo sueldos escandalosos; La gran delincuencia banqueril desaloja a los ciudadanos de sus casas y los lleva a la desesperación y ningún poder público enarbola la Constitución en su defensa; todo lo contrario.  ¿y alguien puede pensar sin soltar una carcajada, amarga, que en España, al amparo de la Constitución todos tenemos las mismas oportunidades?  ¿O hay que recordar las cada vez más diferencia entre ricos y pobres y cómo el gobierno expolia a éstos mientras permite que las grandes fortunas sigan creciendo? Y así podríamos seguir. 


Las Primarias en los partidos, contrariamente a lo que algunos pudieran pensar, no es sólo de la incumbencia de  los militantes de los mismo, sino de todos. Porque es la primera condición para sanear la vida pública tan emponzoñada; hacer que el ciudadanos tenga los resortes para acabar con los corruptos, e incluso que no lleguen a ocupar cargo alguno, por actuar el militante de base como primer dique sanitario. Situaciones como las de Cataluña con lo de Pretoria o Palau, así como lo de la Comunidad valenciana, y en tantos y tantos ayuntamientos, serían impensables con partidos democráticos, que las elecciones primarias hacen posible. Y la triquiñuela de lograr que sólo haya un candidato, es el principio del caciquismo en los partidos.

U. Plaza.