lunes, 4 de abril de 2011

TRAS LA HUÍDA DE ZAPATERO: AHORA, MÁS PELIGROSO



La decisión, por agotamiento, del presidente del gobierno,  de no presentarse a las próximas elecciones generales del 2012 era algo que hace mucho tiempo "estaba al caer".  Su partido, digan o que digan ahora elevándolo al la cumbre de "la honestidad democrática, del sacrificio" (Chacón), los barones tienen pánico a su presencia;  lo que antes consideraban un activo, se ha tornado en rémora. La última conocida ha sido pedirle una puesta en escena con los poderosos,  al banquero mayor del reino, Emilio Botín, y gran beneficiario de la crisis, para que le pidiera públicamente su permanencia. 

Semejante decisión ha sentado como un tiro a los barones; ya que si bien toda la política que viene haciendo el Gobierno ha sido de descaro pase a la derecha de Zapatero, sin la menor moralidad, la petición de ayuda  al jefe Botín, era algo inasumible por ellos. No porque tengan menos tragaderas para defender lo indefendible por alguien que se llama socialista, sino porque tienen la vista puesta en las elecciones y sus cargos y privilegios pueden peligrar. 

Zapatero, si en lugar de ser un personaje obscuro y ambicioso, sin escrúpulos para obedecer todo lo que le han mandado  los mandamases de Bruselas y Estados Unidos, se hubiera tratado de un socialista, cuando le impusieron que hiciera las políticas de sufrimiento para los sectores más desfavorecidos, entonces era el momento de haberse ido, de haber dimitido; y lo hubiera hecho, si no como un hombre de Estado que nuca ha sido, sí salvando algo la dignidad al no romper con la izquierda social y con sus propios votantes. Pero prefirió, como los malos jugadores,  seguir jugando y ver si la suerte cambiaba. 

Zapatero, prefirió  reunirse a espaldas del Parlamento, visualizando ante la opinión pública la comunión  de criterios entre "los grandes de España", y él, que se presentó a las elecciones como socialista. Ha podido ser la gota que ha desbordado el vaso de la paciencia de los barones de su partido, que ven peligrar sus feudos. Y aunque todos ellos han seguido apoyando sus políticas reaccionarias con un silencio cobarde, es evidente que el responsable primero es el presidente, pero también los que están ahora tratando de devorarse para ocupar su puesto.

Y no debiéramos ser muy optimistas por una decisión que al fin y al cabo es más de  los  intereses de grupo, "de oficina de colocación" en que se han convertido los partidos, que al ciudadano. Porque es precisamente ahora, cuando Rodríguez Zapatero, ya en retirada y a sabiendas  que  no será candidato, cuando puede ser más peligroso; más todavía que el desastre que ha causado a los sectores populares por sus agresiones: la reforma laboral, recortes salariales o el aumento de los años de cotización –a los que de ninguna manera podrán llegar los españoles del futuro –. Es ahora cuando el presidente puede causar más estragos a los trabajadores ya montado en la espiral de la derecha. Una vez que se sabe políticamente cadáver, seguramente para la izquierda y para la historia de la socialdemocracia,  que lo recordará como el socialdemócrata español converso al liberalismo, que más daño ha causado a los más pobres, y más ha hecho por congraciarse con los poderosos. Habrá dejado, quizá por lo que obscurece el paso del tiempo, a su antecesor González, en el olvido de sus también desmanes contra la izquierda.

Ahora, como quien dice, puede morir matando a base de decretos que hagan que la llegada del PP sea un paseo, por rematar y facilitar la faena del liberalismo con alguna decisión privatizadora más, algunos recortes sociales que se le ocurran para contentar a los grandes, y que haga las delicias de los   insaciables múltiples millonarios con los que se reunió, con los que ha hecho buenas migas el converso "socialista".  

Este año que le queda, si es que lo puede aguantar, que lo dudamos, ya que se huele una retirada por etapas, puede ser  mucho peor para los trabajadores y clases populares. Ya sin responsabilidad de futuras elecciones, nada le impide dar un paso más por el camino que emprendió de quitarse la careta de progre y mostrase tal y como ha resultado ser: aprendiz adelantado de los recortes sociales que desea la derecha.

La dimisión debiera haber sido antes, pero del gobierno. Cuando quedaban dos años de legislatura. Seguramente sus sustitutos habrían hecho la misma política porque lo de socialismo es un eslógan para indocumentados. Pero él hubiera entrado en la Historia por la puerta grande de la ética, al negarse a ser ejecutor de las políticas reaccionarias que le ordenaban.

El mandato de Zapatero ha sido un desastre en muchas de sus decisiones a las que no han puesto coto sus compañeros de partido, por el mimetismo caudillista que corroe  a los partidos políticos españoles, con funcionamientos nada democráticos.  Fue un desastre cuando los partidos nacionalistas catalanes–de derecha, llámense como se llamen– andaban a gorrazos elaborando los disparates de  un Estatuto que Zapatero  rescato del naufragio,  demostrando su mediocridad como gobernante, teniéndolo que resolver la metedura de pata un inacabable proceso del Tribunal Constitucional.

A partir de ahí todo ha ido de mal en peor, mutando hacia los deseos del emperador o sus sucursales europeas. El de "el no a la guerra", nos metió en la trampa de Afganistán, de la que nadie ve la salida, donde nuestros jóvenes caen, Pero seguimos estando "en una misión humanitaria", no en una guerra. Y en un penúltimo acto –porque el personaje es imprevisible y no negará nada  al jefe yanqui, incluso antes de que se lo pida–, de sumisión al Imperio, que nos ha querido vender como "codeo entre grandes, y como un acto de salvación humanitaria", nos hemos convertido en bombardeadores de ciudadanos libios, para derrotar una dictadura  que hace sólo unas pocas semanas era la gran amiga de Occidente, Rodríguez Zapatero incluido. Y, aunque haya sido Zapatero, somos los españoles  con nuestros impuestos los que echamos las bombas.

Zapatero, como por otra parte han hecho todos los gobiernos de la democracia, ha seguido apoyando a la dictadura medieval del sátrapa marroquí;  callando ante las masacres contra el pueblo saharahui, olvidando las responsabilidades  históricas que tenemos con ese pueblo. Esas políticas pueden tener cualquier nombre, pero desde luego, no socialistas; ni siquiera normalmente humanitarias que  defiende la izquierda. La que siga siéndolo, claro. No la que apoya la guerra, por mucho que se llene la boca de socialismo, o digan tener Iniciativa.

El balance del mandato de Rodríguez Zapatero es desolador para aquellos que pusieron alguna esperanza en que, si más no, por lo menos pusiera freno a la salvaje agresión de las fuerzas poderosas interesadas en la liquidación de derechos conquistados en duras luchas. Pero ha resultado un converso a todo lo que decía combatir. Se va  cargándose todo lo que como sociedad supuestamente democrática se consideraba irrenunciable. Lo lamentable es que los que quedan, no aprenderán. Y cuando pierdan las elecciones, se harán en algún aquelarre, propósito de enmienda. Pero cuando vuelvan, todo volverá a ser igual. Porque ellos no están aquí, como se le supone a un partido socialista, para cambiar la sociedad injusta, sino para gestionarla. Naturalmente, quisiéramos equivocarnos.

U. Plaza.