lunes, 24 de noviembre de 2014

LAS OCURRENCIAS DE PEDRO SÁNCHEZ


   El recientemente nombrado secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, lleva desde que accedió al cargo, dando bandazos como pollo sin cabeza. Se le ocurren las más estrambóticas propuestas. La última de verdadero calado destructor, como blindar la competencias en materia de enseñanza, para intentar contentar a los nacionalistas. Que todo el que conozca el percal sabe que es tarea imposible. 

    Es inconsistente por antidemocrática, que los nacionalistas, que no los catalanes, que somos muy diversos, se sientan cómodos y "encajen" en España. Es decir una minoría, que por el hecho de tener controlados todo el arsenal propagandístico pagado con dinero público, se erigen como "representantes del pueblo de Catalán". Cuando en realidad se trata de la minoría que ha mandado siempre: la burguesía que fue franquista, y hoy es nacionalista. Porque todo es cuestión de dividendos, no de patrias.

   Sánchez, este pipiolo de la política, al menos en cuanto al conocimiento de la naturaleza del caciquismo nacionalista, parece no darse cuenta de lo antidemocrático de su propuesta.  Porque lo que está proponiendo no es ni más ni menos que darle categoría legal a la exclusión ya existente, por la irresponsabilidad de los gobiernos de España, de más de la mitad de la población. 

   Es decir excluir como ciudadanos a aquellos que tienen como lengua el castellano, la lengua oficial en todo el Estado. Pero no sólo a estos; sino a todos aquellos catalanes que, aun teniendo el catalán como lengua materna, no quieren verse excluidos de la posibilidad de aprende la que hablan 500 millones de personas en todo el mundo, con políticas de campanario, provincianas del nacionalismo. Los que desean que ambas lenguas sean impartidas en la enseñanza pública y utilizadas en la administración, como debiera ser en un país democrático.  

   Porque el nacionalismo, per se,  no respeta aquellos acuerdos que no le sirvan para sus propósitos venideros, como sabemos de los últimos 34 años. Ya que, una vez los nacionalistas lo logran en una materia determinada, tras negociaciones con los gobiernos, de inmediato ya cavilan  y preparan el siguiente chantaje, sin tener en cuenta que lo logrado por cesión por parte del Estado,  es precisamente para mejorar la posición del gobierno autonómico, en favor de los ciudadanos; no para que sea utilizado como munición para el siguiente envite, que sin duda emprenderán de inmediato. Es la historia de un chantaje de las últimas tres décadas.

  Todo esto, la naturaleza antidemocrática del nacionalismo, parece ignorarlo el Señor Sánchez. Como lo han ignorado sus compañeros del PSC. Partido que jamás ganó unas elecciones catalanas; mientras ganaban por goleada las generales. Y nadie, ni en el PSC ni en el PSOE, se preguntó nunca el porqué de este hecho. Ni si convenía cambiar de estrategia tras tantos fracasos: Dejar de ser un "partido con dos almas", de las que siempre prevalecía la nacionalista. 

   Pero si ganaban las las elecciones generales, lo hacía la "socialista". En realidad el PSOE, no el PSC. Y era con los votos del Cinturón obrero de Barcelona, que ni poco ni mucho son nacionalistas, como es obvio; a pesar de que la dirección del PSC copada por nacionalistas, o conversos, hizo cuanto pudo para llevar el mensaje "catalanista –forma vergonzante  nacionalista–, calcado al de la derecha de CiU y ERC, a los que se sumaban los "iniciativos" pos PSUC. 

  Es más, muchos de aquellos trabajadores de Cinturón de Barcelona que votaban al PSOE, consideraban el PSC "cosa de los nacionalistas catalanes", o muy parecidos, por la políticas lingüísticas que emprendían unos y otros: calcadas a las de CiU y ERC.

   Desconocemos si semejante ocurrencia de blindar las competencias de la enseñanza en manos del nacionalismo, y la exclusión de la lengua de la mayoría de los catalanes, el castellano,  la ha elaborado Pedro Sánchez solo. O si ha contado con el consejo de alguien más. Por ejemplo, por Felipe González –su referente–, que últimamente se dedica a impartir admoniciones desde un puesto tan "socialista" como es el Consejo de administración de una multinacional. Él mismo responsable, con otros, de la situación en la que nos encontramos los catalanes ante el desafío a la democracia de la derecha nacionalista.

   O quizás  haya sido Zapatero –su otro referente, mira por dónde–, el que, demostrando cuando gobernaba el mismo desconocimiento del nacionalismo que ahora demuestra Sánchez, le vino a decir a Maragall, que estaba dispuesto a renunciar de sus responsabilidades como gobernante de todos los españoles, y aceptar lo que decidieran los nacionalistas catalanes; que repitámoslo una vez más, no somos todos los catalanes, ni de lejos.

    Porque no creemos que hayan venido semejantes disparatados consejos del bushiano Aznar, aunque no es descartable; aquel que, por acceder al poder, vendió su alma al diablo Pujol, desmantelando su partido en un momento en alza. Porque el PP catalán hacía precisamente todo lo contrario que el resto de los partidos, y se enfrentó al pujolismo. Haciendo  desde la derecha, lo que debía haber hecho la izquierda de no haber estado abducida. Además de haber garantizado los derechos de todos los catalanes, en lugar de unir sus propósitos a los nacionalistas, hasta llegar a la inanición ideológica de hoy, de lo que fue la izquierda.

  Se sabe que el PSOE nunca podrá acceder al gobierno de nuevo sin los votos catalanes. Pero en ese intento de contentar a los ambiguos militantes del PSC, que cada día son más los que desertan hacia su lugar natural, el nacionalismo, va en dirección contraria. 

   Si no se les ocurrió averiguar los motivos por los cuales el PSC nunca ganó una elecciones regionales, quizá sí deberían averiguar ahora si el PSC no es un obstáculo; y si debieran presentar candidaturas como PSOE, en Cataluña. Como, por otra parte también debiera hacer Izquierda Unida. 

 La propuesta de blindar las competencias de enseñanza, qué duda cabe que a la derecha nacionalista (CiU-ERC e ICV-EUiA) no tiene por qué parecerle mal; toda vez que es una trinchera más y un arma para próximas contiendas hacia sus objetivos, que siempre tuvo presente: el independentismo.  Más bien habría que pensar si no ha llegado el momento en que el Estado se dote de autoridad y recupere las competencias en materia de Enseñanza –también sanitaria–, para que nuestros hijos dejen de estar adoctrinados en fanatismos, en lugar de crear ciudadanos libres y no manipulables por fabricantes de humo e inventores de patrias, que dividen al ciudadano. Y esto, o lo hace la izquierda, recuperando su origen solidario e internacionalista, o no lo hace nadie.

Ubaldo Plaza