jueves, 2 de febrero de 2012

LA DERECHA SÍ APLICA SU PROGRAMA REACCIONARIO


La derecha que consideramos como tal, aunque haya la otra que pasa por no serlo, pero que aplica políticas similares cuando llega al poder, no se anda con  dudas ni le tiembla el pulso a la hora de aplicar su programa de defensa de los intereses de las castas más favorecidas; eso es algo que nadie puede echarles en cara, es como un hachazo en la espina dorsal de la parte de la sociedad más desamparada y contra aquellas políticas que de alguna manera  tuvieran algunos rasgos sociales, de modernidad y progresismo. 

Apenas hace poco más de un mes que accedieron al poder político –el poder de verdad, los bancos, la Iglesia y el represivo, siempre lo han tenido desde que, del franquismo duro pasamos al posfranquismo monárquico, gracias a aquel juego de trileros y escamoteo de la decisión popular llamado Transición–, que ya aplican los aspectos más reaccionarios de sus políticas, algunos con verdadera saña, que incluso están mucho más a la derecha–siempre lo estuvo–europea, que normalmente tiene más tacto e inteligencia a la hora de modificar leyes, que otros gobiernos socialdemócratas llevaron a cabo, para que no apareciera el espectro vengativo de inmediato. 

En Europa, como se sabe, cuando parte de la derecha combatía al fascismo junto con la izquierda, esa misma derecha era fascista en España. También la derecha europea, hizo bandera del laicismo a principios del siglo XX, mientras en España era de un integrismo insultante, igual que lo es ahora la Conferencia episcopal, sólo que hoy es contestada por los católicos de base. 

Nuestra derecha ha cambiado algo el ropaje, pero no la obra a representar. Siguen igual porque sus objetivos no  cambian si no se les obliga. 

Pero quejarse de eso significa no entender que la derecha aplica su programa, como entiende la lógica de sus intereses de clase. Por eso, de inmediato, entre otras muchas cosas, lo primero que hace es cambiar la política de Educación para la Ciudadanía, timorata al fin y al cabo, pero excesiva para  ella;  y la ley del aborto, que son las que el integrista clero medieval  que manda en España, le exige como botín por su apoyo a la derecha sin el mejor disimulo. 

La primera es fundamental para la Iglesia, ya que la educación ha sido secularmente el deseo de la secta católica de mantenerla en sus manos o bajo su control, porque controlando la educación de los niños controla el resto de las personas, proyectando su ideología sumisa hacia las futuras generaciones que seguirán enejenadas. Ese fue su principal caballo de batalla cuando decidieron acabar con la República–burguesa, no se olvide, pero progresista–, que aseguraba a sus ciudadanos  una enseñanza moderna, laica y con la razón como instrumento, libre de supersticiones y manipulaciones místicas medievales.

Naturalmente la ley del aborto es otra de las que más intromisión ha tenido por parte del clero, ya que la libertad de la mujer para decidir como persona sobre su propio cuerpo, no es digerible por una organización misógina y reaccionaria  donde las haya–el temor a la mujer se comprende porque la libertad de ésta pone en peligro el tinglado–, que no tolera que la, desde siempre sumisa mujer, a su entera disposición para expandir sus mensajes reaccionarios, pase de ser sierva a  ciudadana. Saben muy bien que la libertad de la mujer, ya menos manipulable desde los púlpitos, por reaccionarios intereses, rompe el esquema que les permite la enajenación de gran parte de la población femenina. 

Pero insistimos, eso entra dentro de lo que se puede esperar de una clase social  depredadora. La burguesía, que defiende con uñas y dientes, ya sin careta, sus intereses de clase, e incluso, como ocurre ahora, para recuperar lo que las clases populares conquistaron durante siglos con dura lucha y mucha sangre derramada,  muchos años de prisión de los trabajadores; hasta intentar llevarnos a situaciones propias del siglo XIX, que es en lo que están empeñados.

Lo lamentable es que, la todavía llamada izquierda, la socialdemocracia principalmente, cuando accede al poder, a parte de algunos retoques de adecentamiento de la cara más negra del capitalismo–a veces ni eso como hemos visto con Zapatero con su sumisión de mejor alumno del bestial liberalismo–no hace lo que se espera de ella, sino que es timorata e incluso descaradamente colaboradora con la derecha que anda al acecho, marcando el  terreno y condicionando políticas que debieran ser de índole avanzado. 

Por ejemplo: el PSOE llevaba en su programa entre otras muchas, una ley de libertad religiosa que Zapatero metió en el cajón olvidándose de ella, con la que debiera haber puesto en su lugar a la muy reaccionaria institución eclesiástica, la Iglesia católica, retirándole la escandalosa subvención que recibe de todos los ciudadanos, seamos o no católicos; y hacer que, como corresponde, a toda  organización,  pague sus impuestos y deje de gozar de los privilegios que le otorgó la dictadura por sus apoyos al sostén de la misma, validando o "bendiciendo" todas sus tropelías.

Tampoco hizo nada Zapatero por llevar a cabo una verdadera Ley de la Memoria Histórica que devolviera la dignidad a los miles y miles de asesinados por la dictadura, poniendo los medios técnicos y económicos para que  fueran dignificadas aquellas personas que perdieron la vida por defender la legalidad democrática republicana, truncada por los delincuentes que se alzaron contra ella. De haberlo hecho el gobierno socialista, no asistiríamos al vergonzoso espectáculo de ver cómo una organización de extrema derecha, que en buena lid debiera ser ilegal en un país que dice ser una democrácia, lleva a los tribunales al único juez que se atrevió a tener en cuenta la demanda de los familiares de los asesinados, y que ésta encontrara aceptación en los tribunales.

En más de 22 años de gobiernos supuestamente socialistas, no sólo no se ha avanzado un ápice en la normalidad democrática, sino que estamos retrocediendo a pasos agigantados hacia las posiciones claramente defendidas por lo más negro de la dictadura, en lo que a derechos democráticos se refiere. 

Si bien es cierto que el hachazo contra las libertades y derechos ciudadanos los asesta la derecha, no es menos cierto que aplican el programa que le han puesto en bandeja los que impúdicamente se siguen llamando de izquierdas, olvidándose éstos de cumplir con su obligación de aplicar  programas que ilusionen a la ciudadanía, en lugar de defraudarla, con sus políticas de no molestar a la derecha en su más extenso sentido, Iglesia y banqueros incluidos. 

Porque no es causal que hayan habido miles y miles de desahucios de gentes sin recursos, que favorecen a los banqueros, sin que en ningún momento el gobierno de Zapatero se le haya ocurrido poner coto a semejante injusticia de los depredadores financieros, los mismos que son rescatados con  nuestro dinero, en lugar de llevarlos a la cárcel por su actuaciones. Con lo que muchos votantes, trabajadores  y clases populares, piensan que para votar a una izquierda como esta, mejor quedarse en casa. 

Y como durante muchos años en lugar de dedicarse a desarrollar políticas de concienciación ciudadana han preferido el secuestro del votante, la mayoría de ellos, defraudados no han considerado otra opción de izquierdas, con los que la derecha, sin aumentar sus votantes, se haya convertido en hegemónica. Ya se sabe: "si la izquierda hace políticas de derechas o contemporizadoras con éstas, acaba sentando en el Consejo de Ministros a la derecha pura y dura". Y en eso es en lo que estamos. Ahora Rubalcaba, tímidamente saca a colación "la revisión de los acuerdos con la Iglesia", algo poco o nada creíble, si tenemos en cuenta que jamás pasó por su cabeza en 22 años de disfrute del poder. 

U. Plaza