viernes, 1 de marzo de 2013

EL TRISTE OCASO DE LA IZQUIERDA ITALIANA, Y EL ABANDONO DE LOS PRINCIPIOS

El PCI, el gran partido de la izquierda italiana, el Partido de Antonio Gramsci, Palmiro Togliatti, de Luigi Longo y de tantos grandes dirigentes que dieron lo mejor a la lucha proletarias,  y que fue el principal bastión de la lucha antifascista durante la dictadura  de Mussolini y durante la guerra como organizador de la resistencia partisana, fue como ocurriría en otros partidos comunistas, defenestrado desde dentro, aunque con grandes y muy poderosas  ayudas exteriores.

El PCI tuvo despues de la guerra, un peso fundamentan en la política italiana, a pesar de tener grandes fuerzas en contra como  los Estados Unidos que se volcó en ayudar a construir y sostener a la corrupta Democracia Cristiana con todo los medios económicos, pero también logístico, para que los comunistas no lograran acceder al gobierno democráticamente; incluso mucho más adelante impidiendo una la alianza democrática planteada por Aldo Moro, asesinando a éste. 

También hay que recordar el papel del Vaticano en sus manejos para impedirlo, con métodos tan calcados a los de los yanquis como uno desee imaginar, con oscuras fuerzas del hampa como principales actores logísticos. Todos trataron de aislar al PCI, sin conseguirlo, manteniendo éste una base electoral muy considerable; y lo que era más importante una sólida confianza de gran parte de los italianos en el PCI, como partido serio y capaz de gobernar con responsabilidad allí donde lo hacía, fuera en las regiones, o en los municipios, incluso reconocido por sectores no afines; era de una trasparencia envidiable, en un país donde tanto el corrupto PSI de Bettino Craxi, tan corrupto como sus socios de la Democracia Cristiana, que estaba a la orden el día. 

Al PCI no pudieron liquidarlo desde el terreno enemigo. Por eso se empezó a minarlo y demolerlo desde dentro. Y, pasado el tiempo, nacieron voces en su seno que se sentía incómodos con el partido heredero de tantas luchas obreras, que molestaba a los recién llegados tecnócratas, o de la derecha infiltrados en sus filas, a veces hasta con discursos muy de izquierda. Así  empezaron como labor se zapa para liquidarlo desde dentro, y convertirlo del todo a la socialdemocracia– ya que hacía tiempo que habían dado pasos en esa dirección con el invento del eurocomunismo, de Enrico Berlinguer, junto a Santiago Carrillo  y Georges Marchais, porque estaba minado de derechistas ya hacía tiempo–, que acabarían pidiendo el ingreso en la Internacional Socialista (IS), que como sabemos es un dechado de integridad moral y democrática, en  cuyo seno militaban muchos, como el corrupto venezolano Carlos Andrés Pérez–maestro según se decía del español Felipe González– el autor del caracazo, un movimiento de protesta que ocasionó más de 300 muertos a los venezolanos; y Mubarak,  sanguinario dictador egipcio;  como el vil servidor de los intereses norteamericanos en el genocidio de Iraq, Toni Blair,  como perrillo faldero de Bush,  por mencionarr sólo a estos tres indeseables, pero hay muchos más en la cosecha de dictadores, que se hermanan en la IS.

Los urdidores de la derecha dentro del PCI, que ayudaron a su liquidación, seguramente se siguen sintiendo satisfechos por el trabajo realizado, que tal vez fueron reconpensados por la reacción para la que algunos, conscientemente o no, trabajaron. Pero tambien todos aquellos que siendo comunistas se dejaron arrastras hacia ese camino de liquidación del único partido de masas, serio y decente del panorama popular italiano, que se dejaron convencer con cantos se sirenas, de que descomunistizando el partido, convirtiéndolo en otro cosa, iban a arrasar  con una política menos de izquidas que haría que muchos ciudadanos de otras tendencias más moderadad–el PCI ya lo era bastante, recordémoslo–les votarían, convirtiéndose así en una extraño cuerpo irreconocible, pero en un partido indiscutible de Italia por su interclasismo. La cuadratura del círculo, ya que un partido no puede ser más que eso, defensor de una parte de la sociedad, en este caso la más débil; lo contrario es una mentira tan usada por la derecha, que dice representar a la mayoría,  sino  a toda. Cuando en realidad defiende sus negocios como clase dominante.

Aquella puesta en escena con los símbolos del PCI arrumbados y de cuyo interior nacía el olivo, con un prometedor futuro, no era más que una burda manipulación, para mantener el engaño de los promotores de la derecha en el seno del partido, diciendo que el origen de la nueva formación seguiría llevando en sus seno toda su historia de luchar heroicas del PCI, pero renovándolo y modernizándolo. (Algo muy similar se hizo el el PSUC, que también utilizaron el mismo leguaje, y  el colpo de stato, y hasta hablaron de L´Olivera, con un seguidismo vergonzante, que llevó al partido a su liquidación, verdadera meta de sus promotores, como los del PCI, y a las mismas o parecidas orillas convergentes con  la derecha; en el caso catalán, con la peor derecha, la nacionalista).

La realidad siempre es otra, porque abandonando los principios nunca se suma adeptos. Y menos en el sentido positivo de los supuestos objetivos, todo lo contrario: los que no están no se sienten identificados con el extraño cambio; y muchos de los que estaban, decepcionados,  dejan de hacerlo. 

Y el panorama no fue lo esperado, o lo prometido por sus urdidores. Enseguida se pudo ver a medida que se iban celebrando elecciones y el espectro político italiano se enrarecía sin que el supuesto proyecto ilusionara en la más mínimo a los italianos, todo lo contrario. Llegando al extremo de que los italianos se han sentido engañados y defraudados–en España vamos por el mismo camino–.  

El voto de la mayor parte de los italianos los pasados domingo y lunes tiene una lectura contra los panzer de la tedesca  del IV Reich,  y el expolio que los buitres financieros están llevando a cabo en Italia como en toda Europa. Y, contrariamente a lo que pasaba cuando la invasión alemana de Hitler, que los gobiernos defendieron y organizaron la lucha junto a su pueblos, hoy, esos gobiernos son colaboracionistas con los invasores, por la vía del expolio financiero, y están ayudando a hundir en la miseria a sus propios pueblos. Por eso el voto italiano hay que verlo contra los mercaderes que mandan en Europa. En realidad los poderosos que utilizan el arma contra los pueblos de esa cosa letal llamada Banco Central Europeo, que está al servicio de los expoliadores. La desafección de los italianos, y de otros pueblos de Europa, es contra la Europa delincuente y saqueadora, no contra la unidad de Europa, pero puede ser el principio de su liquidación. El hecho de que tras un golpe de Estado sibilino colocaran a uno de sus servidores, olvidando hasta las formas democráticas, ya dice mucho la case de gente que está al mando de este submarino. Y es curioso lo contentos que estaban con el mercenario que se prestó a servir de verdugo, Mrio Monti, a lo que han contestado contundentemente los italianos negándole la legitimidad, que solo le habían otorgado sus ama la teutona reaccionaria.

Y en ese río revuelto de desconcierto, han aparecido personajes de escándalo de la extrema derecha delincuente, que acaban haciéndose con el poder, como Berlusconi. Pero es que además el partido que nunca tuvo escándalo alguno relevante de corrupción, ya es un partido más, porque como los demás, le  alcanza esa plaga que arruina la credibilidad de los partidos que están más por sus intereses que por los de los ciudadanos. 

Hoy, el que fue el gran partido de la izquierda italiana no es ni la sombra de lo que fue. Ni en influencia entre los trabajadores y los sectores laboriosos en general, que han desertado hacia otros lugares, por el desconcierto, a veces como desespero y deseo de castigar a la casta política, hacia posiciones pintorescas, cuando no directamente hacia la extrema derecha, en una reacción de cabreo, si se quiere irracional, pero comprensible. Es, una vez más, un triunfo de los enemigos de clase de los trabajadores, que ven que siendo imposible vencer a un partido sólido ideológicamente desde fuera, lo pudren para vencerlo desde dentro. 

Cuando un partido–y esto sirve para todas cuestiones de la vida–abandona los principios en la creencia de que así avanzará, acaba defendiendo lo contrario de lo que dice defender; y al final asiste a su propio entierro, aunque de todo esta aventura surja  otra cosa que diga ser el heredero del original. Tenemos abundantes pruebas de semejante fracaso, desde el punto de vista de las clases populares, y de triunfo al fin  y al cabo de los servidores de la derecha. 

El drama del antiguo PCI, y del ahora pomposamente llamado Partido de la Izquierda Italiana, para las clases populares, no para los poderosos, es que abandonaron aquella formación sólida para convertirse en algo irreconocible. Exactamente igual que con el resto de los partidos comunistas eurocomunistas, entre los que destacan un PCF irreconocible. Y el PSUC en Cataluña y también el PCE en el resto de España, minados ambos por personajes que fueron sus dirigentes, muchos de los cuales invito a que se compruebe hoy qué  ideología defienden. Algunos, de la más rancia derecha del liberalismo económico expoliador, pidiendo incluso mayor agresión contra las clases populares, como hace un muy conocido economista y vocero en medios reaccionarios, de los intereses de las grandes multinacionales. 

Ubaldo