miércoles, 30 de mayo de 2012

RAJOY, DESORIENTADO


Cuando uno ve a Rajoy en cualquiera de sus apariciones en sus televisiones o prensa de cámara; o captada su imagen en cualquiera de sus huidas de los medios incómodos, que no son muchos por cierto, no sabe uno si es que no se ha tomado la medicación, si es que se ha pasado en la dosis o simplemente se ha equivocado de fármaco.

Lo cierto es que el descontrol que lleva sobre todo cuanto le rodea lo convierte en un sonámbulo incapaz de reconocerse así mismo, en qué tiempo vive, ni si esta despierto o todo es una pesadilla. Y esas son las consecuencias de la larga campaña electoral de mentiras, de promesas hechas a los ciudadanos, con la única intención de ganar las elecciones–lo que no era demasiado difícil, teniendo en cuenta el desastre Zapatero–, a sabiendas de que todo era una pura farsa. Hoy, el que nos prometía felicidad casi eterna con recursos de verdadero bochorno, se encuentra con que, a pesar de que todo cuando ha incumplido, su saqueo sanitario, su subida de impuestos, la reforma laboral esclavista  y todo lo que contenta a los buitres de los especuladores de eso que llaman mercados; a pesar de ser obediente servidor de todo cuanto le manda la jefa del IV Reich con rebeca de chochona, resulta que no sólo las cosas no han mejorado, sino que siguen imparables hacia el abismo. Y sus colaboradores no es que le ayuden mucho, basta escuchar con qué descaro se anuncia por parte del ministro Guindos que "todo lo que sea necesario para que Bankia– el banco del PP– le será entregado"–. E incluso el que ha puesto al mando de semejante escándalo, sin el menor pudor, descarga de resposabilidades al último responsable, Rodrigo Rato, a la vez que anuncia que no piensan devolver un céntimos del dinero de todos los españoles, en ese agujero sin fondo de Bankia. Y que se sepa aún no han sido ninguno de ellos llevados ante la justicia para que respondan de sus palabras y actos, por constituir un peligro público de lesa ciudadanía.

Además, el desmadre mental de Rajoy es de tal calibre, que cuando aparecen múltiples voces exigiendo que la Iglesia católica deje de ser una isla de privilegiados y ésta pague el IBI como todo hijo de vecino,  el desconcertado presidente dice que no es momento, por estar todo en una situación difícil, situación que no le ha impedido todas las contrarreformas que van contra la inmensa mayoría de los ciudadanos; es más ha justificado todo el retroceso social y las paulatinas aniquilaciones de derechos y recortes democráicos, que llegan a la paranoia hasta en la seguridad propias de tiempos de la dictadura, precisamente en esa situación, la que por otro lado han creado los beneficiarios especuladores, y que siguen, como todos sabemos, beneficiándose de la crisis tras la debacle, con el apoyo de los gobiernos, el central y los autonómicos.

Definitivamente Rajoy debiera cambiar de médico, de farmacéutico, o del edecán que le prepara las dosis. O, por el contrario debemos ser todos los españoles los que deberemos prescindir de él, para evitar el peligro de contagio. Rajoy creyó que las mentiras, como están acostumbrados los políticos gobernantes, se olvidarían en cuanto él tuvieron sobre su cabeza el laurel de emperador, pero resulta que "no es más que un hombre", como decían los romanos a sus victoriosos generales al entrar en Roma; además de que está supeditado a las órdenes de su amada Merker, no Zeus, que con sus panzer y la colaboración vergonzosa de los gobiernos colaboracionistas, ha raptado de nuevo a Europa. Y a Rajoy, sin duda, le viene muy grande el traje de presidente del gobierno. 

U. Plaza