sábado, 6 de julio de 2013

"EL PACTO DE GRANADA" DEL PSOE CON EL PSC


  “El pacto de Granada”, entre el PSC y el PSOE, no es más que el aplazamiento de una ruptura anunciada. Es pan para hoy y hambre para mañana. Y si más no, los dirigentes del partido socialista demuestran, desde siempre, un total desconocimiento de la psicología de los nacionalistas catalanes, algunos de ellos   cobijados bajo las siglas socialistas. 

  La cesión a parte de los deseos de Pere Navarro por la dirección de PSOE y sus “barones” obedece, más que para solucionar los problemas definitivamente, a que dichos “acuerdos” hagan de cortafuegos, de momento, para calmar al talibanismo nacionalista que cohabita en el partido, y que lo ha dirigido desde el primer momento de su creación, anulándolo como fuerza transformadora  de izquierdas –y en la práctica haciendo posible el mantenimiento  de la derecha en el poder– sin que la dirección del PSOE haya sido capaz durante tantos años de reconducir la situación. Por ejemplo, recurriendo a la mayoría de las bases del PSC –las clases populares que le apoyaban pero que no contaban para nada pasadas las elecciones– que sí son socialistas; y limitar, e incluso eliminar como militancia al sector de la derecha nacionalista que lo conducía por circuitos paralelos a los de la derecha convergente. 

  Los acuerdos entre las dos partes de lo que debiera ser un  solo partido, pero que por ese deseo de la derecha de dividir a los socialistas y contentar al nacionalismo, se consideran dos partidos, se mantendrán aparentemente conformes...hasta el próximo envite y ataque de soberanismo, que volverá en la primera ocasión en que a los dirigentes del PSC le vuelvan los complejos y sientan la necesidad de demostrar que son tan nacionalistas y patriotes como sus homólogos de CiU.  En lugar de romper con los que ha ido cavando sus cimientos. Y declarándose abiertamente socialista y contrario al nacionalismo por reaccionario y anacrónico, desde el punto de vista del pensamiento de izquierdas y democrático. Entonces volverán a la casilla cero, y vuelta a empezar. Con el mismo discurso con pequeñas variantes, que los convergentes o los iniciativos o parte de ellos. 

   Y con el hachazo que la derecha está asestando a las clases populares, tiene el terreno abonado para denunciar la política corrupta y reaccionaria de CiU, y no echarle una mano para los delirios de Mas y Junqueras, con la cortina de humo para que la gente olvide que la están dejando sin sanidad pública, para hacer negocio.

  El nacionalismo –y el del PSC no es distinto a los demás– tiene el defecto decimonónico y reaccionario de la división de los ciudadanos entre buenos –ellos– y malos, todos los que no comulgan con su religión. Como por otra parte les pasa a los nacionalistas españoles, y a todo nacionalismo, por excluyente. Pero tiene también unas virtudes, para el propio nacionalismo, obviamente: las de la paciencia cuan gota malaya, que muchas veces pasa desapercibida, o se mira interesadamente para otro lado. Y que va corroyendo todas las arterias del cuerpo social, y obviamenete del cuerpo del partido que lo alimenta y soporta, si es incapaz de vacunarse de semejante despropósito en un  partido que se llama socialista –o progresista–, y acoge en sus seno al enemigo de clase que lo corroe.

  La única condición  de que “El pacto de Granada” fuera efectivo, es que el PSOE se olvidara del PSC, se presentara en Cataluña como tal, e invitara a los socialistas que militan en él a que ingresaran en el PSOE –lo que es facilísimo y factible,  toda vez que se vota más al PSOE en Cataluña que al PSC, como muy bien se comprueba en las elecciones generales– colocando un filtro ideológico –el de socialista– para que no se repitiera la historia de este despropósito de que un partido socialista sea dirigido por la derecha nacionalista. Como debió hacerse en su día, y no permitir que los nacionalistas lo dirigieran y lo anularan. 

  O convertir el PSC en la sección catalana del PSOE –también el PCE e IU debiera haberlo hecho, que rondan por los mismos derroteros–, y que se atuvieran a los acuerdos democráticos y solidarios para todo el territorio, de aquello que sea común. De lo contrario volverán a estar en lo mismo... al tiempo. 

  Claro, esto en el supuesto de que el actual PSOE tenga voluntad de ser el partido socialista de la clases populares. Porque  vista su última etapa del zapaterato, no está muy claro el rumbo que seguirá el partido. O lo está demasiado. El que  ahora haya "recuperado" su talante verbal de izquierdas,  por estar en la oposición, no garantiza que, si vuelve al gobierno, no "recupere" también su fe del liberalismo merkeliano, que padeció súbitamente Zapatero. Y sin que nadie de la Ejecutiva socialista ni de su grupo parlamentario hiciera nada para evitar caer en el abismo a donde dirigió al Partido y al país al poner el gobierno en bandeja al PP, con la victoria por sus mentirosas promesas electorales. 

  El PSOE debiera ser el abanderado, por ser el partido mayoritario de la izquierda –al menos todavía– de abrir un proceso Constituyente, reivindicar la Tercera República, y dejar de sostener el régimen corrupto nacido de aquella falsamente democrática transición, de "bipartidismo canovista".

Ubaldo Plaza