martes, 13 de septiembre de 2011

LA BURGUESÍA CATALANA, ANTES FRANQUISTA, AHORA NACIONALISTA...CATALANA

En los años de la dictadura fascista la burguesía catalana hablaba castellano en sus casas y  era la lengua  que les enseñaban a sus hijos "porque el catalán era una lengua de estar por casa".  Cuando venía el sanguinario dictador a Cataluña, todos perdían en culo tras él,  cubriéndolo de parabienes, cardenales y obispos incluidos, naturalmente. Y hasta lo hacían alcalde honorífico de los ayuntamientos por menos que cantaba un gallo con la intención de mostrarle  al golpista de El Pardo sus "inquebrantables adhesiones".  Ahí están la hemerotecas para dar fe de cuántos empresarios y la alta, y no tan alta burguesía catalana, entonces  defendían el nacionalismo, naturalmente, el nacionalismo  español. 

Pero como siempre, los mercaderes de la derecha catalana–igual que ahora– no lo hacían por patriotismo ni por defender valores culturales, y mucho menos derechos y libertades, que ellos sí las tenían. Lo hacían porque el dictador les proporcionaba pingües ganancias haciendo leyes que  mantenían sujetos a los trabajadores, con salarios de miseria y sin derechos sindicales que les permitieran defenderse de la brutal explotación. Era lo menos que podían hacer para agradecérselo al dictador. Para eso colaboraron desde el principio en el golpe de Estado y siguieron colaborando durante toda la dictadura, salvo honrosas excepciones.

Cuando llegaba el 11 de septiembre, los únicos que salían a la calle jugándose el pellejo eran los trabajadores comprometidos en la lucha antifranquista, generalmente del PSUC,  charnegos la inmensa mayoría por no decir su totalidad; muchos de ellos que ni siquiera entendían catalán, y no digamos hablarlo. Y lo hacían por considerarlo justo, como una lucha más por la libertad;  y por  orientación de la dirección del Partido, que lo consideraba muy importante: "para que la burguesía– nos decían– el día de mañana cuando haya libertades, no se apodere la derecha del hecho nacional y margine a la clase obrera". Hoy eso parece un chiste, visto quiénes han sido de verdad los beneficiarios.

Y lo decían con esa incomprensible fórmula de "ser un partido nacional, pero no nacionalista".  Si no fuera porque algunos dirigentes que ponían más fe en este hecho que en otros que interesaban–por urgencia, como hoy– a los trabajadores, y que sí sabían lo que hacían, habría que pensar que ¡menudo ojo clínico! "para que la burguesía no se apoderara...", etc. 

Aquella burguesía de aquellos años, explotadora hasta el agotamiento de los trabajadores, en largas jornadas que rayaba la esclavitud, no le temblaba el pulso a la hora de pedir ayuda a gobierno franquista del que eran parte integrante como beneficiaria,  para reprimir a los trabajadores, que con todas las dificultades, trataban de organizarse para conquistar  mejores condiciones de vida y de trabajo. Y los jefes políticos de la dictadura en Barcelona, en Cataluña, no eran extraños personajes venidos de fuera, como la mitología nacionalista trata de hacernos creer ahora embaucando a manipulados ciudadanos, con los medios de manipulación pesebristas y subvencionados. Eran los  miembros de la clase dominante catalana que habían ayudado al golpe de Estado y se cobraban su ayuda a costa de las clases populares derrotadas. Sus nombres, castellanizados porque convenía  a sus negocios; y apellidos catalanes, conversos al falangismo local o al salismo, están ahí para quien quiera enterarse.  Aquellas grandes familias de la burguesía catalana defendían el franquismo entonces como ahora defienden el nacionalismo catalán y hasta la independencia: porque consideran que les es rentable para sus negocios. Nada más. Pensar otra cosa es de un despiste supremo, o algo mucho peor.

La burguesía catalana–como todas las burguesías–miden su patriotismo y todas sus acciones calculando su rentabilidad; y aplica sus políticas según la oportunidad, y si le conviene para el negocio. Por eso suena a oportunismo que la misma gente que de forma salvaje le  está expoliando a los ciudadanos catalanes sus derechos, quitándoles la Sanidad y la Enseñanza públicas, privatizando su patrimonio  para hacer negocios privados–como lo hacía cuando estaba el dictador–ahora se erija en defensora de "lo catalán". Y saque  la bandera de la defensa de la lengua, que mucho de ellos recordaron que era la suya y la recuperaron a corre cuita, en cuanto se le retiraron los tubos a la  momia golpista; y hubo incluso quien dos años después siguió rindiéndole honores al dictador, en castellano, naturalmente, en las instituciones catalanas, por ejemplo en el ayuntamiento de Barcelona. Y quien siguió rindiendo honores al alcalde franquista, Porcioles.

 A ellos, a los mismos que ahora parecen estar dispuestos a otra cruzada en sentido contrario de la de antaño,  les importa porque han visto que así pueden sacar mejor tajada manipulando a gentes de buena fe, como defendieron la castellana durante el franquismo, por puro oportunismo. Y ahora, como una cortina de humo, para ver si la gente se olvida del expolio emprendido y el mal gobierno de la derecha, como siempre. 

Pero lo lamentable del asunto es que esta burguesía, siempre insolidaria, haya sido capaz de poner de  su parte a los dirigentes de los partidos que se llaman de  izquierda; y hasta las desnortadas direcciones de los sindicatos, para defender lo que a ella le conviene, con gestos patrioteros, comiendo en la palma de su mano, haciendo piña con los amos del tinglado.

Entonces, en la dictadura, como ahora en esta seudodemocracia vacía de contenido, que cada vez vacían más,  son las clases populares  las que defendían la cultura, la catalana incluida, arriesgando su libertad, incluso sin ser muy conscientes de ello. Los trabajadores charnegos eran los únicos que defendían la lengua   catalana, su cultura, como un derecho. Y eran criticados por los que ahora tan gallitos aparecen, desde cómodos sillones con  remunerados sueldos, como los mayores defensores de la identidad catalana. Habrá que ver lo que acaba de hacer Fainer con La Caixa, que desmiente el discurso patriotero. 

Muchos de aquellos charnegos   pagaron cara su osadía en solitario; fueron torturados en las comisarías franquistas, y purgaron largas condenas de cárcel. Ninguno de los representantes de aquella clase dominante, cuyos herederos hoy son tan defensors de Catalunya, movió un dedo para defenderlos, todo lo contrario. Eso parece haberse olvidado por quienes no debieran hacerlo, salvo que su amnesia sea de tal calibre que hasta olviden  que la sociedad sigue  dividida en clases, más que nunca si cabe, y que los que dirigen, esta derecha expoliadora de hoy, es la misma de siempre, también la de la dictadura. Y que ir junto a ella desde posiciones populares, pretendiendo defender lo mismo, lo único que hace es incrementar la cuenta de resultados de sus réditos políticos, que en ella sólo son fundamentalmente económicos. 

Si  por desgracia se volviera atrás, nada imposible visto el curso de los retrocesos sociales que están aplicando; si la situación les recomendara para sus negocios a esta derecha expoliadora y tan  patriotera de ahora, volver a hablar castellano, y convertir de nuevo el catalán y toda la cultura catalana en  un obstáculo, que nadie dude que lo haría. 

Por eso antes de acompañar a la derecha en cualquier supuesta reivindicación, por justa que parezca, o nos lo venda así, no hay que olvidar que no es para ellos más que una inversión, como lo fue en sentido contrario durante la dictadura. No debe olvidarse desde las clases populares, de quiénes son y han sido los expoliadores. No se puede ir de la mano de los mismos que nos saquean nuestros derechos con toda impunidad.

U. Plaza

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