viernes, 18 de octubre de 2019

SÁNCHEZ Y LA ALARGADA SOMBRA DE SURESNES



Transcurrido el tiempo desde que apareció Pedro Sánchez en escena, hoy se muestra previsible como sus antecesores en la dirección del PSOE y más como presidente del gobierno. El error fue creerse que el partido nacido en Suresnes en el congreso fundación, que otra cosa no fue aquello –del que Alfredo Grimaldo asegura que había más policías de Carrero Blanco que militante socialistas–, todo vuelve a su sitio, al planificado en la localidad francesa y continuado con distintos dirigentes, pero todos sabiendo quién ostenta el poder.

Ahora, tras el fiasco de la investidura de Sánchez,  por la negativa de éste a formar un gobierno molesto para las élites, queda claro que las preocupaciones que llevaron a los desinformados barones de la derecha del PSOE, aposentados en sus feudos, y defenestrar a su secretario general, para evitar que pusiera en peligro sus estatus; por temor a que Sánchez pudiera romper los moldes establecidos en aquella creación tan bien elaborada en la ciudad cercana a París; y el imprevisible para ellos, que hiciera políticas socialistas que incomodaran a sus amos poderosos, carecían del todo de base. 

Como carecían de toda base los que se ilusionaron desde dentro del partido con un discurso que parecía nuevo y hasta rompedor con el pasado servil, cuando los militantes vieron que el hombre de la derecha, fabricado por los poderosos, González, hacía campaña en su contra, como el resto de los barones, apuntalando aún más la confianza de las bases en el "díscolo" nuevo secretario general que parecía haberse enfrentado como un solo hombre a todos los huracanes posibles que se podían esperar, por su atrevimiento (de un partido inventado que nunca debió llevar la S ni la O).

Los poderosos no dan puntadas sin hilo ni improvisan sus estrategias. Planifican el futuro con tiempo, mucho antes de que los mortales nos percatemos. Así fue como, cuando el dictador empezó a mostrar síntomas de decadencia; porque de no remediarlo –debieron pensar– podrían poner en peligro, llegado el momento, los grandes intereses fraguados con métodos sucios  durante la larga dictadura; intereses de aquí y de allende los mares. Además, se corría el peligro de que los españoles reivindicaran una democracia no deseada por el poder, con todos los atributos; preferían que llegara la democracia que pergeñaban con un "periodo largo de adaptación", como propuso el ministro fascista Fraga, no con la inmediata democratización de todos los estamentos del Estado, como de una forma disimulada ha sido; plena democratización que nos hubiera ahorrado la vergüenza de que un dictador siguiera con honores de estado, enterrado en un mausoleo creado por él, y que el franquismo siguiera incrustado en las instituciones años después de su muerte y con los favores a su familia, enriquecida por el dictador; o que policías torturadores fueran homenajeados y asistiera con toda normalidad a actos de la policía; al tiempo que miles de asesinados por la dictadura seguían en las cunetas. E incluso la posibilidad de que los ciudadanos reivindicaran el regreso de la República, asesinada por los mismos poderes que deciden hoy y han decidido siempre. En 22 años gobernando por los actores de Suresnes no tuvieron a bien desmontar la farsa y desfranquistizar España, sacar al dictador. Ahora se hace, que nadie lo dude, con el beneplácito de los poderes, porque sus intereses también lo recomienda. Todo lo demás, los recurso y más recursos son la parafernalia necesaria, una puesta en escena, que de otra forma hubiera pasado sin mayor discusión, por lo obvio de que un dictador salga del Valle de los Esclavos.

Como los poderes no improvisan se pusieron manos a la obra para que el cambio de régimen fuera todo lo lampedusiano posible, autoamnistía incluida, para que se mantuvieran los privilegios del franquismo, los privilegios de la Iglesia, además de que los responsables a todos los niveles de tanta tropelía salieran, no airosos, sino privilegiados. Además con el aditivo del nacionalismo, el cáncer para la democracia, con la que todos los partidos contemporizaron. Y lo más impropio y sangrante, que los partidos supuestamente de izquierdas fueron los que más se sentían cómodos con la lacra de la derecha nacionalista.

Y, aunque no era urgente porque el dictador aún tenía cuerda y apoyos, sobre todo de los yanquis que mantuvieron la dictadura, éstos y todo lo que representa ese poder invisible, pero absolutamente perceptible por sus consecuencias nefastas para las clases populares, sabían lo que tenían que hacer. 

Lo de Suresnes de inventarse un partido nuevo, pero apropiándose de la pasada  historia de un partido con raíces de muchos años, aunque ausente casi en la totalidad en el tiempo que duró la dictadura. Historia de la que carecían los protagonistas del nuevo invento; no fue una ocurrencia de unos cuantos señoritos como los González, los Solanas y tantos otros servidores del poder. 

Fue una obra de ingeniería muy bien elaborada, y como todas las obras de calado, con recursos, muchos recursos de todo tipo. Ellos, los que aparecieron de forma súbita llamándose socialistas, que nadie conocía hasta entonces como luchadores contra la dictadura, salvo muy honrosísimas excepciones, sólo fueron los actores de aquella puesta en escena. El libreto lo escribieron otros durante mucho tiempo. No lo improvisaron. Eligieron muy bien a los que habrían de ser los protagonistas de la escenificación.

Así hemos tenido unos señores que impúdicamente se hacían llamar socialistas, y que mucha gente, con el analfabetismo político de tantos años de dictadura, de terror, y silencio obligado, compró el discurso sin problemas. Algunos de aquellos personajes, con la misión cumplida, ya jubilados, se codean hoy con los grandes millonarios, que les proporcionaron asientos muy bien remunerados en Consejos de administración de grandes corporaciones –¿por qué será, por hacer políticas socialistas?–, a lo que la gente llama, "puertas giratorias", y que hoy siguen asegurándolas para sus futuros empleados, siempre y cuando el guión de lo importante de lo que se decide en los Consejos de Ministros, lo escriban ellos con trazos gruesos, y del mil formas desde la sombra, sin dar cuenta a los electores, porque no se presentan a las elecciones.

El que parecía un verso suelto en un PSOE burocratizado y de derechas, Pedro Sanchez, produjo algo que en las bases del PSOE ex-novo de Suresnes nunca se había producido: creó la ilusión de que de verdad, ahora sí, podían decir que su dirección era socialista, si Pedro se hacía con las riendas del partido. Y se movilizaron para llevar a buen puerto al que prometía "otro" partido diferente, de izquierdas, con todo el andamiaje de enfrentamiento con la derecha, que ilusionaba a las bases, pero también a la generalidad de las clases populares. 

Los barones, siempre atentos a lo que piensan los poderosos empezaron a ponerse nerviosos ante la llegada de un fenómeno que hasta entonces se antojaba imposible. Y parecía que por una vez los grandes planificadores no habían estado al tanto de lo que pasaba. Craso error. Su desinformación les jugó una mala pasada e hicieron el ridículo al no saber que todo estaba controlado. ¡Como siempre! 

Habían aparecido en escena otros actores tras el 15-M a su izquierda que había que neutralizar. Y eso no se podía hacer con un discurso llano y sin nervio, y sólo desde las cloacas del Estado, tras el desastre al que nos habían llevado sus políticas, idénticas a las de la derecha, en las cuestiones importantes. Era necesario un espejismo para que cuajara en las clases populares; al menos durante las "maniobras de ajuste", que fuera creíble. 

Como ya se hiciera antaño, desde Suresnes,  tenía que ser un PSOE, "renovado". Esto es tan viejo como la propia política: la aparición de algo que promete ser nuevo, sin la incertidumbre de que realmente los sea, para truncar el cambio necesario. Es decir, controlar los cambios con maquillaje nuevo, con políticas añejas.

"En el fragor del combate", como diría el clásico, Sánchez hizo declaraciones denunciando a los que le habían puesto trabas, fueran medios de comunicación, fueran los poderes económicos, que aparecieron como una sombra etérea, sin demasiado bombo, pero que cada uno interpretó a su manera, y los militantes, como valiente, vieron a su candidato dispuesto a enfrentarse a quien fuera si contaba con el apoyo de las bases. 

Venció, contra pronósticos –así lo pareció– en las primarias, se alzó como secretario general el descabalgado Sánchez, lo ayudó a convencer a muchos que debían emitir su voto en las primarías la "valentía" de sus declaraciones. No hay como aparecer como víctima de algo, para que la gente se incline por él, aunque sea falso.

Al ganarse las criticas de las vacas sagradas de todo pelaje, –así lo pareció entonces– como un solo hombre trataron de descalificarlo. Lo que ayudó aún más al candidato a que la victoria fuera mucho más rotunda, ante el desprestigio de los González, Guerras, o Bonos y demás personajes instalados en sus feudos. ¿Casualidad?  

Hubo barones de algunas autonomías que aseguraban que si Sánchez ganaba las primarias el partido sería otra cosa y que se iban del PSOE. Pero era pura farfolla. Porque ni se fueron ni Sánchez hizo lo propio: abrirles la puerta de salida de un partido que prometía ser otra cosa. Porque lo que hizo fue pactar con ellos que todo seguiría, más o menos igual, como así fue. Primer aviso de que aquello olía a pescado podrido.

Una vez Sánchez situado en el puente de mando, el primer paso se había logrado. Ahora había que rebobinar con cuidado, sin levantar la liebre, pero con claras señales a los que iban dirigidas; de cara a la galería empezó a haber un doble discurso, uno para la prensa amiga  y los dueños de esa prensa, y otro para los militantes que le habían dado el triunfo; pronto se vio que en realidad Sánchez no iba a hacer demasiados cambios que rompieran lo de siempre. Pero necesitaba otra puesta en escena: llegar al gobierno. Esto se lo facilitaron Unidas Podemos, en realidad los interesados en expulsar a Rajoy, cercado de corrupción. Recabaron la ayuda de la derecha nacionalista catalana. Se mezclaban intereses de partidos reaccionarios como los nacionalistas catalanes de la antigua CDC y ERC, el muy reaccionario carlista PNV, con los supuestos de la izquierda, de Unidas Podemos, ya encamados con el nacionalismo, sin la menor vergüenza.

Pero tampoco esto es una casualidad. Rajoy era un personaje amortizado para los poderosos hacía ya tiempo. El desastre de su gestión con los talibanes de la derecha catalana, así lo aconsejó. Pasar años con el desafío al Estado como presidente durmiente, sin  tomar las medidas necesarias hasta que ya era tarde para evitar el desastre, debieron aconsejar a los que mandan de verdad, lo urgente del recambio. Y eso sólo era válido si lo llevaba a cabo un señuelo de PSOE "renovado". Basta ver la actitud del presidente en el desarrollo de la moción de censura, que prácticamente estuvo ausente porque se sabía sentenciado.

Así que tras ponerle en bandeja el PSOE de Zapatero, el gobierno al estático Rajoy, para llevar a cabo el mayor estropicio contra las clases populares, y tras sus múltiples casos de corrupción, la sustitución era necesaria; la moción de censura, pergeñada por los que parecían sus socios –otra puesta en escena– y sentado Sánchez en el Consejo de ministros, tras las elecciones, que debían ser la puntilla para Unidas Podemos; porque Sánchez y los fraguadores aspiraban a una amplia mayoría para gobernar solo, que no llegó, volvieron a resituar la estrategia: prometer un gobierno progresista con UP, pero sin que se dieran facilidades. 

Hasta con una acción antidemocrática y carroñera, de vetar la entrada en el gobierno al que era posible socio, que naturalmente nunca contempló. Porque UP se  desangró en aquella apuesta de hacer presidente a Sánchez, pero a éste seguían sin salirle los números. Si quería un gobierno progresista como anunciaba a bombo y platillo, debía contar con la formación de Iglesias y Garzón. O, inclinarse por un gobierno con la derecha, por el que tanto empeño puso en él, aunque esos posible socios del PP y Ciudadanos de un Rivera fuera de juego, se negaron. Además, las bases que lo auparon al gobierno, no lo entendería y había que seguir con la cantinela del "gobierno progresista". 

Así estuvo Sánchez mareando la perdiz, hasta que consideró que ya habían dado suficiente cuerda, con la repetición de las elecciones, en agenda, una vez hecho el recuento, dede la noche en que no alcanzó lo deseado el golpe definitivo. La cuestión era desprestigiar a los hipotéticos socios culpándolos del fracaso de las negociaciones.

Nunca hubo negociaciones ni nada parecido para formar un gobierno de izquierdas. Así que la temida por la izquierda  metamorfosis del flamante presidente y secretario general, se mostró con descaro. 

 Y aunque mantuvo el discurso de "gobierno de izquierdas y progresista", Sánchez ya estaba en otra cosa. Ya estaba emulando al trilero de Suresnes. En ningún momento Sánchez quiso de verdad ese gobierno de "izquierdas y progresista" que decía desear, porque no sólo no hizo nada para conseguirlo, sino que hizo todo lo contrario.  Cada vez se le ponía cara de sus predecesores, Gonzáles y Zapatero, que también se autodenominaron socialistas, a pesar de que este último hizo el último minuto de su mandato ese gesto tan socialista como indultar a un delincuente banquero, amén de apoyar esa barbaridad del Art. 135, que primaba los intereses de los estafadores financieros en detrimento de los servicios sociales, acto que, dicho sea de paso  Sánchez también votó a favor siendo un desconocido diputado raso, y que Artur Mas se adelantó al saqueo de la sanidad, privatizando servicios, para que las mafias de la sanidad privada, que el siniestro Boi Ruiz representaba en el gobierno de la Generalitat. Lo que haría Rojoy, el independentista de la República del 3% y Mas, ya lo había ejecutado el patriota A. Mas.

Así que, una vez al mando, Sánchez volvió al redil. Debió comprender cuál era su papel, y se adaptó a la perfección, como sus predecesores. Sabría entonces, si es que no lo supo siempre, quiénes eran de verdad los que mandaban. Y se estaba con ellos o había que enfrentarse a ellos recabando la ayuda de otras fuerzas y apelando a los ciudadanos, víctimas seculares de las mismas. Pero eso no estaba en el guión de Suresnes reescrito una y otra vez en los 22 años de gobiernos de González y Zapatero.

Así que la sombra larga que aquel invento de Suresnes volvía a la realidad. Sánchez, que en campaña aseguraban que cambiaría la ley esclavista llamada reforma laborar, acompañada para su eficacia con la represiva Ley Mordaza, dejó de ser prioritario. Eso podía esperar ya que a los que mandan, a sus inspiradores no les podía correr prisa. 

Tras las elecciones y esos simulacros de negociación que nunca fueron para concretar el gobierno de izquierdas, recuperó lo que de verdad habían planificado: nuevas elecciones para ver si las cosas salían mejor; si Unidas Podemos se hundía, y quedaba expedito un gobierno con la derecha o con su apoyo exterior, que tanto suplicó en la "escena" de investidura. Para eso cabía una fuerte campaña culpabilizando a los morados de todos los males, campaña que se prevé terrorífica, para la que no faltarán medios, algunos con el ropaje de progres, mucho más letales que los que se presentan como enemigos, a los que se ven venir.

Los planificadores, los que de verdad deciden saben que a ellos seguro que les saldrá bien, si por un lado UP retrocede, y Sánchez sube en las elecciones. Y, si por el contrario es la derecha tripartita, ahora con el aditivo franquista puro presente, también podrán celebrarlo. 

Porque para los que planifican, los que no dan puntadas sin hilo, su mejor cosido es precisamente este: un gobierno de Casado-Aznar II, con el desnortado Rivera, el que quiere liderar la derecha, ayudando al PP a su consolidación, y los nostálgicos de Vox, sería extraordinario para seguir despojando a las clases populares de los derechos conquistados en más de un siglo de luchas, dictadura fascista mediante. 

Pero la planificación llega mucho más lejos. Entra en escena el fenómeno Errejón, que no es nuevo. La operación Más Madrid fue el primer tiempo, paso para que UP se desangrara, y de rebote la derecha reconquistara el Ayuntamiento, y la Comunidad se mantuviera en sus manos. Eso lo hizo Errejón, tan  loado por los medios, cuando éste era candidato a la Comunidad de Madrid de UP, sin previo aviso. Fue el primer asalto. 

El segundo se acaba de producir. También en su día hubo analistas que situaban al hoy loado Errejón en el PSOE. De hecho ya anuncia que dará sus votos para un gobierno del PSOE "gratis". Eso ya sabemos lo que significa. 

La operación "acabar con UP", como todo, no es una improvisación. Hace mucho tiempo que está en marcha, sólo era necesario que se dieran las condiciones  óptimas. Y las creó Sánchez con el boicot a un gobierno progresista. Y no sirve decir que el obstáculo es Iglesias o cualquier otro dirigente que no caiga bien al Poder. El objetivo, simple y llanamente es anular una izquierda que no sea dócil.  Ese papel es el del PSOE desde Suresnes –entonces con el PCE como objetivo–,  y para rematarlo aparece Errejón con todos los aditivos, que al fin y a la postre puede ser un satélite de Sánchez.

Así que sólo cabe que la gente entienda el mensaje: Sánchez y sus estrategas, son los muñidores de la repetición de elecciones. En un país con amplia trayectoria democrática, Francia, por ejemplo, la reacción de los ciudadanos sería demoledora para Sánchez –recordemos que Hollande, del PSF, pasó de mayoría absoluta a la insignificancia–. En España eso está por ver. 


Pero, no es que en Podemos las cosas sean idílicas, que nadie pretende. Pero que un partido que nació como impulsor de las clases oprimidas, sean hoy los valedores del fascistoide procés emprendido por la derecha corrupta catalana, induce a que todo hijo de vecino piense que, o bien la creación de Podemos es otra trampa de los poderosos, para amoldar sus intereses a los tiempos, o bien que tanto politólogo presumiblemente  de izquierdas,  se saltaron algunas clases de marxismo, aquellas precisamente que hablan de la lucha de clases. Porque no se puede entender, que sea precisamente, quien no hizo lo que debía, esto es crear organización para armar el naciente partido, sino que se alíe corrosivamente con el nacionalismo, es decir, el germen del fascismo. Y no entiendan que la derecha catalana, como la derecha española, es la enemiga de clase. Que en las listas electorales de Podemos hayan personajes  cuyo discurso sea parejo al de la derecha reaccionaria y corrupta del procés, es esquizofrénico. Como lo es que consideren de izquierdas, a (Esquerra) ¿Delirio, ignorancia, colaboracionismo, interclasismo

Ubaldo 

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