jueves, 27 de marzo de 2014

LA MINA

Leí La mina, de Armando López Salinas hace ya muchos años en la clandestinidad, porque aquí mandaba el padre y el abuelo político de los que hoy reprimen manifestaciones y hacen negocio con la sanidad pública. 

Me impresionó mucho porque entonces no se podían leer aquellas cosas que afectaban directamente a la gente de abajo, sus sufrimientos reales, que si bien alcanzaban a todo el pueblo bajo la dictadura del golpista Franco, para los que trabajaban en la mina eran aún mayores los sufrimientos, por el tipo de trabajo inhumano y sin las debidas precauciones de seguridad; cuando en cualquier momento podían perder la vida los mineros, como muy bien retrata Armando en la novela. Esta novela del realismo social, debiera hoy ser leída por los jóvenes, y releída por los mayores, ya que el régimen que hoy padecemos, va camino de parecerse como una gota de agua a otra, al que imponía los padres ideológicos de la actual dictadura financiera, tan corrupta como entonces, tan a favor de los banqueros y esclavistas de ahora,  como entonces, tan retrógrada y catolicofascista como entonces. 

La lectura de La mina es tan necesaria como organizarse para combatir en neofascimo financiero galopante que hoy, como ayer, sigue matando trabajadores. Sea en la mina, sea en cualquier parte, pues las garras de los depredadores y fabricantes de hambre e ignorancia y fanatismo alcanza a la mayoría del pueblo, sea apoyando a los banqueros para expulsar a nuestra gente de sus casas, o expulsando a nuestra juventud hacia el exilio propiciando que una generación se haya perdido, o que sea mano de obra esclava al servicio del IV Reich de los amos de Europa, con la vergonzosa colaboración de nuestros gobernantes, afanándose para pagar la deuda ilegitima creada por los estafadores financieros, a costa del bienestar de la mayoría.

La mina de Armando López Salinas sirve para la toma de conciencia de todos los trabajadores hoy despojados de sus derechos, mientras los explotadores, los esclavistas sigan dominando la vida y las conciencias de la mayoría y se enriquezcan a su costa sin el menor control como sucede ahora con los gobiernos de la ultraderecha del PP, en España, y de CiU–ERC en Cataluña, donde comenzaron los recortes más salvajes contra los servicios públicos, para hacer negocios privados. Los mismos que se autohomenajean para tratar de mantener el cadáver de la Transición con respiración asistida,  tanto por parte de los herederos de la dictadura como de los que debieran estar en frente; mientras, siguen decenas de miles de víctimas del franquismo tirados en la cunetas, sin que ningún gobierno se decida acabar con esa injusticia. 

No sólo no han cambiado tanto las injusticias que López Salinas denunciaba en La mina, sino que es de rigurosa actualidad. 


Ubaldo Plaza

miércoles, 5 de marzo de 2014

LA AUTORIDAD ÉTICO-MORAL DE LOS ESTADOS UNIDOS

Ante la entrada de tropas rusas en Crimea, el gobierno los Estados Unidos por boca de su presidente Obama han acusado a Rusia de incumplir el Derecho Internacional. Y tiene toda la razón en sus acusaciones contra el gigante ruso. Toda vez que cualquier  gobernante de  una gran potencia tendría que morderse la lengua, por prudencia. 

Pero el gobierno de los Estados Unidos no tiene necesidad de semejante actitud, toda vez que, para hacer esas afirmaciones contra el “incumplimiento del Derecho Internacional” por parte de la Rusia de Putin, les asiste a los gobernantes de Los Estados unidos  la autoridad moral probada y demostrada durante toda sus existencia.

Los Estados Unidos jamás hicieron nada semejante. Nunca metieron la narices en ningún país para imponer un régimen a su favor, derrocando a otro que no fuera de su agrado. Jamás dieron un golpe de Estado en aquellos países cuyos pueblos quisieron liberarse de las tiranías que los oprimía y que estaban defendiendo los intereses de grandes compañías norteamericanas, o de cualquier otro sitio.  Jamás pasó por la cabeza de los dirigentes de los Estados Unidos hacer un salvaje y criminal boicot a un pueblo como Cuba, que tuvo la osadía de querer ser dueña de sus destinos. 

Los Estados Unidos son, quizá, la única gran potencia del mundo que nunca organizó una guerra en el exterior para expoliar los recursos naturales de continentes enteros, sin importarle la vida de millones de personas si con eso conseguía grandes ganancias, como hacen otros países sin su autoridad ético-moral. 

A los Estados Unidos nunca se le ocurrió llevar una Guerra a Vietnam, envenenar la flora para que medio siglo después siguieran naciendo personas malformadas. La ética de los gobernantes de los Estados Unidos nunca les permitió apoyar un genocidio como el de Indonesia; a los Estados Unidos jamás se les pasó por la cabeza organizar un golpe de Estado para acabar con gobiernos democráticos y propiciar dictaduras fascistas en Chile, Argentina o en el resto del Cono Sur americano, apoyando a unos asesinos traidores vestidos con uniforme, o con elegantes corbatas frente a bancos o corporaciones empresariales. Ni se le ocurrió invadir Guatemala ni Granada y llevar a cabo decenas de invasiones a países que no obedecieran sus órdenes. Eso nunca.

La autoridad moral de los gobiernos de los Estados Unidos es de tal calibre, que se niega a apoyar a un Estado terrorista como Israel, que mantiene el mayor campo de concentración del pueblo palestino. Tampoco se les ocurre a los gobernantes de esa gran potencia moral bombardear impunemente a la población civil, como hicieron otros en Yugoslavia, con el apoyo de genocidas a su servicio. Ni por asomo se le ocurre a estos éticos gobernantes mantener un campo de concentración, además de tenerlo en un territorio ocupado ilegalmente, como Guantánamo, único lugar de Cuba donde se incumplen los derechos humanos, como hacen otros; ni mandar comandos de sicarios a varios a países extranjeros para eliminar físicamente a sus enemigos.  Eso no va con ellos.

Es evidente que los Estados Unidos, sus gobiernos, sus élites de grandes millonarios, poseen la mayor autoridad moral jamás alcanzada por la civilización, al menos desde Hitler. Porque, por ejemplo, fue el único país que se negó a apoyar a un dictador fascista como Franco, heredero de Hitler y Mussolini, impidiendo que una dictadura salvaje se mantuviera durante 40 años, como hicieron sus colegas británicos y franceses. Ellos no. Los gobernantes de los Estados Unidos se negaron a apoyar semejante barbarie contra el pueblo español, renunciando a  establecer bases militares en España para ampliar su poderío  geoestratégico.  Para los gobernantes de los Estados Unidos la ética y los derechos humanos estaban muy por encima de intereses espurios que pudieran avergonzar a sus habitantes durante generaciones. 

Se podría ampliar hasta el infinito el comportamiento ético y democrático en defensa de los derechos humanos en todo el mundo por parte de los gobernantes de los Estados Unidos a la hora de defender la causas justas de los pueblos. Empezando por lo que los malintencionados enemigos de la libertad llamaron “patio trasero” al Sur del Río Grande, África, Asía y en todo el mundo. Siempre han estado junto a los pueblos que querían liberarse, como es notorio.

Como tampoco el Gobierno de los Estados Unido  hubieran impedido que actuara la justicia para aclarar el asesinato de un periodista español, como José Couso, asesinado por la soldadesca, porque como queda dicho jamás ese país hubiera invadido un país como Iraq  para saquear sus riquezas, provocando cientos de miles de muertos.

Y ahora por nada del mundo se les ocurre participar, como hacen otros, en un plan para desmantelar la Federación Rusa para fraccionar la zona en una pléyade de países débiles para así apoderarse de los recuerdos naturales de la misma. Y tampoco que para lograrlo se le ocurra organizar con ingentes cantidades de dinero, “revoluciones multicolores”, con mercenarios nazis a la cabeza como destabilizadores, para establecer gobiernos que sean de su agrado, por medio de un golpe de Estado, como en Ucrania. Eso nunca se les ocurre a los Estados Unidos como sí  hacen otros países carentes de su ética y autoridad moral.

Definitivamente la autoridad moral de los gobiernos de los Estados Unidos le permite afearle la conducta a Putin y a cualquier aventurero que no cumpla con el Derecho Internacional, como sí hacen ellos, como es notoriamente conocido a lo largo de su corta historia.  

Ubaldo Plaza


lunes, 3 de marzo de 2014

"ESTADOESPAÑOLENSES"

La burguesía catalana, en algunas cuestiones constituyó un ejemplo de modernidad para otras zonas de España. Sin embargo también tiene muchas sombras, algunas de ellas que son verdaderas tinieblas terroríficas. 

La burguesía catalana fue la inventora del pistolerismo en los años 20, que hacía matar a los dirigentes obreros que osaban pedir mejores condiciones de vida. Para lo cual contó sin ningún tipo de escrúpulos con el gobierno de España, a la sazón el gobierno de la monarquía de Alfonso XIII, abuelo del actual jefe de Estado. El gobierno de la monarquía encargó tan provechoso cometido para esa burguesía, a un personaje de triste memoria, llamado Martínez Anido, que puso en marcha lo que se conocía como  ley de fugas, es decir el asesinato de los detenidos a los que se les dejaba en libertad, para inmediatamente ser asesinados por unos sicarios a las órdenes de Martínez Anido, sin que tuvieran que verse obligados a hacerse cargo de juicio alguno, ni siquiera una parodia de juicio. Todo esto en beneficio de esa burguesía, de modos suaves en apariencia que, como tantas veces, se apoyaría en lo más negro de la reacción de la España obscura para reprimir a “sus” trabajadores, cuando éstos exigían mejores condiciones de vida. 

Recordemos que cuando los trabajadores catalanes llevaban a cabo una huelga muy dura, fueron sus compañeros madrileños los que se solidarizaron con ellos, saliendo a la calle al grito de “solidarida con nuestros compañeros catalanes”. Y “Soltar vuestras sucias manos de los trabajadores catalanes”. Ningún problema tuvo aquella burguesía en pedir siempre que la necesitó ayuda al gobierno de “Madrit”, si de lo que se trataba era de que sus intereses estuvieran bien guardados, y reprimiera a “sus” trabajadores que podían limitar, aunque fuera poco, sus pingües beneficios sacados de la brutal explotación.

La burguesía catalana, llegado el momento, apoyó sin fisuras el golpe de Estado de Franco, sus banqueros y su Iglesia, con toda su influencia y dinero. Muchos de sus componente se fueron a Burgos para darle aliento y apoyar al golpista, con cuyas tropas entrarían para hacerse cargo de todos los resortes del poder, ataviados de uniformes falangistas, y dispuestos a “poner orden”, que ya sabemos en qué consistió ese orden fascista. Y renombrados miembros de esa burguesía, como explica Esther Tusquets en sus libros, conocidos por todos por su trayectoria franquista, salieron a la calle brazo en alto saludando al “salvador” de sus intereses, dándole la bienvenida y poniéndose a su entera disposición, para la represión  incluida. 

Esa burguesía ocupó la parte del Estado franquista que la administración necesitaba, siguiendo al pie de la letra la ideología del nuevo régimen, expulsión de la lengua y la cultura  catalanas incluidas; llegando al extremo de que, para congraciarse con el dictador dejaron hasta de hablar catalán en sus casas, educando a sus cachorros en el amor a la patria… española, naturalmente. Y poniendo el retrato del dictador en lugares visibles, mostrándose orgullosos enseñándolo a sus visitas de cierto relumbre.

Muchos, en ese arte de modificar la historia por medio de la manipulación, que se les da de maravilla a los nacionalistas, sean catalanes, españoles, o de cualquier otro lugar,  llevan, en el caso catalán más de 35 años modificando la historia. Aunque todo el que quiera saber puede encontrar fuentes que le informen, lo cierto es que a la mayoría de los catalanes, manipulados desde la escuela, pasando por  los medios goebbelianos de sus televisiones y su prensa subvencionada con dinero público, hace que cale la mentira oficial. Y que haya gentes honestas que crean de verdad el discurso del régimen de la derecha nacionalista y corrupta. Y que en este caso la difundan hasta los partidos que originalmente se consideraban de izquierdas; y hasta las cúpulas de los sindicatos,  bien instaladas en el discurso de la derecha nacionalista, como lo exteriorizan cada vez que salen a la calle con los símbolos de ésta, como estandarte.

La burguesía catalana, que es maestra en crear mitologías y en reinventar la Historia para amoldarla a sus intereses, fue parte integrante del terror fascista, no víctima, como la manipulación pretende hacer creer. Y no es que dejara hacer por temor, es que era parte fundamental del régimen del 18 de julio instalado en toda España al que ayudaron a traer. La burguesía nutrían los cargos en los ayuntamientos, los gobiernos civiles, y todo cuanto fue necesario, incluidos centros culturales, que naturalmente eran controlados para que nada se escapara al control del régimen. Eran los jefes de Falange. No fue necesario que vinieran “tropas de ocupación” como han dicho después, y le han enseñado a repetir a varias generaciones de jóvenes, para que cuajara el discurso final que esa derecha nacionalista necesita para defender sus negocios, como antes repetía para  defender el franquismo.

Porque, aunque hoy esa burguesía ha pasado un tupido velo, gracias a la colaboración de estómagos agradecidos, de muchos charnegos acomplejados, sí han inventado sorprendentes historias. 

Ahí están todavía las hemerotecas que dan fe de quiénes dirigían Cataluña, con nombres y apellidos. Tanto es así, que se deshacían en elogios cuando el dictador les hacía el favor de visitar Cataluña, perdiendo el culo para ver quién de ellos era el primero en nombrarlo “alcalde honorífico”, de sus ayuntamientos, y en aparecer fotografiados junto al dictador donde, es ocioso decirlo, todo lo oficial se hacía en castellano, sin que tal cosa les preocupara lo más mínimo. Igual que ahora, pero al revés. No se opusieron ni reivindicaron el derecho a la cultura catalana frente al dictador. En todo caso pesó más sus negocios que sus escrúpulos. No hubo un solo gobierno que no estuviera compuesto por notorios ministros catalanes de las clases dominante.

La dictadura fue muy larga para los trabajadores que  la sufrían por toda partes; por el hambre, la miseria y la represión. No lo fue para la burguesía que estaba muy bien provista y tenía libertad, la libertad de los ganadores de la guerra, exactamente igual que los caciques de otros lugares de España. Naturalmente, como en todo, siempre hay honrosas excepciones particulares, dignas de ser tenidas en cuenta. Pero fueron eso, excepciones que confirmaban la regla. Y muchos de éstos, tuvieron que vivir en el silencio, y en el mejor de los casos en un exilio interior. Exactamente igual que lo tuvieron que hacer algunos de aquellos intelectuales de otros lugares de España que, sin ser izquierdistas ni nada que se le parezca, consideraban que aquel régimen brutal y terrorífico, que no admitía nada que no fuera sus directrices ideológicas, y que era enemigo de la cultura, no era el suyo. A veces por razones muy diversas. 

Cuando el movimiento obrero alcanzó un nivel de cierta importancia, la burguesía catalana que no pierde ripio para defender sus intereses, sin tener en cuenta ningún tipo de escrúpulos, empezó a labrar su porvenir, tras la muerte del dictador. Y algún sector de esa burguesía, que no toda ni de lejos, empezó a despojarse de la boina falangista y dejó de cantar el Cara al Sol; se caló la barretina y empezó a aprender de nuevo la letra de Els Segadors, que empezó a cantar donde le interesaba que los vieran u oyeran, para así tener una pátina de demócratas. 

Para lograr toda esa metamorfosis de colaboradores con la dictadura a "demócratas de toda la vida", necesitaron que algunos de los dirigentes de la izquierda –de los comunistas, y los sindicalistas, que entonces éramos la misma cosa, pues no había nada más en la lucha digno de tales tareas, por mucho que después salieran en tromba “luchadores” asegurando que lo eran–. 

Aquella burguesía, con sus avales de demócratas pudieron cabalgar hasta la muerte del dictador como defensores de la democracia (hay que decir que algunos se mantuvieron firmes hasta mucho después, siendo fascistas, que luego engrosarían las listas de los más granado de las organizaciones políticas del nacionalismo, ahora furibundos nacionalistas catalanes).  

Aquellos nuevos “demócratas” con salvoconducto y avales de los dirigentes de la izquierda, naturalmente iban a lo suyo. Y como lo cortés no quita lo valiente, cuando no estaban reunidos haciendo política, estaban dedicados a su negocios. Y si en estos había algún conflicto provocado por los “insaciables obreros” que pedían mejores condiciones de vida, sabían perfectamente disociar sus devaneos y puestas en escena como “luchadores por la democracia”, de sus empresas. Y si era necesario ¡faltaría!, llamaban a la guardia civil o a la policía para que interviniera “para solventar el conflicto, por intolerable”. Eso no les disminuía ni en lo más mínimo “su fe democrática”, a los ojos de algunos dirigentes políticos y sindicales, que ya habían vislumbrado el futuro, como pitonisas por rastrojos, observando lo amables  y educados que eran algunos de aquellos millonarios que aceptaban que pisaran sus caras alfombras, y hasta se dejaran tutear, en un no va más de igualdad y campechanería. Una maravilla de integración social.

Hacia fines de los años 60, en un cenáculo de aquello que se llamó Consell de Forces Polítiques de Catalunya, en el que había más siglas que personas, con la excepción del PSUC, único partido existente como tal, algunos de aquellos participantes decidieron que a partir de entonces había que eliminar el nombre de España del léxico habitual porque no se correspondía, según ellos, para su proyecto de futuro y para la nueva trayectoria que querían darle al futuro catalán. Y a partir de entonces la palabra España estaba proscrita; y se hacía coincidir de alguna forma como sinónimo de franquismo. A partir de ese momento había que eliminar el término España  del lenguaje, y le llamarían “el Estado español”.

 ¡Aleluya! España, a partir de entonces se la había inventado Franco. Y los que hasta hacía tres cuartos de hora habían sido franquistas, e incluso algunos que los seguirían siendo bastante tiempo después de la muerte del dictador, en una conversión nada súbita, sino muy meditada, como hay que hacer con los negocios, habían decidido que eso de llamar España a España, era malo para los mismos, los negocios que en definitiva han sido siempre lo importante para ellos. 

También ahora; o mejor dicho, ahora más que nunca porque han de disfrazarlo hasta de democracia. Y todo lo que antaño decían abominar, ahora es el hilo conductor y guía de sus quehaceres de mercaderes. Y como hicieron entonces apoyando al franquismo, sus manipulaciones y fabricantes de fanatismos –antes franquistas y ahora igual con otro pelaje– de gentes de buena fe, siguen intacta. Si durante la dictadura la adhesión necesaria era la España eterna, falangista y fundamentalista católica, ahora es la identidad y la opresión del Estado español, olvidándose interesadamente de que ellos son parte de la misma oligarquía, que ha dominado los resortes del poder, desde hace 200 años o más, y especialmente durante la dictadura franquista, que ayudaron a traer y a sostener. 

Para los que somos de izquierdas, aquello, viniendo de la burguesía no era en principio ni bueno ni malo, allá ellos, habría que decir. Es su estrategia y sólo cabe combatirla con ideas democráticas. Pero el resultado fue que desde entonces todo bicho viviente congraciándose con los ahora nacionalistas catalanes, decidieron imitarlos; y desde entonces todos, y no sólo en Cataluña, sino en todas partes, y por influencia de la izquierda que lo ha popularizado, y mientras más de izquierda se considera el sujeto aún más; todo dirigentillo, o tertuliano o cualquier otra cosa que se refiera a España, dice esa estupidez de “el Estado español”, dando por bueno el discurso de los antiguos franquistas, hoy nacionalistas catalanes. 

Así resulta que cuando Dolores Ibárruri, José Díaz, Manuel Azaña, Negrín, Julián Grimau, Miguel Hernández, Alberti, César Vallejo (“Si España Cae…”) y tantos y tantos republicanos que hablaban de la defensa de España contra el fascismo; las Brigadas Internacionales que vinieron a defender las libertades en España, los miles de libros escritos, hablando de España y la lucha de los trabajadores, sus mujeres españolas que fueron heroicas defensoras de sus derechos como mujeres, trabajadoras y Españolas, estaban en un error. Estaban defendiendo un país que no sabían su nombre.

Por el capricho de una burguesía que fue franquista y que hoy se dice nacionalista catalana, y que lo cambiaría por cualquier otra cosa que garantizara sus negocios –por el seguidismo, por no llamar traición y  pusilanimidad de la izquierda– decidió que había que borrar el nombre de España; la izquierda lo hizo suyo para contentar a la derecha catalana que no es ni mejor ni peor que el resto de la derecha española, porque es la misma. Y hasta sesudos y “modernos” profesores universitarios de la llamada izquierda alternativa, con cambios más estéticos que éticos, lo sueltan sin el menor sonrojo por su estupidez. Y son capaces de departir con algunos de los representares de esa burguesía, como algo diferente a la derecha española, considerándolos una burguesía moderna oprimida por el “centralismo españolista”. 

En un programa de TV por internet, en el que se debaten cuestiones de actualidad y con orientación de izquierdas, fue invitado Ernesto Maragall, después trasmutado en Ernest –tras salir del PSC al que había ayudado a hundir, porque este partido empezaba a corregir de alguna manera su desastre nacionalista–, como lo haría su hermano Pascual antes de ser Pasqual. Se le dio el trato de representante de izquierdas catalán. ¡Alucinante!, dirían los jóvenes. Ernest, fue conseller de enseñanza en el Tripartito amontillado. Y apoyó a la escuela privada con dinero público. Esta izquierda alternativa es la que dice tener un proyecto diferente al de la izquierda clásica. ¡Aviados estamos!

Y hoy resulta que el patrimonio del término España se lo ha apropiado la derecha más trabucarie e indecente y corrupta como el PP y allegados. Se le ha dejado en sus manos. Y la izquierda, real o supuesta, sigue con la cantinela de “el Estado español” para no llamar a las cosas por su nombre, no sea que a la derecha nacionalista catalana no le guste y nos llamen franquistas. Y podemos decir que, por ejemplo "ha habido una reunión entre trabajadores de Alemania, Francia, Grecia o de cualquier otro sitio…  y del  Estado español".  Y ningún  prohombre de altas y muchas letras  de izquierdas corrige semejante dislate. Y se han podido  oír cosas como la siguiente:

“Unos familiares de víctimas del franquismo, que fueron a reunirse con la jueza que lleva su caso, a Argentina, procedentes del Estado Español”. La noticia la dio un relevante tertuliano, profesor, y miembro de la izquierda, que dice que es alternativa, para más burla. 

Hace un tiempo la revista seudo histórica catalana, Sapiens, con tintes de dudoso rigor, por no decir que alimenta lo ultra –con barretina, claro–, traía un reportaje en el que se afirmaba que unas 400.000 personas pasaron del Estado español al Estado francés. Lo que venía a decir que unas 400.000 personas, funcionarios, se supone, habría pasado a la administración de Francia. Porque el Estado, es todo el engranaje administrativo y su organización. Desde el cartero, el policía, el ejército, los ministros,  la Sanidad pública, los enseñantes etc. Pero por lo visto España es el único país del mundo en el que su nombre se sustituye por el de la administración del Estado. Porque a nadie se le ocurre llamar a Francia el Estado francés, salvo que efectivamente se refiera a cuestiones del Estado, propiamente. Y si en este caso lo escribieron fue porque así interesaba a los nacionalistas catalanes. Y ya se sabe, si una cosa no tiene nombre, desaparece, no existe. O esa es la intención.

Así que los que  creíamos que éramos españoles, además de catalanes, valencianos o andaluces, pongamos por caso, resulta que somos estadoespañolenses. Hace poco en un intercambio de opiniones en un periódico que dice ser de un partido comunista, de reciente creación, sin conocerme de nada uno de los intervinientes me llamó “facha espanyolista” porque dije, mucho más resumido algo parecido a lo escrito aquí. Y se quedó tan satisfecho. 

Ubaldo Plaza









martes, 25 de febrero de 2014

EL CORSÉ DEL DEBATE Y "SU" ESTADO DE LA NACIÓN, NO DE LOS ESPAÑOLES

Hoy se pone en marcha otra de las escenificaciones del  régimen que, como las elecciones, con una ley electoral antidemocrática, sirve a los partidos del sistema para venderlo como "el no va más de la democracia".

No vamos a entrar ahora en todas y cada una de las múltiples razones que existen para negar que el régimen salido de aquella farsa llamada transición, sea una democracia (basta ver los deshaucios,  y el apoyo que el régimen da a los estafadores de la banca, entre otros), sino que fue una operación para lavarle la cara a la dictadura, y para que siguieran mandando y aprovechándose los mismos de siempre, la oligarquía. 

Pero es que ni siquiera la escenificación es mínimamente democrática, ni trata de simular serlo. Resulta que los diputados que durante el año disfrutan de toda una serie de privilegios, sobre todo “trabajando” muy pocos días comparado con los que  han de hacerlo los que no hayan sido expulsados del mundo del trabajo por la ley esclavista de imposiciones laborales del PP. Los que tiene un sin fin de vacaciones que abochorna al más pintado, cuando llega un día como el que escenifica, el llamado Estado de la Nación, que evidentemente nada tiene que ver con el verdadero estado de los españoles, hasta esa puesta en escena es encorsetada con la más absurda de la limitación de tiempo para intervenir los grupos, que a todas luces es insuficiente.  

Y los espectadores tienen que oír desde la radio o la tv, cómo machaconamente el presidente del Congreso está dando el coñazo con su reiterado, “vaya acabando”.  Y si se trata de un diputado de alguna minoría, obviamente incómodo al régimen, hasta le puede retirar la palabra de forma insultante, y hasta "democráticamente" y de forma hortera, como nos tienen acostumbrados algunos de los presidentes, o que hace sus funciones como sustituto/a

Se dirá que de no haber límite de tiempo el debate se haría eterno. Y dicho así parece cierto, y ya se encarga el pesebre mediático de insistir en ello, barriendo para casa (la del amo, claro). Pero entre el encorsetamiento impuesto por los partidos del régimen y el tiempo ilimitado hay un abismo. 

Porque no pasaría nada con que en un debate que se hace una vez al año, salvo que pase como el año pasado, que a Rajoy deseoso del plasma, y huidizo de la realidad, no le interese y lo suspenda, es la única vez que los ciudadanos tienen la oportunidad de asistir a ese circo en el que en lugar de repartir pan, reparten demagogia. 

Y no pasaría nada en alargar el debate un par de días más, aunque hubiera que rebajarlos de los días de asueto. Porque una vez dicho varias veces lo que se quiere decir, entonces sí que el debate entra en la necesidad de acabarlo, por agotamiento de los temas. Pero claro, parece que una cosa es el circo, y otra el pan, y sobre todo el proyecto y las intenciones de los amos del circo. 

Porque si hay tiempo suficiente para que las minorías se expliquen, no para ellos,  los diputados favorables al régimen, sino para los que lo están viendo, a lo mejor resulta que los ciudadanos se enteran de que hay otras soluciones verdaderamente democráticas para España que no pasan por los dos partidos del régimen bipartidista y monárquicos del canovismo de la Segunda Restauración. Y que esa solución puede ser la República, que devolviera la normalidad, rota hace 78 años violentamente. 

Y quizá la gente se dé cuenta de que precisamente es la existencia de este régimen encorsertado del bipartidismo, lo que constituye el problema, como ya anuncian todas las encuestas. Y votarían opciones verdaderamente democráticas alejadas del caciquismo imperante, nido de toda corrupción, que abriera la posibilidad de participación ciudadana. 

Que hasta el tiempo  de debate lo hayan privatizado, ya demuestra por sí mismo la ínfima calidad democrática del régimen y de los principales actores a los que no interesa mucha profundidad en las discusiones. Prefieren salir del paso y hasta la próxima puesta en escena.


Ubaldo Plaza


domingo, 9 de febrero de 2014

!SORPRENDENTE!

   Durante muchos años la monarquía ha estado blindada con un pacto de silencio y complicidad de los partidos beneficiarios del régimen, principalmente los dos que han hecho del turnismo canovista la  forma de disfrazar de democracia una partitocracia  oligárquica y corrupta. 

    Tanto la derecha que se dice centro del PP como el centro que se dice izquierda del partido que se sigue llamando socialista, a pesar de defender el mismo sistema económico injusto que nos ha traído hasta este estado de desigualdad y ya de hambre en muchos sectores,  han sido defensores de ese blindaje a la monarquía, aunque eso negara la democracia misma, incluso con la parámetros de desigualdad que engendra el capitalismo. 

  Todo cuanto se refería a la monarquía estaba rodeado de la propaganda, ensalzando magníficas actuaciones de los miembros de la casa real, o por el silencio de todo aquello que no convenía airear. Hablar de la monarquía era para elogiarla siempre, nunca para criticar nada, por leve que fuera.Todos los medios imitaban de una u otra forma  a las revistas que ensalzan a los poderosos y a los famosetes, como consumo para la pobre gente que ha de ver lo bien que viven unos pocos, mientras que la mayoría asisten a sus banquetes y desproporciones desde el escaparate, ahondando así la baza principal por la que esto es posible: la ignorancia del pueblo. 



  Pero como nada es eterno, poco a poco la sociedad ha ido rompiendo el blindaje que nos aseguraba que la monarquía era inmaculada, casi divina en sus comportamientos, éticos, familiares y de cualquier índole; para lo cual la propia institución, con el Borbón a la cabeza, ha sido la que más ha puesto de su parte para que se llegara a desmitificar todo el entramado urdido a lo largo de los años para hacerla imprescindible, campechana y hasta democrática, a pesar de que en ningún momento se les preguntó a los españoles si querían la monarquía decidida por el dictador, o preferían volver a la normalidad democrática, truncada por un golpe de Estado, es decir a la República. 


   Durante muchos años nos presentaron una familia feliz y sin mácula. Y cuando apareció en escena Cristina Borbón nos vendieron su imagen y su persona, no como una princesa de cuentos de hadas para que llegara el príncipe y la desposara para hacer el reino feliz; sino como una mujer moderna, intelectualmente activa, culta y capaz de ganarse la vida con su trabajo, por su inteligencia. Nadie en su sano juicio viéndola entrar y salir de su puesto de trabajo en la Caixa, u oyendo sus declaraciones podía dudar de que así fuera.

   Hasta que aparecieron los casos de presunta corrupción del marido de Cristina, Urdangarín,  en los que  todo el halo de perfección se hunde. Y cuando el juez imputa a la hija del Juan Borbón, se pone en marcha todo un arsenal de defensa de  Cristina, hija del Jefe del Estado, por más que éste afirmara en su mensaje navideño ¡maldita la hora!, que la justicia era igual para todos. 

  Y sin el menor rubor el presidente de gobierno, el plasmado Rajoy, que tiene una oportunidad de oro para callar, habla. Y demuestra una vez más que el traje de presidente del gobierno le viene grande,  adelantándose a los tramites judiciales  proclamar la inocencia de Cristina.  Como mínimo queda fatal en boca de un importante cargo político, y más en la del primero del Ejecutivo que hace que podamos pensar cualquier cosa nada en esa línea de "la justicia es igual para todos". 

   Porque semejante afirmación la puede hacer cualquiera, menos él ni ningún miembro del gobierno. Además se puso en marcha una curiosa figura jurídica hasta ahora desconocida –según dicen los que saben–, como es el Fiscal Defensor de Presuntos Delincuentes Notables. Y hace todo lo posible por evitar que Cristina sea imputada; es más, logra que sea desimputada, que según dicen es cosa rarísima. Seguramente, y a tenor de los hechos, en las cátedras de Derecho deben estar trabajando a la desesperada para que semejante nuevo, e importante figura de fiscal defensor se la aprendan los alumnos, sin lo cual carecerán de la preparación suficiente para deambular por los tribunales.

     Y, cosa curiosa: resulta que una vez el juez argumenta y reitera la imputación de Cristina, la que creíamos una  mujer moderna, intelectualmente activa, culta y capaz de ganarse la vida con su trabajo; con tablas suficientes para andar por este difícil mundo, ha resultado ser una pobre esposa-víctima que sigue los dictados de su marido, que la engaña haciéndole firmar papeles que la comprometen al 50 %  en  negocios sucios y montajes de empresas para recabar,  dinero público, aprovechándose de que  su esposa es hija del jefe del Estado. ¡Menuda faena! Con lo que, como dijera el delincuente Matas, podía tener todas las puertas abiertas, porque "era el Duque de Palma".

   Sinceramente, no me lo podía creer. La declaración ante el juez me ha dejado fatal. Que aquella mujer que creíamos estaba muy por encima de la mediocridad media de la casta política que manda y fabrica parados y enriquece banqueros corruptos y empresarios esclavistas, también  resulte ahora una dependiente en todo de lo que decide su marido en cuanto a chalaneos, sin que se le ocurra preguntar de dónde ha salido el palacete de Pedrabes, o "de donde saca p´a tanto como destaca".  No sé, pero a mí me va a costar mucho rehacerme de esta frustración inesperada. Porque es sorprendente. 

  Ubaldo Plaza




martes, 21 de enero de 2014

EL PSC, EL HEREJE A DERRIBAR, COMO AYER LO FUE EL PSUC

El PSC debe plantearse la realidad: que nunca en estos treinta y tantos años de su existencia han ganado unas elecciones regionales. Y que,  sin embargo los que lo dirigían –los que hoy saltan como panteras defendiendo las posiciones de la derecha nacionalista–, son los responsables de que haya sido así; eran los que mandaban. Poco les importaba que el PSC no alcanzara el poder, toda vez que su clase, la derecha nacionalista, ya estaba mandando. Los valores  reaccionarios de la derecha que ellos defienden, ya estaban asegurados por CiU. Los que dirigían el PSC en realidad, como clase social eran beneficiarios del poder de la derecha, aunque no sus bases ni mucho menos sus votantes. El PSC era un instrumento funcional para captar votos obreros, para que todo siguiera igual. 

Es muy sintomático –ya es un clásico– que las  tres formaciones de la burguesía nacionalista catalanas, CiU, ERC e ICV-EUiA, hayan aplaudido la ruptura del PSC, justamente en lo único que durante estos treinta y tantos años ha hecho bien, tratando de no imitar, al menos totalmente,  a los nacionalistas. 

En estos momentos, desde todos los sectores del nacionalismo y su pesebre mediático subvencionado con dinero público, están enfilando sus armas contra el PSC. Y entra dentro de la lógica de los que consideran que Cataluña es una finca particular suya, a lo pujoliano. Y se les rompe el juguete con el que estaban acostumbrados a jugar, con el PSC como principal compañero de juegos. Por eso hay que atacarlo, para, si es posible, hundirlo. No por el razonamiento del debate político, sino con las malas artes a que la derecha nacionalista nos tiene acostumbrados: todo lo que no sea lo que manda su Iglesia, es enemigo de Cataluña.  Todo el que no acate los evangelios decimonónicos de esta derecha alicorta,  de sacristía y campanario es un hereje. Por lo tanto hay, primero que deslegitimarlo, para después enviarlo a los infiernos, si es posible con todos los pronunciamientos del Santo Oficio de los santones del régimen, y si es posible previo su paso por la hoguera.

Y ahora los socialistas, que parecen haber recuperado parte del sentido común de lo que dicen ser, y quieren ser otra cosa diferente del nacionalismo, son los enemigos a abatir. Y el papel que antes jugaba suicidamente como hemos visto al final, lo ocupa el sector de la burguesía representado por ICV-EUiA. Éstos han pasado –por el demarque del PSC– a ser primeros mayordomos en lugar de estar relegados a ser segundos, como lo han estado tanto tiempo. Es su oportunidad de subir en el escalafón que les otorga la gran burguesía, al permitirles que los acompañen en sus aventuras si más no, como  pajes de la nueva Corte.

Que te aplaudan tus enemigos, como ha hecho la derecha nacionalista a los desertores de la disciplina del PSC, sin que éstos se sonroje,  que ven peligrar su trabajo en favor de la derecha, no es el mejor cartel para seguir llamándose socialistas. Pero eso importas poco. Basta leer el comunicado de rebelión del sector nacionalista del PSC donde sólo hablan de soberanisme, nació, drets nacionals, etc., pero nada de la clase obrera, nada de los 800.000 parados,  nada de los desahucios, nada del expolio sanitario, nada de la corrupción y de los imputados que se sientan en el parlamento catalán, a los que debieran estar permanentemente pidiendo su dimisión y responsabilidades.  Y se olvidan de que, al menos nominalmente se definen como socialistas.

Es muy posible que debido al acoso y las malas artes, por ahora los del PSC sigan perdiendo puntos, pero si no caen en el terreno de la ambigüedad –y nos tememos que así sea–, y que en lugar de deshacerse del enemigo en casa, hagan un juego de bolillos, un pasteleo,  los dejen dentro del partido, aplazando el problema.  Pero si se comportan como la gente trabajadora espera de ellos, como socialistas, sin duda volverá a ser un partido en el que mucha gente confiará. Eso sí, repito, sin ningún atisbo de ambigüedad. Porque eso de decir que son catalanistas en un disimulo permanente, es un eufemismo vergonzante del nacionalismo, que un partido de izquierdas no puede utilizar. O se es nacionalista, y por tanto de derechas, y a ver si se entera la izquierda en toda España, o se es socialistas. Lo demás es seguir mareando la perdiz, que al final se la comen los que hoy nos dejan sin derechos sociales en Cataluña: la derecha nacionalista corrupta.

Tengo profundas divergencias con el PSC, precisamente por sus posiciones nacionalistas, entre otras muchas. Pero ante los brutales ataque que está recibiendo por parte de toda la fauna defensora reaccionaria del régimen, por decencia, no hay más remedio que ponerse al lado de la víctima. Me recuerda  la actitud de la derecha para ayudar a los que liquidaron el PSUC hace ya más de 30 años, que dejaron a Cataluña sin partidos de izquierda. El PSC, junto al resto del nacionalismo  también jugó esa baza abriendo sus puertas a muchos del PSUC, y dándoles aliento. Al final lo liquidaron desde dentro, pero con la ayuda de fuera. Hoy son los iniciativos los que parece que les ofrecen la gloria a los disidentes del PSC. La historia se repite, aunque en campos diversos. 


Ubaldo Plaza 

viernes, 17 de enero de 2014

SE ACABÓ LA FICCIÓN


Los que hicieron todo lo posible para liquidar a la única fuerza política que de verdad luchó contra la dictadura franquista –el PSUC–, muy en la lógica de la derecha, han acabado siendo los mamporreros de Mas, olvidándose de que con esa actitud se les ha acabado  la gallina de los huevos de oro de las apariencias.

Mientras los socialistas del PSC, que eran los que se habían convertido en una copia casi exacta de CiU, apoyando los disparates del nacionalismo, con un permanente harakiri –nunca ganaron unas elecciones por imitar a CiU–, se bajan del tren, (al que los subieron los díscolos que hoy reciben parabienes de la derecha por votar con ella), los iniciativos eran sus más fervientes defensores.

Si bien desde que decidieron que el Partido de los comunistas catalanes era un estorbo para la burguesía, y por tanto ya entonces defendían los intereses de ésta, a la que pertenecen, durante muchos años han utilizado eso que en Cataluña llamamos fer la puta i la Ramoneta, para seguir engatusando a muchos electores que se creían de verdad que votaban a una opción, si ya no de izquierdas,  porque eso era obvio, sí al menos lo parecía por estar en un terreno confuso, aparentemente popular; de hablar de izquierdas mientras se pergeñaban acuerdos con la más impresentable derecha en Cataluña.

Hoy los iniciativos ya han quemado todas sus naves y se han quitado la pintura del camuflaje; y se han subido por entero al carro del ultra Junqueras y de su títere desbocado, Artur Más. 

Todos aquellos trabajadores, comunistas incluidos,  que aún seguían prestando oídos a la dirección de ese sector de la burguesía, han podido enterarse de que, en realidad a los iniciativos se les ha acabado el discurso progresista al apoyar a la derecha. Pretendían que el PSC siguiera por la misma senda que ellos, sin duda para así enmascarar mejor su verdadera cara de servidores de la derecha, o parte de ella. Y a pesar de que en un principio se subieron al tren que conduce Junqueras, y Mas alimenta su caldera, los del PSC se han dado cuenta de que sus desgracias han venido por su indefinición ideológica durante tantos años. Y de que si seguían por ese camino su desaparición como fuerza importante era inminente. Se lo dijeron sus electores. Y se apearon del tren suicida. Y los iniciativos se quedaron solos, junto a los representantes del régimen, visiblemente cabreados por no saber dar marcha atrás y no poder desdecirse de un discurso nacionalista.

Lo malo no es que defiendan a los suyos, su clase, la burguesía –lo hicieron desde siempre–,  sino que al tiempo que iban de progres, reclamaban su condición de izquierdas. Y eso les funcionó. Hoy esa ficción se ha diluido para todo aquel que quiera mirar y ver. 

En los últimos tres años hemos asistido a la mayor agresión a las clases populares por parte del gobierno –es un decir– de CiU y de Mas. Pero los iniciativos estaban demasiado atareados con  la cosa identitaria, como para denunciar la corrupción, de forma efectiva, no con la boca pequeña,  y el saqueo de lo público; estaban en  otra cosa. La cortina de humo que CiU con  Junqueras y Más a la cabeza, para que muchos se olvidarán del expolio también ha funcionado.  Pero ayer, a los iniciativos,  con su alineamiento con los aventureros de la derecha nacionalista catalana, se les acabó la farsa. IC, y también los de EUiA, han acabado con la ficción. Hoy todo el mundo sabe que son parte del régimen, del cacicato de la derecha, en nombre de la idea más reaccionaria posible, el nacionalismo. Eso sí, ahora se toca con barretina, pero siguen siendo tan reaccionarios como todos los nacionalismos, el español incluido. 

Y, lamentablemente hasta sectores de la llamada izquierda alternativa, le dan cancha en el resto de España y se  creen el izquierdismo, no tanto de IC-EUiA, sino hasta de ERC. Y hasta se muestran "comprensivos" con el aventurero Mas y su jefe Junqueras. Y hay que preguntarse ¿IU, el señor Lara y otros dirigentes no ven en todo esto, que están alimentando un monstruo que se ha comido a la izquierda catalana, hoy inexistente y que puede también devorar a toda la izquierda española, y lo que es peor a todos los ciudadanos, porque ya hay en Cataluña un manto de silencio, desconfianza y miedo, que recuerda otras épocas? 

Ubaldo Plaza