domingo, 13 de noviembre de 2011

¿DEMOCRACIA? ¿QUÉ DEMOCRACIA? (VI)


El sistema actual, al que llaman democrático, ni siquiera es capaz de asumir el enunciado que proclama. De ser las elecciones formalmente democráticas, habría alguna posibilidad, si más no, de lograr meter una cuña contra los intereses oligárquicos defendidos por los partidos que defiende su sistema, principalmente el PSOE, PP y CiU. Pero eso no es posible con los mecanismos establecidos. Y para hacer que así sea lo tienen muy pensado y previsto: el banquete es de ellos, de unos pocos y no se permite la entrada a los pobres. Si acaso, sólo a algunos, que lo que en realidad harán será justificar y dar carta democrática a un sistema que no lo es, a un sistema corrupto. Y, naturalmente, a los que se sienten encantados de que los tengan en cuenta, para lo cual se ponen a su entera disposición.

Así que han creado toda una serie de filtros que hacen imposible la verdadera participación ciudadana en la vida política. Son muchas, algunas  escandalosamente claras; otras ocultas para la mayoría de la población, desinformada. Incluso aunque estén a la vista muchas personas no las ven, se creen el discurso de que cuando van a votar deciden algo importante con su voto, porque todos deciden en democracia.

 Pero es falso. Porque han decidido por su cuenta, sin contar con los electores, que para presentarse a una elecciones sean necesarios toda una serie de requisitos, a todas luces  antidemocráticos; porque quien debe decidir si alguien merece ser representante de los ciudadanos han de ser éstos con sus votos. Impedir que alguien pueda ser candidato de forma arbitraria y sin consultar con los ciudadanos,  en una cacicada que sólo beneficia a los que disfrutan del poder y a sus servidores.

Aquellos partidos aceptados arbitrariamente para que participen en las elecciones, como otro filtro, se han inventado que los repartos de los tiempos de propaganda electoral en los medios públicos–pagados con dineros público, pero al servicio de los grandes– sean dispares. Se hacen en función de la representación lograda por cada uno en las anteriores elecciones ¡hace cuatro años! No como debiera ser, en sentido democrático, que todos partieran de cero, con las mismas posibilidades. Con lo que es prácticamente imposible que los partidos que intentan renovar y limpiar el sistema, puedan llevar al conocimiento de la opinión pública sus programas. La endogamia del sistema está asegurada. Y si a ésta se añade la no menor existente dentro de los partidos, el cuadro antidemocrático es completo.

Y además el Estado les da un montón de dinero– nuestro dinero– a los partidos del sistema para que hagan sus costosas campañas, sin olvidar los préstamos que tan generosamente la banca invierte en sus preferidos; es decir entre los más grandes, sin que el agobio para que los préstamos sean devueltos, si es que se devuelven, se parezca en nada al acoso que ejercen sobre el sufrido ciudadano en paro, al que despojan de su vivienda, o al pequeño o mediano empresario; además lo hacen con el apoyo de los becados políticos desde los gobiernos,  sea del de España o desde los de las taifas; e incluso desde la leal oposición, por no pagar la cuota de la hipoteca, por haber perdido el trabajo, o verse con problemas para cobrar facturas impagadas, muchas veces por la propia Administración. En definitiva, los banqueros, como los verdaderos amos, al ser tan desprendidos con los partidos que sostienen el régimen,  invierten sobre seguro, invierten para sí mismos. 

A los partidos emergentes, e incluso los pequeños que han logrado entrar el las instituciones con un gran esfuerzo, los prestamos no les llegan. Y si lo hacen, si acaso, con la exigencia de avales,  que ponen en peligro el patrimonio personal en el primer caso, y con exigencias de devolución muy gravoso en el segundo, quedando hipotecados eternamente; y naturalmente sin poder conseguir competir con los grandes. Sin olvidar que además de la propaganda que les otorga la antidemocrática ley, pueden recurrir a los medios privados, sólo con la condición de tener mucho dinero, del que dispones los elegidos, y del que carecen todos los demás; con lo que el disparate antidemocrático se ahonda aún más. Pero siguen diciendo que el sistema es democrático.

Los partidos del sistema después recibirán una cuantiosa cantidad de dinero, por escaño y por voto emitido a su favor. Los que no lo logren por esa ley tramposa y antidemocrática, aun teniendo cientos de miles de votos, no recibirán nada.

Han establecido que aquellos partidos o grupos políticos que hayan podido saltar las trabas anteriores para presentarse a las elecciones, pero  que no lleguen a un porcentaje de votos–entre el 3 y el 5% según elección–, ya de entrada no tienen derecho al reparto de escaños. Con lo que se puede dar el caso de que a un partido que tenga, por ejemplo,  dos millones de votos, no se le adjudique ni un solo diputado. Y justifican semejante cacicada decimonónica, propia de la Primera Restauración borbónica–en la segunda como vemos sucede igual–, con toda la desvergüenza que los caracteriza, para que el parlamento no se atomice. Con lo que, en nombre de la democracia, se cargan la propia democracia. Deciden que todos aquellos ciudadanos que han votados a esos partidos pequeños, hay quedar despojarlos de su condición de ciudadanos, toda vez que son anulados sus votos. 

Pero hay mucho más. El reparto de escaños se hace por provincias, con lo que a un partido de los pequeños le puede costar un diputado, si lo logra, ocho o diez veces más votos que a uno de los grandes. Cuando lo democrático debiera ser que todos los votos se sumaran. Porque después, en el parlamento todos valen igual. Porque todo el que no llegue al porcentaje decidido por los que controlan el sistema en cada provincia, no les servirán de nada. Es más se da el caso de que a un partido le falta un puñado de votos en una provincia para lograr un escaño, al tiempo que en otra le sobres muchos miles, sin que logre escaño en ninguna de las dos.

Además hay que tener en cuenta otra de las trampas antidemocráticas como es el de reparto de escaño por el sistema D´Hondt, que prima a los partidos grandes contra los pequeños, con lo que se hace también muy difícil romper esa  barrera. 

Después, tras la puesta en escena del día electoral, también los medios serán prácticamente un monopolio de los principales partidos. Con lo que la dictadura desinformativa está servida; ya que harán propaganda constantemente de las bondades del sistema, sin que nadie pueda competir en esa vorágine de la mentira planificada.

Y cuando ya todo el circo haya pasado, tras pedir el voto de forma teatral, y tras el despeje de los incómodos partidos que podrían ponerle trabas a sus manejos, los grandes partidos se pondrán por entero al servicio de los poderes económico, sin importarles lo más mínimo de que quienes les han votado han sido los ciudadanos y no los Mercados, como ya sabemos, dándole dinero público a la banca que, para enjugarlo, nos irán saqueando los servicios públicos, porque –dicen– que no hay dinero y hemos gastado demasiado–.

 Ese es el grado de moralidad de estos políticos de esto  que  llaman democracia, como estamos viendo. Porque  resultará que tras el recuento de votos,  un partido gobernará con un porcentaje ridículo, de menos de un cuarto del electorado–en torno al 22 % tiene CiU.

Como todos comprobaremos, tratarán de hablar del porcentaje emitido, no sobre el censo, y naturalmente olvidándose de que hay muchos ciudadanos que han votado a partidos pequeños– que quedarán ignorados de las informaciones–, que ellos, con su ley, han decidido que no son ciudadanos, ya que les han robado el voto, porque lo han emitido en favor de otros partidos que no son de los que dominan el tinglado de reparto de prebendas.  Incluso alguno de los que son víctimas del sistema, pero que han logrado meter la cabeza con algún escaño, se integran sin mayor problema, en lugar de dedicarse por entero a denunciarlo.

A pesar del escándalo antidemocrático que eso representa, se sienten con derecho a arrogarse la representación de la totalidad de los ciudadanos,  a hacer políticas salvajes, contrarias a la mayoría,  saqueándonos la Sanidad y la Enseñanzas públicas,  para hacer como ha dicho el inefable Conseller  Ruiz, el hombre al servicio de las entidades sanitarias privadas, que ha aconsejado a los empresarios invertir en la sanidad, porque es un buen momento para hacer negocio con la sanidad privada. Naturalmente, al mismo tiempo que están desmantelando los hospitales. O precisamente porque los están desmantelando y es un bocado sabroso para la especulación con la salud de los ciudadanos. 

Y todo sin que hayan mecanismos de corrección democrática–porque esto no se parece en nada ni siquiera a una democracia formal, no lo olvidemos– que los expulse del poder antes de que puedan destrozarlo todo. Y con esos porcentajes pueden liquidar nuestro patrimonio, no sólo sanitario y  cultural, sino   hasta malversarlo todo cuanto les venga en gana, vendiendo edificios centenarios.

Es evidente que cuando no hay democracia, hay que hacer algo para conquistarla, aunque sea una lucha larga y difícil. Por eso hay que tener en cuanta que en estas elecciones hay que participar, pero naturalmente sabiendo muy bien, y sobre todo, a quién no hay que votar. Todos sabemos quiénes nos han bajado los sueldos, quiénes nos han congelado las pensiones, quiénes nos están dejando sin Sanidad y Enseñanza públicas;  y quiénes están de acuerdo con los presupuestos militares para  guerras ajenas, de intereses ajenos, incluso para los propios ciudadanos normales de los Estados que se benefician de ella, los Estados Unidos o sus edecanes ingleses. Una guerra de los grandes especuladores del petróleo y de los que controlan el mundo a su favor.

Es importante poder mostrar y denunciar esta farsa   ya que la representación de los partidos que se erigen como ganadores, en realidad no lo son. Y que entre los votos a los partidos pequeños, los votos nulos y los blancos, además de la abstención, mucha de ella de ciudadanos cabreados, son porcentajes muy superiores a los conseguidos por el partido  que de inmediato nos hará la vida imposible.

Es más importante que nunca participar en las elecciones para dejar constancia de este hecho que pasa desapercibido por decisión de los medios. Hay que votar a aquellos partidos pequeños que mejor vaya con nuestras forma de pensar; y si no encontramos ninguno, votar nulo o en blanco. Y para el Senado, esa Cámara innecesaria y que nos cuesta una fortuna, en blanco; pues vótese lo que se vote, tampoco tendrá utilidad más que para    avalar unos cargos de una Cámara sin otra función que la de mantener unos cuantos personajes  incómodos en los partidos, colocados ahí para que no incordien, o que no se sabe dónde colocar, ¡pero a qué precio!  




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U. Plaza

miércoles, 9 de noviembre de 2011

¿DEMOCRACIA? ¿QUÉ DEMOCRACIAS? (V)

Hicieron todo lo posible para que las jóvenes generaciones que no habían conocido la represión de la dictadura, se mantuvieran al margen de los intereses ciudadanos, principalmente de los que determinan la cosa pública. Y se cuidaron muy mucho de poner un tupido velo a lo que había sido aquélla, sus represiones sus crímenes y sus calamidades, para que existiera en los ciudadanos, en particular entre los más jóvenes, una amnesia total y desconocimiento de su reciente pasado. Ignorar nuestras Historia era el mejor modo de alienar a los ciudadanos, lo que les permitía a los manipuladores culminar sus planes, aunque fuera destruyendo la memoria y el futuro de la gente, que tarde o temprano se vería obligada a hacerse muchas preguntas, a todas las respuestas que les habían negado.

Pero para que todo les saliera a su gusto, al gusto de los que mandan y sus asalariados, era necesario hacer todo un entramado de leyes que les permitiera que perdurara en el tiempo la mentira fraguada en la transición modélica, como se encargaba de difundir toda la reacción mundial, hasta que mucha gente se lo creyera, "una mentira o medio verdad repetida mil veces se convierte en verdad, y hasta en dogma"; y hasta que fuera puesto como modelo, hasta que todos o al menos la mayoría, comulgara con esa rueda de molino. Era necesario colocar las trampas de una ley electoral antidemocrática que hiciera que la mentira pareciera realidad. E incluso a través de los años la han ido empeorando, limando aquellas posibles pequeñas fisuras por las que podrían colarse los no deseados, los que podrían turbar sus sueños; los que pudieran tirar la piedra a su charco de aguas plácidas, y que al removerlas pudiera salir a la superficie la pestilente realidad de un régimen corrupto, exclusivo de unos cuantos, contra la inmensa mayoría. 


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 ¿DEMOCRACIA? ¿QUÉ DEMOCRACIA? (I)

martes, 8 de noviembre de 2011

¿DEMOCRACIA? ¿QUÉ DEMOCRACIA? (IV)


Y así llegamos a preparar la escena para la comedia electoral, culminación de la obra maestra de los poderes económicos, para lo que, sin duda, contaron con la benevolencia y colaboración de todo un entramado social, político y sindical, a los que previamente habían convencido de que eran imprescindibles para la consolidación democrática, dorándoles la píldora de su ego; de que eran parte del sistema, no sus adversarios como la lógica social aconseja, para defenderse de la explotación salvaje, y se lo creyeron o simularon creérselo porque les iba bien la aparente paz social. Para lo cual el  Estado–nosotros, nuestro dinero– se encargaría de hacer posible que esos agentes se sintieran cómodos. 



Y hasta hubo quienes se sintieron encantados con los codeos con personajes poco recomendables de la derecha de siempre, la represora –la que hacía tres cuartos de hora que se manifestaba franquista–, pisando sus alfombras y sus muy caras residencias y palacios, que durante un rato permitían la entrada a algunos, dirigentes que, aunque muchos de ellos iban previamente perfumados para la ocasión, sin duda en cuanto salían, tras la risotada descomunal encargaban que desinfectaran la estancia de olor a obrero. 


Los oligarcas trabajaban a largo plazo. Y supieron comprarle el alma a los dirigentes–políticos y sindicales–, cada vez más ajenos a sus orígenes, a las organizaciones que otrora fueron combativas contra la dictadura, hasta convertirlas en meros instrumentos de sus manejos. 


Nos vendieron que elecciones era sinónimo de democracia. Que votar cada cuatro años era la panacea; que tras la dictadura, con echar una papeleta en una urna ya habíamos cumplido con nuestros deberes democráticos de ciudadanos libres, y hasta la próxima; y que a partir de entonces ellos, los que manejaban el cotarro se encargarían de nuestra felicidad. Ese fue el mayor triunfo de la casta política financiera: el triunfo del individualismo, la insolidaridad y de que cada uno vaya a los suyo, y ellos a lo de todos, a intentar liquidar derechos conquistados durante años de lucha.

lunes, 7 de noviembre de 2011

¿DEMOCRACIA? QUÉ DEMOCRACIA (III)


Se trataba de hacer una transición de la dictadura a la democracia, lampesusiana, donde todo cambiara para que todo quedara igual. Para que las estructuras económicas de la oligarquías pasaran ese trance sin modificar nada sustancial, todo lo contrario. Y para cual era necesario inventarse unos actores, unos agentes políticos que no sólo procedieran del régimen, sino que aparecieran envueltos y rodeados de una orla opositora a la dictadura, cuando durante todo el largo periodo dictatorial habían brillado por su ausencia. En realidad era una creación ex novo con semejante nombre de antaño, pero  que lograría sus objetivos: pasar por  el original, pasar como opositores al régimen desde siempre. De eso se encargarían los muy poderosos medios.   Muchos de aquellos opositores fabricados ad hoc se entremezclaban con los procedentes del régimen. Ahí están la hemerotecas para comprobar los orígenes de muchos de ellos.



Pero también de entre lo que habían hecho oposición a la dictadura, hubo que se dejaron seducir por los cantos de sirena de esa anunciada democracia o franquismo sin Franco que se vislumbraba, aceptando más allá de lo humanamente soportable que los vencedores de antaño lo fueran de nuevo con una calculada y voluntaria amnesia, con la que hemos vivido durante todos estos años de democracia para los privilegiados de siempre;  para que las nuevas generaciones crecieran en la ignorancia  sobre su historia, ajenas a lo que representó la dictadura, que en muchos aspectos hizo regresar a nuestro país a la Edad Media con una imposición  religiosa idiotizante,  al más absoluto oscurantismo  para las clases populares.  Donde los privilegios de los vencedores seguirían aumentando; y sin que nuestra más reciente historia fuera conocida en las escuelas por la inmensa mayoría de ellas. Fue un pacto tácito que imprimió su sello a la nueva derrota, pasando nuestro pasado reciente de puntillas, para que no se sintieran molestos  los beneficiarios del régimen franquista,  convirtiendo en tabú todo  lo sucedido  desde 1931, lo que representó la República para la modernización de España, las causas reales de la guerra y todo lo que tuvo que sufrir nuestro pueblo durante la dictadura. 


Así llegó a aquel pacto, que en realidad fue una trágala, donde el objetivo principal de los agentes económicos y políticos–los franquistas y los recién inventados con pomposos nombres hasta de izquierdas– era que la transición que estaban cocinando fuera tan aparentemente democrática como vacía de la misma. Era importante para ellos que se configurara un aparente régimen de libertades políticas, sin que se pusieran en peligro, ni en lo más mínimo el poder oligárquico,  que como sabemos saldría reforzado.

Así que se creó una ficción de Estado democrático. La decisión del  dictador, con todas las variantes que se quiera se había consolidado: que no sufriera en lo más mínimo el poder de los de siempre.  Los medios de comunicación de esa oligarquía se dedicaron a ello por entero para vendernos las virtudes del nuevo régimen; y hasta para convencernos de que lo que hacía poco era parte indiscutible del aparato represivo, había cambiado; que las decisiones del dictador de imponernos un tipo de Estado monárquico, fruto de un golpe de Estado, una guerra y cuatro décadas de barbarie, se habían metamorfoseado en demócratas de toda la vida. Nos permitirían el derecho al pataleo, mientras se empeñaban en la tarea de despojarnos de los derechos conquistados durante muchos años de lucha. 

¿DEMOCRACIA? ¿QUÉ DEMOCRACIA? (I)

 ¿DEMOCRACIA? ¿QUÉ DEMOCRACIA? (II)



(Sigue en IV)


U. Plaza

sábado, 5 de noviembre de 2011

¿DEMOCRACIA? ¿QUÉ DEMOCRACIA? (II)


La democracia es un camino a recorrer, no un estado presente de organización de la sociedad como debiera ser y constantemente nos tratan de hacer creer. Basta mirar a nuestro alrededor, ver las condiciones de vida de la inmensa mayoría de los ciudadanos  que se deteriora constantemente y la de esa minoría oligárquica egoísta  y depredadora que lo domina todo, para  percatarse de que toda la palabrería sobre la democracia es pura manipulación, no existe nada que se pueda llamar democracia, es parte de la puesta en escena, de la ilusión necesaria para completar la farsa. 

Cierto que hay diversos niveles que van desde países con  dictaduras descaradamente represivas y sin ninguna intención de demostrar otra cosa; y los que tienen unos niveles de derechos ciudadanos aceptables, pasando por las que sólo tienen el cascarón democrático en leyes constitucionales que no se cumplen, como es el escandaloso caso de España, que ni tan siquiera se hace realidad la llamada democracia formal,  donde incumplen sus propios códigos cuando les viene en gana. Basta leerse algunos artículos de la Constitución española de 1978 para ver el descaro al que son capaces de llegar los poderes y sus empleados, la partitocracia.


La Constitución garantiza el  derecho al trabajo, a una sanidad pública,  enseñanza y el derecho a la vivienda. Sin embargo vemos el panorama laboral que tenemos; garantiza la sanidad pública y la están desmantelando, privatizándola  para hacer negocio con la salud ciudadana sin que les importe, como podemos comprobar por las declaraciones de algunos irresponsables políticos sin escrúpulos; las escuela pública la están degradando al tiempo que dan ingentes cantidades de dinero a las escuelas privadas, alguna que incumple los más elementales principios constitucionales, como la segregación por sexos, en manos de la Iglesia, que sigue siendo privilegiada.

También se permite que los culpables de la situación actual puedan expulsar a los ciudadanos de sus viviendas; además con el apoyo de las fuerzas represivas–que como todo, pagamos nosotros–para hacer efectivo el desalojo; en lugar de apoyar a la víctima de los banqueros, que sería lo normal en un Estado en el que la Constitución se respetara. Además, la propia Constitución dice que el derecho público debe estar por encima del privado, para lo cual el Estado puede tomar los recursos de manos privadas para garantizarlo. Se hace todo lo contrario, como sabemos: se expolia.

Lo sabemos desde la antigua Gracia; en Atenas, que fue donde por primera vez aparece la idea de democracia en el sentido que se le dio con el tiempo; a pesar de lo cual sólo existía ese derecho democrático para una ínfima minoría de atenienses, los ciudadanos, estando exenta la inmensa mayoría de tal condición, ya que era una sociedad esclavista, y los esclavos obviamente estaban fuera de ese censo, es decir la inmensa mayoría, del derecho ciudadano. Tampoco lo tenían los metecos, es decir los extranjeros. Pero fue un paso muy importante para la dignidad humana: pero como ahora, tampoco aquello era una democracia. 

En España, tras la larga noche de la dictadura católico-fascista, tras la muerte del dictador, pero  habiéndolo ya previsto los poderes no sólo españoles, sino todo el entramado que dirige la geopolítica a nivel mundial, empezaron a trabajar para lo que, con el tiempo, conoceríamos como la transición. Prepararon a los actores de la comedia que tendría lugar en cuanto desapareciera físicamente el golpista que mantuvo los privilegios oligárquicos de unas burguesías que durante cerca de cuatro décadas no tuvieron necesidad de preocuparse. Esos actores para tener éxito debían ser parte del propio régimen que durante un tiempo empezaron a distanciarse de la dictadura, y hasta aparecer como oposición al régimen, acercándose a la oposición clandestina, que a la sazón la ejercía prácticamente  el PCE en solitario, como forma de labrarse un pasado democrático y antifranquista.

Eso sí, a pesar de lo cual la maquinaria represiva, tanto en el aspecto político, con la Brigada Político Social y con el TOP, como en el empresarial para combatir las reivindicaciones obreras continuaban muy bien engrasada.  Por más democrática que se mostraran esas burguesías en las reuniones de salón con los representantes de la oposición–el PCE  y aquellos trabajadores que se esforzaban por crear mecanismos sindicales, que pagaron con muchos años de cárcel– sus intereses estaban por encima de cualquier otra consideración. Así lo hicieron la derecha catalana y vasca, al igual que la del resto de España.

¿DEMOCRACIA? ¿QUÉ DEMOCRACIA? (I)

 Sigue en (III)                                                                                         

                                                                                             

 U. Plaza

viernes, 4 de noviembre de 2011

¿DEMOCRACIA? ¿QUÉ DEMOCRACIA? (I)

Estos días, y con motivo de la puesta en escena oficialmente –porque de hecho llevan muchos meses en ello,  se podría decir que permanentemente están en campaña–, del carrusel que culminará en la teatralidad de las elecciones del 20 de noviembre, en las Asambleas y Grupos de Trabajo de 15-M, en los barrios, se está discutiendo y explicando a los ciudadanos el sentido del voto: qué significa votar a uno u otro partido aunque sean de los pequeños, votar  en blanco, el voto nulo, votar a los partidos oligárquicos y responsables de la corrupción que nos aplasta, y del desastre al que han llevado a la sociedad, así como el significado de  la abstención, sea esta por desidia, o como una acción de protesta y de cabreo ante la imposibilidad de modificar el poder  de los de siempre, por la vía del voto, por la falta de mecanismos democráticos realmente eficaces. 

Todo  el esfuerzo pedagógico, de cara a los ciudadanos, que el poder ha situado en la mayor de la ignorancia de forma intencionada, para así poder manipularlo mucho mejor, es loable, porque tras más de30 años de supuesta democracia, es asombroso oír cómo los ciudadanos de toda edad, nivel de preparación y condición social, desconocen los mecanismos electorales; y lo que es peor, desconocen realmente en qué consiste este régimen oligárquico y corrupto al servicio de unos pocos al que llaman democrático.

Lo primero que hay que saber es que la Democracia, es en realidad la verdadera utopía; y que como todas las utopías hay que ir  haciéndola realidad lentamente, con el esfuerzo y la lucha de la sociedad para irla conquistando de las garras de los que la dominan,  en nuestro nombre. Porque los que detentan el poder–el poder económico, con el brazo político ejecutor de sus decisiones–  nunca han dejado ni dejarán voluntariamente que el ciudadano sea libre y tome decisiones democráticamente. Y para eso se inventan todo tipo de trampas envueltas en palabrerías de derechos democráticos, al tiempo que la evidencia lo desmiente.  

¿DEMOCRACIA? ¿QUÉ DEMOCRACIA? (II)

¿DEMOCRACIA? ¿QUÉ DEMOCRACIA? (III)

                                                                                                                                            

(Continuará en II)


U. Plaza

miércoles, 2 de noviembre de 2011

EL MITO DE LA LIBERTAD DE PRENSA

Uno de los mitos más extendido por estos lares, y que machaconamente insisten los servidores del sistema a todos los niveles y por todo tipo de autócratas servidores, es el de la libertad de prensa; condición básica–dicen– para la existencia de una verdadera libertad de expresión, pilar fundamental de la democracia. Esto dicho así, sin más, parece ajustarse al idílico deseo de todo ciudadano libre y demócrata, y en cuya trampa caen muchas personas de buena fe, por el hecho de que pueden optar por comprar  periódicos con distinta cabecera o apretar un botón u otro para idiotizarse con este o aquel basurero televisivo, sin olvidar la recua de tertulianos prestos a llevar la voz de sus amos para crear opinión, es decir, ganarse el sueldo que le pagan aun a costa de la más burda tergiversación.

Sin embargo, como en tantas otras cosas de esta sociedad montada sobre la desigualdad, la injusticia, la manipulación, la corrupción de los que dominan el mundo con la mentira, es absolutamente falso que haya libertad de prensa. Si acaso sólo lo es en parte, por la irrupción de los medios modernos, esto es en internet, en que todo el mundo puede, de alguna manera, manejar esa libertad sin trabas, al menos de momento –que ya veremos en el futuro si los poderes de verdad, los grandes dictadores, los que no aparecen más que tras ocultas siglas  de organismos internacionales que nadie elige, dejan de soportar esa libertad tan dañina para sus intereses–, como hemos podido comprobar con el auge que han adquirido las movilizaciones del 15-M, precisamente por ser un espacio libre.

Pero, en cuanto a lo que se entiende por libertad de prensa–periódicos de papel y no digamos la basura televisiva y radiofónica–eso ya es harina de otro costal. Porque lo que realmente sucede es que sí, hay libertad de prensa plena, qué duda cabe, si se obvia el pequeño detalle de que misma libertad está condicionada sólo para  quien tenga suficiente dinero–muchos millones–para hacer un periódico o montar una cadena de televisión; en cuyo caso la libertad de expresión, la del dueño de esos medios o al grupo que representa y sirve, estará plenamente asegurada; nadie lo duda ya que hasta se pueden publicar cualquier barbaridad como vemos en algunos panfletos impropiamente llamados periódicos, que obedecen–no puede ser de otra manera– a los intereses propios o a los de sus amos. 

Porque que hemos llegado a tal grado de perversión y manipulación de los medios, que en realidad éstos están en manos y al servicio exclusivo de unos pocos, de forma descarada, y sin el menor disimulo. Sea porque  en realidad esos medios son de su propiedad, o porque pertenecen de una u otra forma a sus pesebres, publicando lo que halaga al poder, o eliminando o manipulando cualquier noticia u opinión que moleste o  incomode, sea  el financiero o el político, a sus servicio.

Incluso, aunque haya periodistas que realmente sean honrados y pretendan dar fe de hechos escandalosos de la delincuencia político-financiera, no tendrá más remedio que plegarse a los deseos del amo de la cosa y escribir entre líneas–como en los mejores años de la dictadura, ¿recuerdan?–si quiere conservar su trabajo. 

Así que cuando alguien habla de que hay libertad de prensa,  libertad de expresión en los medios, hay que estar alerta; porque o es un perfecto despistado que se ha creído que vive en un régimen de libertades, y que hay democracia, en lugar de en partitocracia, con puesta en escena de vez en cuando, llamándonos a validar con nuestro voto sus mentiras, o  pertenece al club de  los pesebristas, o bien es directamente un beneficiario del sistema corrupto que padecemos.


U. Plaza