domingo, 26 de julio de 2020

EL CATEDRÁTICO DE ARAVACA


Pablo Casado, conocido como "el catedrático de Aravaca", porque obtuvo un master, según se dijo, un sábado por la mañana en un charla, que vendió a quien se lo quiso comprar como de haberlo hecho en Harvard, ha perdido la posible coherencia que tuviera, si es que tuvo alguna. 

El jefe del partido más corrupto de Europa, según sentencia judicial, junto a la mediocre e infumable presidenta de Madrid, alentaron a los señoritos del Barrio de Salamanca, a que salieran a la calle contra el confinamiento, con sus deportivos y caros coches y chóferes; con sus criadas y chachas, para que gritaran ¡libertad!, porque el gobierno había decretado el Estado de Alarma para combatir la pandemia; acusándolo de dictadura y otras lindezas. 

Pues bien, ante el cariz que toma la pandemia tras el levantamiento del Estado de Alarma, por la presiones de la gran patronal y los tres partidos de la derecha, la ultraderecha y los que se pasan de cuadro reaccionario y son puramente franquistas –los señoritos de la neofalangista CUP incluidos–, el que tiene un discurso en el parlamento agresivo, el que pide a sus homólogos de Europa que castiguen a España, a ver si así consiguen hacer caer el gobierno, ahora exige, con la mala baba que le caracteriza, sin duda herencia de su jefe el belicista Aznar y monaguillo de criminal Bush, que el gobierno tome las riendas del problema. ¿Pide Casado otro Estado de Alarma, que a renglón seguido criticará, a ver si así consigue acabar con el gobierno y tras eso otro septenio negro y de expansión de la corrupción?

La caradura del catedrático no tiene límites ni memoria. Para este filibustero de la derecha, todo vale. Sea maniobrar para que la derecha europea castigue a España, sea exigir que se haga lo que él y sus señoritos parásitos del barrio de Salamanca exigieron acabar al grito de "libertad, gobierno socialcomunista, chavista" y tantas otras  vomitadas más.  

Lo de siempre, en España nunca, pero nuca, ha habido una derecha democrática, europea, que condene a la ultraderecha en lugar de aliarse con ella. Sólo lo parece cuando mandan –no gobiernan– ellos, con las consecuencia para las clases populares que todos conocemos.

Ubaldo

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