viernes, 21 de diciembre de 2018

TODOS LOS PRESIDENTES...ESPAÑOLES



Es evidente que los responsables directos del desastre que vivimos los catalanes, hoy atacados con virulencia por las criaturas creadas por los poderes de la burguesía catalana, camuflados con pomposos nombres de izquierdistas, para combatir a la otrora verdadera izquierda hoy desaparecida, la tienen sus actores directos: la derecha catalana, con las brigadas de talibanes del nacionalismo, animados por sus irresponsables jefes, que ya parece que se les ha ido de las manos. Quienes hayan leído la historia, recordarán que los comportamientos de los falangistas durante la República, contra los partidos obreros, era muy similar, con los evidentes cambios de táctica que los tiempos imponen.

Pero todo esto no habría llegado hasta aquí si los gobiernos de España, sus presidentes, no hubieran renunciado a sus obligaciones, permitiendo que en esta tierra de forma continua y reiterada, se incumplieran las leyes sin que pasara nada durante años; si los presidentes de los distintos gobiernos, por intereses espurios de partido, que casi siempre se mezclan con los personales y caudillistas, olvidándose de que su responsabilidad iba mucho más allá del apoyo para su investidura, o para sostenerse en el cargo, con los votos-chantaje de unos diputados nacionalistas en el Congreso, que en buena lid no les hubieran correspondido de haberse contabilizado su influencia en función de los votos populares, en lugar de por una ley electoral que premia al nacionalismo. La irresponsabilidad de los dos partidos, PSOE y PP, al no cambiar la ley para democratizarla, cuando entre ambos tenían más del 80% de los votos en el Congreso, es de manual. Tampoco es baladí la incompresible actuación de la izquierda española en general, con la burguesía nacionalista.

E incluso, cuando los gobiernos españoles tenían mayoría absoluta, en una incomprensible enajenación, se siguió premiando al nacionalismo, como hizo González cuando estalló el escándalo de Banca Catalana, movilizando sus influencias para que el entonces presunto estafador respondiera ante la justicia como pedía el fiscal anticorrupción, Jiménez Villarejo. Pero es que, además, se le permitió al nacionalismo unas televisiones y unas radios públicos, para uso exclusivo de su propaganda. Medios pagados por todos, verdaderas plataformas goebbelsianas para que desde los mismos se atacara a las instituciones y personas que no son de su cuerda. Algo escandaloso que sería imposible ver en ningún otro país democrático. 

Pero no sólo González; sino que hasta se creó en Madrid una especie de malvada connivencia con la “clase política”, con “el todo Madrid”, absolutamente artificial e irresponsable para contentar al jefe del nacionalismo catalán, alimentando la falsa idea de sus bondades y calidad de "hombre de Estado" de Pujol. ¡Santa Llúcia!, que diría la beata.

Tanto que, hasta un periódico tan reaccionario como ABC lo convirtió en “el hombre del año”. Se trataba de contentar al que minaba la convivencia, entre los españoles, en primer lugar entre los catalanes, a sabiendas de que se le estaba dando munición para que así fuera; cediendo competencias, que eran utilizadas arteramente para su hoja de ruta que nada tenía que ver con el bienestar de los catalanes, sino en los objetivos rupturistas de unos cuantos, algunos que hacía un rato se habían despojado de la camisa azul y empezado a cantar Els  Segadors

Porque, las competencias entregadas al nacionalismo tendrían consecuencias, como  muchos sabíamos ya entonces, aunque los actores quisieran ignorarlo por sus intereses inmediatos. 

Felipe Gonzáles –y sus sucesores en el PSOE– hizo cuanto pudo para que su sucursal en Cataluña nunca ganara unas elecciones regionales, ya que no podía ignorar que el PSC en Cataluña nunca fue visto por las clases populares como un partido socialista, cercano a sus intereses; más bien era visto como una copia casi exacta de la secta que dominaba el clan Pujol, al que todos los partidos catalanes, izquierda incluida, rendían pleitesía, sin otra oposición que la que mostraban de cara a la galería para los suyos, que no era más que puro teatro. 

En realidad todos comulgaban, con más o menos disimulo, con el capo del nacionalismo, que de facto, dirigía la casa común, en la que confluían todos los partidos, en connivencia, pues a todos los unía el reaccionario nacionalismo, siendo esto nefasto para las clases populares, que se quedaron sin referencia de ni partidos de clase. La liquidación del PSUC por los sectores de la derecha del partido, iban por ahí.

Al parecer le era más rentable a González y a los intereses que él representaba –que por supuesto nada tenían que ver con actitudes socialistas–, en lugar de la copia PSC con quien seguro podía tener alguna controversia, llegado el caso, mantener el original de la derecha catalana, CDC en la Generalitat. Lo que dice mucho del supuesto y nunca probado –todo lo contrario– ideal “socialista” de González. No se olvide que González prefirió los votos envenenados de la derecha nacionalista, a los votos de la izquierda para gobernar, una muestra más de lo dejado que estaba del ideal socialista.

Pero, con todo, no fue González el que más daño hizo a la democracia en Cataluña cediendo desde el gobierno. Después vino Aznar, el mismo que hoy se rasga las vestiduras y vomita improperios con cara de circunstancias, ante la situación creada, también por él. Porque aunque se recurre siempre a la anécdota de que hablaba catalán en la intimidad, para seguir contentando al mismo capo que contentaba González y el establishment, lo importante fue lo que llegó a ceder ante Pujol como pago por sus votos.

Aznar, desesperado por sentarse en el trono de primer ministro, estaba dispuesto a todo. A ceder en todo, sin reparar en ese fogoso amor a la patria por la que brama hoy con toda la derecha, como buen reaccionario de la extrema derecha que siempre fue.

Le entregó a Pujol la policía, instrumento que el nacionalismo ha intentado manipular, con lo que eso representa para un gobernante desleal y dispuesto a romper la baraja; le entregó la educación de nuestros hijos, algo deseado por cualquier poder –que se lo pregunten a la Iglesia– para que así pudieran, en un espacio de tiempo más o menos largo, sin control, lograr el adoctrinamiento de los niños y jóvenes, que podrían convertirse, llegado el momento, en talibanes fanatizados del nacionalpujolismo. Como sí ha sido. 

Además de poner en sus manos la Sanidad Pública, que destrozaron en beneficio de la sanidad privada, en cuanto tuvieron oportunidad. Porque para esta derecha patriotera y ombliguista, el negoci és negoci. Y la  gente, las listas de espera, es secundario. 

Aznar, contra todo sentido común, aceptó defenestrar a uno de los suyos, Vidal Quadras, al que había logrado mayores réditos electorales hasta entonces. El que fuera el único político del arco parlamentario  en el Parlament catalán, que le hacía sombra y oposición a Pujol. Dialécticamente se lo comía, poniéndolo en sus sitio en cada sesión. Lo que ponía nervioso al capo, que mostró sus mediocridades, cuando alguien con capacidad y no sumiso, le cantaba las cuarenta. Cosa que ninguno de los dirigentes políticos deseaba hacer. 

Para muestra un botón: cuando Anguita criticó a Pujol como “el representante de la peor burguesía”, el burgués Rafael Ribó, secretario general del ya degenerado PSUC, le pidió audiencia para pedirle disculpas al padrone. No es raro que tiempo después el Parlament lo premiara con el título de Histórico de PSUC. ¡Casi nada! Un personaje de la burguesía, que entraría en el partido en el año ’74, justo un año antes de la muerte del dictador, era nombrado “militante histórico del PSUC”. El que, andando el tiempo sería premiado con el de Defensor del Pueblo, y fogoso converso al independentismo que los jefes de su clase, la derecha, proclamaban. 

Históricos en el PSUC había miles, pero la mayoría eran obreros, y charnegos que habían sufrido en sus carnes los rigores de la represión y las cárceles. Pero ninguno podían lucir, para la exquisita pose de la burguesía nacionalista como un hijo suyo. Que además enfangaba el nombre de un partido que luchó contra la dictadura, y contra esa misma burguesía, que no se olvide, fue franquista durante la dictadura. 

Después llegaría Zapatero, desconocedor del nacionalismo, que llegó hasta ofrecerle a los nacionalistas de Maragall –que ya anunciaba que el Estado en Cataluña era residual–, en un acto de euforia, que lo que los nacionalistas aprobaran en el Parlament, él, si llegaba al gobierno, lo aprobaría sin más. Mayor irresponsabilidad no cabía en un aspirante a dirigir los destinos del  país.

Y, en esto llegó Rajoy de la mano de Zapatero que le puso la alfombra por sus políticas reaccionarias, y por ser el artífice del ominoso golpe con nocturnidad veraniega, del articulo 135 de la Constitución. Rajoy seguramente el que pasará a la historia como el peor presidente de España,  en un erial de presidentes y dirigentes de Estado, por su pusilanimidad e incapacidad de abordar las responsabilidades que le imponía su cargo. Rajoy, fue el presidente sesteante. 

Y ojalá hubiera sido así durante todo el Septenio Negro, sin despertarse. Porque cuando, entre sueño y sueño despertaba, se desataba con unas leyes laborales esclavistas, y una ley mordaza, entre otras, que destrozaron la vida de millones de españoles, al tiempo que enriquecía a las grandes fortunas. 

Ah, pero a la hora de hacer frente al desafío de la burguesía nacionalista, en lugar de asumir sus responsabilidades, prefirió que fueran los jueces los que defendieran al Estado, mientras él anunciaba, una y otra vez, que tal o cual acción, ilegal anunciada por el separatismo, no se produciría; lo que los hechos desmentían. Un verdadero desastre. !Y tenía mayoría absoluta cuando Artur Mas el Tijeras  empezó el desafío! Mayoría que aprovechaba para ignorar al Parlamento, pero no para imponer la ley donde se incumplía por los representantes del Estado en Cataluña.

No seré yo quien se lo niegue, Pedro Sánchez tiene voluntad de mejorar la horrible situación en la que vivimos los catalanes. Pero cae en el mismo error que sus predecesores. Ignora que negociar sólo se puede negociar con gente razonable democrática y que quiere construir, en lugar de destrozar. Y a la vista está que Puigdemont y su marioneta Torra no lo son. Que no se puede negociar con aquellos que animan, como jefes, a una especie de algarada permanente. Con los mismos que impiden que la policía, los Mossos, cumplan con su obligación, y hasta piden purgas entre ellos.

Es de desear que esta situación insostenible llegue a su fin. Pero eso no se hace cediendo y permitiendo todo tipo de irregularidades. Eso es lo que han hecho a lo largo de los años todos los presidentes de todos los gobiernos de España. Que dicho sea de paso, aunque no es cosa menor, olvidándose de más de la mitad de la población catalana, ignorada, no sólo por los gobiernos, sino por los partidos supuestamente de izquierdas, que cuando vienen a Cataluña, sólo ven y se reúnen, con los que le destrozan la vida a las clases populares. Eso lo hace Pedro Sánchez, y, hasta con más fe y entrega si cabe, Pablo Iglesias, en sintonía con los representantes de la derecha independentista.

Aumentar las competencias a las autonomías, es positivo, siempre que hablemos de responsables leales al proyecto común. No como ha venido sucediendo desde que nacieron las autonomías, que sólo es dar munición para atacar la democracia. No olvidemos que la proyectada República, sin haber llegado a ella, ya anuncian una dictadura, es decir nada de separación de poderes. En la que los jueces serían elegidos por el presidente. Ese es el futuro que tienen en mente los promotores. Además de que no debe olvidarse las ideas racistas y xenófobas  de Torra, plasmadas en numerosos artículos. 

Además que le da gasolina para los incendiarios discurso de Casado y su ventrílocuo, Aznar.

Ubaldo.


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