martes, 8 de octubre de 2013

EL MÁSTIL Y LA BANDERA

Reconozcamos que de números no anda uno muy allá, como en la mayoría de las cosas, para qué nos vamos a engañar. Pero no puede uno menos que preguntarse cuántas camas hospitalarias se podrían pagar con los 74.000 euros que ha costado el capricho del alcalde derechista de Barcelona, de colocar un mástil y una bandera para alimentar el mito del Borne, el antiguo mercado. El hoy escaparate de peregrinación de los creyentes de la nueva religión de la casta que detenta el poder. O cuántos niños desnutridos, según el Síndic de Greuges, podrían haberse alimentado;  o para cuántos comedores infantiles, recortados por el gobierno catalán de la derecha de CiU-ERC, y durante cuánto tiempo habría podido darles de comer. O cuantos catalanes, que ya son legión, de los que vemos a diarios rebuscando en los contenedores de basura para poder llevarse algo a la boca, habrían podido dejar de hacerlo con semejante cantidad. 

   Visto lo visto parece que el alcalde de Barcelona, que tiene un sueldo de unos 100.000 euros –muy por encima del sueldo del presiente de gobierno–, debe considerar que 74.000 euros –60.000 el mástil y 14.000 la bandera, según dicen los entendidos– es una nadería. Sobre todo porque el dinero no es suyo, sino de los ciudadanos que pagan sus impuestos, al igual que su escandaloso sueldo. Y debe darlo por bien gastado, por tratarse de un acto patriota, lugar común de los aprovechados con dinero público; sin que se le pase por la cabeza que semejante arbitrariedad –alcaldada–  sea un despropósito, teniendo en cuenta las muchas necesidades ciudadanas, que él no padece, como es notorio. Es lo que les pasa a los miembros de las castas dominantes, para las que  los sufrimientos de la gente están fuera de los ámbitos de sus atenciones y preocupaciones, si no es tiempo electoral, y sólo por espurios intereses. 

  Habría podido, si es que así lo consideraba el alcalde  para su parafernalia político-religiosa, colocar un mástil y una bandera más modesta; o por lo menos más barata. Pero eso no podía entrar en el imaginario patriótico de Trías. Porque la "construcció nacional" es prioritario y no hay que reparar en gastos, pues el mito se alimenta mejor con el boato –que le pregunten a la Iglesia– que con la austeridad.  Y, sobre todo –habrá pensado el alcalde y sus muchos asesores– porque no lo pagan ellos. Aunque para eso haya que dejar sin comer a los supuestamente beneficiarios de ese patriotismo y de la Arcadia o Tierra Prometida.  


Ubaldo Plaza

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