viernes, 28 de enero de 2011

LA PUESTA EN ESCENA Y LA SILLA DE RAJOY


¡A POR MARIANO!


La puesta en escena  del sínodo de Sevilla por parte de Rajoy, con el florero Aznar incluido, está visto que no era más que un intento de  mostrar una ficción de unidad, ante el desasosiego que le ha producido en el partido de la derecha la deserción del ultra Álvarez Cascos.  Era una forma de intentar calmar la marea, para ver si se podía capear el temporal de la difícil convivencia de ese batiburrillo de ambiciones tan diversas que cobija el PP. 

En el akelarre  de Valencia no  se logró más que un aplazamiento de las disputas, principalmente entre la ambiciosa ultra madrileña –a la que le ha dolido  el trato que le ha dado el digital presidente a su amado Cascos, tan afin a ella–. Pero las navajas ni siquiera se cerraron entonces, cuando Aznar apareció en olor de multitudes anulando a Rajoy. Estaban a la espera de  volverlas a utilizar en cuanto se presentara la ocasión, si las cosas no se enderezaban en el sentido que a la ultraderecha le interesara. 


Rajoy no ha logrado la autoridad que quisiera en el partido. Y la presidenta madrileña le sigue disputando el cargo para el que se cree  más capacitada y no deja pasar  ocasión para demostrarlo y para lanzar una red de cohesión entre el sector más ultra, muy influyente, que quisieran quitarse a Rajoy de encima, y que personifica el belicoso de las Azores. Y la puesta en escena sólo pretendía mostrar una unidad, con el caudillo Aznar presente, pero poco creíble, que no ha durado ni 24 horas.  Esperanza Aguirre  y sus huestes, cuando aún no se habían apagado las luces de la puesta en escena del akelarre, contrariamente a lo que se esperaba, que era mostrar la ficción de unidad, sigue declarando su apoyo a Cascos, a pesar de que éste ya está en otro proyecto, pero que en realidad es más coincidente  para Esperanza que el de Rajoy. 

La cola que mantiene pegada esa supuesta unidad son las encuestas que han hundido al partido socialista por sus políticas contra la base de su electorado, y que avivan las esperanza de los barones de la derecha que les permita acceder a los privilegios y manejos que da el poder, o se lo toman. A pesar de lo cual saben que Rajoy no levanta cabeza,  por considerarlo muy flojo para los pesebres políticos de los ultras. Muchos consideran que el caudillo Aznar se equivocó con su dedazo. E incluso él  mismo se arrepintió, porque las intenciones del monaguillo de Bush era gobernar él desde la sombra, con Rajoy como pelele, cosa que sabía imposible con Rodrigo Rato, menos dispuesto a ese juego. Pero pesó en Aznar más su amor belicista por Bush y se embarcó en  la aventura del desquiciado pistolero  tejano y perdió las elecciones. Así que todo se aguanta por un hilo, más aparente que real, y que explota a la mínima que Rajoy quiere "centrar" el partido, para lo cual ha de mermarle influencia a los trogolditas del aznarismo, Esperancita incluida en el lote como esperanza carca, que le mueven la silla, como ha ocurrido con Cascos en Asturias. 

Pero la debilidad del presidente del PP se pone de manifiesto cuando, a pesar de las declaraciones de Aguirre, claramente rupturistas y de enfrentamiento con la dirección,  con la voluntad  de seguir apoyando a Cascos, y de negarse  a apoyar a la candidata oficial, Rajoy carece de fuerza para poner en cintura a la díscola, que envenena el panorama cada poco, que sigue en sus trece como lo estaba en el congreso de Valencia. Si sumamos a eso el desmadre de la cantidad de imputados con los que cuanta el partido, que muy bien podrían formar corriente aparte por el número alcanzado, y que tampoco es capaz echarlos fuera y limpiar el partido, como es el caso escandaloso de Camps, el cuadro de debilidad de Rajoy    está completo.  La unidad de intereses  por lo que aspiran a dominar les mantiene, pero las navajas siguen reluciendo y bien engrasadas. Y Esperancita se encarga de irlas puliendo y engrasando  de vez en cuando para que no se olvide de que la "lideresa" de la ultra derecha es ella. 

U. Plaza


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