A monseñor Gallardón se le cortó la leche, sí; y fue cuando unas mujeres valientes y decididas a defender sus derechos agredidos por la extrema derecha clerical, le interrumpieron su discurso en el Congreso de los Diputados. Da igual de lo que tratara éste. El objetivo era monseñor, que es un instrumento de la España oscurantista, para liquidar derechos y conquistas que tanto costaron.
Gallardón, el que pasó muchos años engañando a quienes se quisieron dejar engañar sobre su supuesta y nunca probada progresía, regresó a la caverna natural sin inmutarse, en cuanto llegó a ministro, que no a presidente, que es lo que de verdad le pedía –y le pide– el cuerpo. Creyó el hombre que siendo abanderado de los deseos de la muy reaccionaria Conferencia Episcopal Española, y convirtiéndose de facto en ministro-cardenal –preconciliar, naturalmente– el camino lo tendría allanado al contentar a esa caverna que anida en el partido de la derecha.
Pero parece que los aires no soplan bien del todo para el antiguo alcalde de la Villa –sin duda pronto capital de la República–; y hoy, con todo los chaparrones que caen sobre el partido barcenado y güerterado, las ideas ultras de monseñor Gallardón, son consideradas un obstáculo estético, que no ideológico, por sus propios compañeros, que lo ven como una piedra en el zapato del PP, sumadas a las muchas rocas que le hacen andar cojeando.
La valiente protesta de las Femen sólo ha hecho que visualizar aún más la decadencia del ambicioso ultra, que pretende ser Richelieu, pero que se quedará en mero monaguillo de la Almudena, como máximo. Eso sí, como es costumbre por estos pagos, en esta democracia con tan poco demos, con un retiro dorado, como todo cargo político mediano o importante. Sin duda uno de nuestros talones de Aquiles, que impide la regeneración democrática.
Los tertulianos de La Corte, han elevado el grito al cielo de sus ambiciones por la forma de la protestas de las chicas, molestonas e irrespetuosas. Y han afeado que algunos diputados aplaudieran la protesta; olvidándose de que en ese mismo lugar fue aplaudida con fervor la tan, a su parecer educada y académica frase de una diputada del PP, de repetido nombre estos días en los juzgados, como: “¡que se jodan!”, dirigida a los parados. Es decir a sus víctimas, víctimas de los que se dedican a mandar, que no a gobernar. O en todo caso hacerlo para los poderosos.
Como ha sido aplaudida también por los diputados de las derechas –también por las de los cacicatos periféricos patrioteros– la votación para la mayor agresión que los trabajadores hayan recibido del poder: la contrarreforma laboral esclavista. Sin embargo a esos diputados y a sus cortesanos tertulianos lo que les molesta y asusta es que unas mujeres protesten como lo han hecho: “es indecoroso”, han dicho algunos, indignados.
En todo caso, cualquier persona sin prejuicios medievales, preferirá ver y oír a unas mujeres medio desnudas reivindicando sus derechos agredidos, que a la monja alférez, Cospe, quitándolos; además de hacerlo con mentiras, tan habitual práctica en el patio de monipodio del corro político que padecemos hoy. Cualquier forma de protestar es válida cuando los derechos de las personas son expoliados de la forma en que los están siendo.
Bienvenidas sus protestas que, no se olvide, lo hacen sin la menor violencia por su parte. Y si no hubiera habido personas como ellas, en este y otros campos, la Humanidad estaría mucho peor de los que estamos. Así que lo que procede es nuestra solidaridad con ellas, al tiempo que tomar ejemplo de toda reivindicación que dignifique al ser humano. Es lo que han hecho estas mujeres. Enhorabuena. ¡Adelante!
Bienvenidas sus protestas que, no se olvide, lo hacen sin la menor violencia por su parte. Y si no hubiera habido personas como ellas, en este y otros campos, la Humanidad estaría mucho peor de los que estamos. Así que lo que procede es nuestra solidaridad con ellas, al tiempo que tomar ejemplo de toda reivindicación que dignifique al ser humano. Es lo que han hecho estas mujeres. Enhorabuena. ¡Adelante!
Ubaldo Plaza
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